La monarquía escandinava atraviesa uno de los momentos más turbulentos de su historia reciente. Marius Borg Høiby, hijo mayor de la princesa heredera Mette-Marit e hijastro del príncipe Haakon, ha sido formalmente acusado de 32 delitos graves por la Fiscalía de Oslo. Entre los cargos se incluyen violación, violencia doméstica, grabaciones ilícitas y amenazas de muerte. El anuncio, realizado este lunes 18 de agosto de 2025 por el fiscal estatal Sturla Henriksbø, ha sacudido la estabilidad de la familia real y encendido el debate sobre su legitimidad en pleno siglo XXI.
Si es declarado culpable, Borg Høiby, de 28 años, podría enfrentar hasta diez años de prisión. La Fiscalía ha calificado el caso como “muy grave”, no solo por la cantidad de víctimas —siete principales, aunque la investigación apunta a decenas de personas afectadas entre 2018 y 2024—, sino también por el impacto social de que el acusado sea miembro del círculo íntimo de la corona.
Un hijo marcado por las sombras de la Corona
Marius nació en 1997 fruto de la relación de Mette-Marit con Morten Borg, un hombre con antecedentes por delitos de drogas y violencia. Tras el matrimonio de su madre con el príncipe Haakon en 2001, se convirtió en el primer hijastro en la historia de la realeza noruega. Creció en Skaugum, residencia oficial de los príncipes herederos, sin títulos ni obligaciones institucionales, pero bajo el escrutinio constante de la prensa y del pueblo.
En su juventud, el “Pequeño Marius” —apodo heredado de un personaje literario noruego— mostró un carácter rebelde. Fue multado en 2017 por posesión de drogas y años después se vio envuelto en polémicas por amistades con miembros de bandas criminales, como los Hells Angels. También ha sido señalado por el uso indebido de un pasaporte diplomático y por autoproclamarse “príncipe” en entrevistas y redes sociales.
Aunque intentó alejarse de la vida pública en 2017 para trabajar como mecánico de motos en Estados Unidos y Noruega, su nombre nunca dejó de asociarse con excesos, adicciones y conflictos personales. En diciembre de 2024 ingresó en rehabilitación por problemas de consumo de alcohol y cocaína, pero las acusaciones actuales proyectan una imagen mucho más oscura.
La Fiscalía ha desglosado una lista de acusaciones que incluyen:
- Cuatro violaciones, una con penetración y tres sin, algunas registradas en su teléfono móvil.
- Abuso en relaciones íntimas, con episodios de violencia y amenazas hacia su ex pareja Nora Haukland.
- Agresiones físicas y vandalismo contra otras exparejas y conocidos, incluyendo el incumplimiento de órdenes de alejamiento.
- Otros delitos, como amenazas de muerte, acoso sexual y grabaciones sin consentimiento.
La evidencia presentada incluye mensajes de texto, material audiovisual y testimonios de testigos directos. El juicio se celebrará en enero de 2026 en el Tribunal de Distrito de Oslo.
Su abogado, Petar Sekulic, ha defendido su inocencia en los cargos de abuso sexual y la mayoría de los de violencia. “Nuestro cliente niega categóricamente haber cometido violaciones”, declaró, anticipando que Borg Høiby admitirá únicamente delitos menores relacionados con consumo de drogas y altercados públicos.
La Casa Real noruega ha evitado pronunciarse en detalle, limitándose a afirmar que “el caso corresponde exclusivamente a la justicia”. Sin embargo, el príncipe Haakon reconoció el martes que la situación es “dolorosa y difícil para todos los implicados”.
La princesa Mette-Marit, ya debilitada por sus problemas crónicos de salud, se enfrenta a nuevas presiones, pues la Fiscalía ha examinado comunicaciones entre ella y su hijo en busca de posibles intentos de encubrimiento.
¿Punto de inflexión para la monarquía noruega?
Los analistas no dudan en catalogar el “asunto Høiby” como un terremoto institucional. “La popularidad de la familia real se ha desplomado. Estamos ante una crisis de confianza sin precedentes”, afirma la experta en monarquías nórdicas Satu Jaatinen. En el último año se han publicado más de 42.000 artículos relacionados con el caso, un volumen mediático que refleja la magnitud del escándalo.
En un contexto europeo donde las casas reales intentan modernizarse y justificar su existencia, este caso supone un nuevo golpe. Mientras en Suecia y Dinamarca han estallado polémicas similares, Noruega enfrenta ahora el desafío de demostrar que nadie está por encima de la ley, ni siquiera quienes llevan lazos de sangre —o de matrimonio— con la corona.
Con el juicio programado para inicios de 2026, el desenlace no solo marcará el destino de Marius Borg Høiby, sino también el de la propia monarquía noruega. Una institución que, en su afán por parecer cercana y moderna, podría verse arrastrada por el mayor escándalo de su historia.
Fotos y videos: afp.com
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