Cuando el receptor Yohel Pozo sueña, no es con sacar corredores en intento de robo ni con dar hits decisivos —como hizo el sábado con su primer batazo de oro en su carrera, o el jueves en Chicago con el sencillo que le dio ventaja a los Cardenales en la remontada ante los Medias Blancas—. El venezolano sueña con una familia reunida, en nombre del béisbol, por supuesto, para que tres generaciones de los Pozo puedan vivir juntas y en persona un sueño de Grandes Ligas que alguna vez pareció imposible.

Rafael Pozo, su hijo Yohel y el nieto del mismo nombre, Yohel —el receptor suplente de los Cardenales y una de sus mejores armas desde la banca gracias a su habilidad de contacto— han compartido por años el anhelo de jugar profesionalmente en MLB. Décadas atrás, Rafael fue un destacado pelotero en Venezuela, y transmitió su amor por el juego a su hijo Yohel, quien jugó en ligas menores con los Cachorros y Rockies entre 1992 y 1996, pero nunca llegó a las Mayores.

Eso sí lo logró el Yohel más joven —primero con los Rangers en 2021 y nuevamente esta temporada con los Cardenales. Entre sus pasos por MLB, él y su familia atravesaron momentos extremadamente duros durante la pandemia de COVID-19, incluyendo un periodo en el que vivieron en su carro mientras cuidaban de su hijo enfermo, Paul—pero nunca dejó de perseguir su sueño de Grandes Ligas. Su ascenso desde Triple-A Memphis a San Luis el 7 de abril hizo llorar de alegría a Rafael, su más fiel seguidor, tal como lo había hecho años atrás.

“Cuando llegué [a las Grandes Ligas] en 2021, él dijo que era un sueño hecho realidad para toda la familia”, contó Pozo desde el clubhouse de los Cardenales. “Claro, espero que esto nunca pase, pero el otro día mi abuelo me dijo: ‘Puedo morir feliz hoy porque tú hiciste realidad nuestros sueños. Verte jugar en televisión es algo increíble’”.

Conmovedor, sin duda, pero Pozo cree que su verdadero sueño —tener a las tres generaciones juntas en un estadio de Grandes Ligas— sería el premio máximo que hasta ahora sólo ha podido imaginar. Obtener visas desde Venezuela hacia Estados Unidos ha sido complicado durante años, y no ve a su padre en persona desde 2017. Aun así, Pozo mantiene la esperanza de que algún día su abuelo y su padre ocupen dos asientos en el Busch Stadium para verlo jugar el deporte que han amado gran parte de sus vidas.

“Mi sueño es que algún día pueda traer a mi papá y a mi abuelo a Estados Unidos y que me puedan ver jugar”, dijo Pozo, quien probablemente tendrá más oportunidades detrás del plato en las próximas tres semanas, ante la baja por una distensión en el muslo izquierdo de Iván Herrera. “Eso significaría todo para mí y para mi familia”.

Después de todo, Pozo admite que probablemente nunca habría llegado tan lejos sin la ayuda de los dos hombres que depositaron sus sueños de Grandes Ligas en él, quien posee una coordinación ojo-mano excepcional. Para perfeccionarla, Rafael y el Yohel mayor implementaron métodos bastante únicos y desafiantes.

“Mi abuelo y mi papá, cuando era niño en Venezuela, me lanzaban frijoles negros para batear”, recordó Pozo, quien bateó .284 en 21 juegos con los Rangers en 2021 y tiene promedio de .308 con dos jonrones, tres dobles y ocho empujadas en 25 juegos con los Cardenales. “Luego empezaron a lanzármelos de noche, para que fuera más difícil verlos, pero eso me ayudó a enfocarme mejor. Eran difíciles de ver de día y aún más de noche, pero me encantaba. Hacíamos muchas cosas así en Venezuela y eso me hizo mejor bateador”.

LA/MLB

Foto;MLB

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