El silencio pesaba más que el aire húmedo que aún parece flotar sobre Valencia un año después del desastre. Frente al Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, cientos de personas vestidas de negro aguardaban el comienzo del funeral de Estado por las 237 víctimas de la DANA. Las lágrimas, los abrazos y una palabra repetida en susurros —“justicia”— convirtieron el acto en un retrato colectivo del duelo que todavía hiere a la Comunitat Valenciana.

Dolor y rabia en un mismo recinto

La ceremonia, presidida por los Reyes Felipe VI y Letizia, reunió a cerca de ochocientos familiares y autoridades. Pero el homenaje comenzó entre tensiones: cuando el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, entró en el auditorio, un grupo de asistentes se levantó gritando “¡Asesino!” y “¡Dimisión!”. Las acusaciones apuntaban a la gestión tardía de la alerta meteorológica, señalada como uno de los factores que agravó la tragedia.

Mazón apenas cruzó miradas. Otros pidieron respeto, recordando que aquel era un funeral, no un mitin. El contraste se sintió de inmediato cuando llegaron los Reyes, recibidos con un aplauso contenido pero cálido, en medio de un ambiente que necesitaba alivio.

 237 rosas y una ciudad que no olvida

En el centro del escenario, 237 rosas blancas componían un círculo de memoria. Cada una representaba un nombre que fue leído por la periodista Lara Siscar. Los asistentes escuchaban de pie, con la respiración entrecortada, mientras algunos alzaban fotografías arrugadas de sus seres queridos. “No fue el cielo, fue la negligencia”, gritó una mujer antes de romper en llanto.

El homenaje combinó música y silencio. La cantante María Bertomeu interpretó Mon Vetlatori, un lamento valenciano que hizo llorar incluso a quienes creían no tener lágrimas. Después, un sexteto de la Orquesta de RTVE interpretó el Adagio del Concierto de Aranjuez, seguido del Himno Nacional y el Cant dels Ocells de Pau Casals, mientras los Reyes depositaban su ofrenda floral ante el monumento conmemorativo.

 El abrazo de los Reyes

Cuando Felipe VI subió al atril, el auditorio se sumió en un silencio absoluto. Su discurso fue breve, pero sincero:

“Ninguna palabra basta para llenar el vacío que deja la pérdida. Pero sí existe un compromiso: que la verdad salga a la luz, que nadie vuelva a morir por la falta de previsión. La Reina y yo estamos, ahora y siempre, con vosotros”.

Doña Letizia, visiblemente emocionada, rompió el protocolo y abrazó a varios familiares. Entre ellos, Andrea Ferrari, quien perdió a su madre en Ribarroja. “Por primera vez en un año sentí que alguien nos miraba de verdad”, dijo más tarde.

Un año después: heridas abiertas

Han pasado doce meses desde aquella noche en que el agua se llevó casas, calles y vidas enteras. Los daños superan los 25.000 millones de euros, aún hay familias desplazadas y los procesos judiciales avanzan con lentitud. El monumento erigido en la Ciudad de las Artes y las Ciencias se ha convertido en un lugar de peregrinaje para quienes buscan respuestas.

Una ciudad que se levanta

El homenaje cerró con un aplauso largo, casi eterno. Nadie quiso irse primero. Afuera, el cielo se abrió tímidamente, como si ofreciera un respiro a una ciudad que aún se cura.

Valencia llora, pero sigue en pie.

Y mientras haya memoria, las 237 víctimas no quedarán sepultadas bajo el agua del olvido.

Fotos: Europapress.es

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