Edgar Medina, presidente de Fedenaga, confirmó que la producción nacional de carne está cubriendo totalmente la demanda de los venezolanos, un logro significativo para el sector. Sin embargo, Medina alertó sobre la importante distorsión que afecta al consumidor final: la diferencia cambiaria. Este desafío se ha convertido en el principal obstáculo, haciendo que el precio de la carne, que debería rondar los $11 o $12 por kilo, se dispare hasta $16 o $17 en los puntos de venta.
Esta escalada de precios no es arbitraria; el líder gremial explicó que los comerciantes se ven obligados a encarecer el producto para poder proteger el valor de los bolívares que reciben. Al no tener un acceso fluido a las divisas a través del Banco Central de Venezuela (BCV), los comerciantes deben recurrir a un «mercado alterno» para adquirir los dólares necesarios. Esta necesidad de respaldo cambiario se traslada directamente al costo final, impactando severamente el bolsillo de los consumidores.
A pesar de los retos internos, el sector ganadero venezolano tiene la mira puesta en un objetivo ambicioso: la exportación de carne. Medina destacó la excelente calidad del producto nacional, catalogándola como «muy apetecible» en el mercado global. No obstante, existe un paso crucial que aún debe completarse: Venezuela es el único país de Latinoamérica que todavía no posee la certificación internacional de libre de fiebre aftosa con vacunación.
La obtención de esta certificación es la llave para acceder a los mercados internacionales y empezar a exportar esta proteína. Por ahora, el sector se concentra en seguir incrementando la producción para tener un remanente exportable. La meta es clara: llevar la carne venezolana al mundo, lo que no solo beneficiaría a los productores, sino que también inyectaría divisas esenciales al país, siempre y cuando se logre estabilizar la distorsión cambiaria interna.