Casi medio siglo después de aquella noche en que un radiotelescopio en Ohio captó una misteriosa señal que hizo exclamar “¡Wow!” a un astrónomo, el enigma vuelve a cobrar fuerza. Esta vez, el responsable no sería un fenómeno cósmico lejano o una simple interferencia terrestre, sino un viajero interestelar que acaba de pasar cerca de Marte: el 3I/ATLAS, un objeto que, según el astrofísico Avi Loeb, podría ser la clave del mensaje más desconcertante que haya llegado jamás del espacio.
La idea suena de ciencia ficción, pero llega de una fuente conocida por desafiar lo establecido. Loeb, profesor de Harvard y fundador del Proyecto Galileo, ha vuelto a poner patas arriba a la comunidad científica al sugerir que el nuevo visitante interestelar podría haber sido el origen de la famosa señal Wow!, registrada el 15 de agosto de 1977.
Un “¡Wow!” que nunca dejó de resonar
En aquel verano de 1977, el radiotelescopio Big Ear, en la Universidad Estatal de Ohio, detectó una emisión de radio tan potente y nítida que sobresalía del ruido cósmico como una aguja luminosa. Duró apenas 72 segundos y provenía de la constelación de Sagitario, justo en la frecuencia del hidrógeno: 1420 megahercios, el canal universal que los astrónomos usan para “escuchar” el cosmos. Jerry Ehman, el científico de guardia, rodeó los datos con un círculo y escribió al margen una sola palabra: “Wow!”.
Durante décadas, nadie ha podido explicar su origen. Ni satélites, ni planetas, ni cometas han coincidido con precisión. Fue única, irrepetible y desconcertante. Hasta ahora.
3I/ATLAS: el nuevo intruso del Sistema Solar
El 3I/ATLAS fue descubierto en julio de 2024 por el sistema ATLAS de la NASA. Es el tercer objeto confirmado que llega desde fuera del Sistema Solar, tras los célebres ‘Oumuamua (2017) y Borisov (2019). Pero este nuevo visitante es distinto. Su trayectoria hiperbólica lo delata como un cuerpo foráneo y su comportamiento ha desconcertado a los astrónomos.
Se trata de un objeto de unos diez kilómetros de diámetro, con una órbita que parece provenir del centro galáctico. Tiene una actividad inusual: emite gases incluso a grandes distancias del Sol, y su cola de polvo, según las primeras imágenes del Hubble y la Mars Reconnaissance Orbiter, apunta en una dirección opuesta a la esperada.
En estos días, 3I/ATLAS acaba de pasar a unos 29 millones de kilómetros de Marte, y las sondas marcianas han captado un espectáculo intrigante: una silueta irregular y emanaciones ricas en dióxido de carbono que no encajan del todo con un cometa ordinario.
La conexión de Loeb: una coincidencia demasiado exacta
Según los cálculos publicados por Avi Loeb en su blog de Medium el pasado 28 de septiembre, la posición de 3I/ATLAS durante el 15 de agosto de 1977 —fecha de la señal Wow!— coincide sorprendentemente con la región del cielo desde la que provino aquella misteriosa transmisión.
Retrotrayendo su órbita, Loeb calcula que el objeto se hallaba a unas 600 unidades astronómicas de la Tierra (unos 90 mil millones de kilómetros) y a menos de nueve grados de la fuente registrada por el radiotelescopio Big Ear. Según él, la probabilidad de que ambas coincidencias se den por azar es del 0,6 %.
“Podría no ser una casualidad. Podría ser una invitación a investigar”, escribe Loeb, quien estima que, si la señal partió desde esa distancia, el emisor habría necesitado una potencia de entre 0,5 y 2 gigavatios, equivalente a la de un reactor nuclear. En otras palabras: no algo que una civilización primitiva podría improvisar.
Una comunidad dividida entre el asombro y el escepticismo
Como era de esperarse, la hipótesis ha desatado una tormenta en el mundo científico. En redes como X (antes Twitter) y foros de astronomía, el debate arde. Algunos astrónomos reconocen que la coincidencia merece atención, mientras que otros acusan a Loeb de volver a “buscar aliens en cada sombra”.
El astrofísico Jason Wright, de la Universidad de Penn State, fue tajante: “Loeb es brillante, pero necesita datos, no coincidencias”. Otros, más cautos, lo ven como un recordatorio de que el universo todavía guarda demasiados secretos.
Incluso entre los seguidores de Loeb, hay quienes piden calma. Las diferencias angulares en el cielo —nueve grados en un espacio tridimensional gigantesco— representan distancias inmensas. Además, hasta el momento, ningún radiotelescopio ha detectado nuevas emisiones provenientes de 3I/ATLAS.
El viajero interestelar que nos obliga a mirar arriba
Más allá de las polémicas, la hipótesis de Loeb tiene un mérito indiscutible: ha reavivado la curiosidad por los objetos que cruzan nuestro Sistema Solar desde otras estrellas. 3I/ATLAS nos recuerda que el universo es dinámico, que lo que creíamos ajeno ahora nos visita, y que cada encuentro puede ofrecer pistas sobre los orígenes —o los vecinos— de la humanidad cósmica.
Las próximas semanas serán cruciales. La Agencia Espacial Europea (ESA) confirmó que la misión JUICE, en ruta hacia Júpiter, dedicará parte de sus sensores a observar al 3I/ATLAS durante su tránsito de noviembre. Si hay algo más que polvo y gas en ese cuerpo, quizás pronto lo sepamos.
Avi Loeb, acostumbrado a caminar en el filo entre el rigor y la provocación, no se disculpa por pensar diferente. Ya causó revuelo en 2021 cuando propuso que ‘Oumuamua podía ser una sonda artificial. Ahora, con 3I/ATLAS, ofrece una nueva historia que mezcla matemáticas, curiosidad y una pizca de esperanza: la de no estar solos.
“Si el universo nos envía mensajes, debemos tener la valentía de escucharlos”, escribió esta semana.
Tal vez la señal Wow! fue un simple ruido cósmico. Tal vez fue un saludo perdido de una civilización distante. Pero mientras el nuevo visitante interestelar continúa su camino hacia la oscuridad galáctica, una cosa es segura: el misterio, una vez más, ha vuelto a brillar.