Durante la primera mitad del siglo veinte, tal vez a mediados de los años 30 y 40, cuando Barquisimeto era todavía una ciudad apacible, surgió –o apareció–, en pleno corazón de la capital larense, lo que, con el tiempo, seria conocido como Mercado El Manteco.

Por supuesto, para ese entonces, aparte de ser un poco más pequeña que ahora, Barquisimeto contaba con poco menos de la mitad de los habitantes que ahora tiene, o que llegó a tener en algún momento.

Se trataba de una zona que comprendía más o menos desde la calle 30 hasta la calle 37, y desde la carrera 22 hasta la carrera 24, todo ello estimado en unas 20 hectáreas.

Obviamente, también había muchas familias que tenían en ese sector sus casas particulares desde hacía tiempo y, obviamente, allí habitaban, por la sencilla razón de que era ésa una zona residencial.

En esa área, tal vez de manera espontánea, comenzaron a instalarse en principio comerciantes de todo tipo, pero especialmente mayoristas, dada la pujanza que, poco a poco, iba adquiriendo la capital larense en cuanto al comercio en general se refiere.

De repente

Resulta que, de golpe y porrazo, y sin que muchos lo imaginaran, el sector antes referido se convirtió en una enorme zona comercial, con un inusitado movimiento de mercancías de todo tipo, especialmente comestibles, como granos y frutas, pero que, además, incluía  víveres, quincalla, etc.

Por supuesto, el movimiento vehicular era también enorme, y, por supuesto, a ello hay que añadir lo que venía detrás: El gran movimiento de gente, de todas las edades y de todas las clases sociales, por razones que son fáciles de entender

Y todos ellos, de alguna manera, se veían involucrados en una intensa actividad que, por lo general, comenzaba a las 2:00 o a las 3:00 de la madrugada, todos los días, de lunes a domingos, y que finalizaba en las primeras horas de la noche.

Un infierno

Obviamente, y como es fácil suponerlo, no tardaron en llegar situaciones que fueron poco a poco convirtiendo a esa zona, socialmente hablando, en poco menos que un infierno.

¿Y cuáles fueron esos factores que llegaron, o aparecieron?

Pues subsecuentemente comenzaron a aparecer ruidos de motores por toda partes; gritos destemplados, con las respectivas palabrotas, por supuesto; obstrucción de las vías, tanto por la carrera 22 como por la 23, e incluso en las transversales; los “rateros” y carteristas, que aprovechaban la inmensa aglomeración de gente para hacer de las suyas; urinarios públicos por todas partes, etc.

Pero es que hay más: Aparecieron los consabidos “borrachitos”, que casi nunca faltan en estas circunstancias; las riñas,  de vez en cuando, y también lo que casi tampoco falta en este tipo de situación: Los focos de prostitución, en algunos casos abiertos, y en otros, disimulados.   

Incluso, recordamos que la obstrucción vehicular era tal, que llegó un momento en que las busetas de la ruta Nº 7, que bajaban por la carrera 23 y subían por la carrera 22, cuando se desplazaban por la primera, tenían que desviarse hacia la izquierda en la calle 36 ó 38, para bajar por la carrera 25, hasta la calle 29, donde retomaban la carrera 23.

Pero, además, cuando subían por la carrera 22, tenían que desviarse a la derecha en la calle 30, para subir pos la carrera 24, hasta la calle 35 ó 37, en donde cruzaban a la izquierda, para retomar la carrera 22.

Otra vez

Po cierto, esta medida de desviación del recorrido han tenido que  que retomarla nuevamente, desde hace ya algunos meses, las rutas que bajan por la carrera 23 o suben por la carrera 22, lo cual demuestra que el otrora famoso Mercado El Manteco pareciera estar nuevamente renaciendo de sus cenizas..

Y pareciera estar reviviendo por la sencilla razón de que, en los últimos meses, ha surgido allí nuevamente un inusitado movimiento comercial, con la presencia de muchos de los factores negativos que anteriormente hemos citado, y que hicieron de la zona  –como ya lo señalamos— un verdadero infierno para las familias del sector.

Valga recordar que el Mercado El Manteco desapareció –o al menos eso se creía–  en el año de 1983, cuando, bajo la entonces presidencia municipal –lo que equivalía a lo que es actualmente la figura del alcalde— del doctor Omar Montero, se dispuso y se hizo efectiva la mudanza de toda esa gran cantidad de comerciantes  al entonces recién creado Mercado Mayorista de Barquisimeto (Mercabar),

Para entonces, se creía solucionado ese problema que afrontaban centenares de familias que habitaban en eses sector.

No obstante, a la luz de lo que allí está otra vez ocurriendo, habrá que preguntarse si en realidad ello es así.

Reinaldo Gómez
Fotos: Ángel Zambrano

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