Nigromancia digital: cómo la inteligencia artificial cambia nuestra relación con los muertos
La inteligencia artificial se ha convertido en un motor de la «nigromancia digital», una forma de conjurar a los muertos a partir de las huellas digitales que dejaron en vida.
Esto a partir de lo que se conoce como IA generativa, que abarca no solo grandes procesadores de lenguaje como el ChaGPT, sino también generadores de imágenes y videos como DALL·E 2.
Los debates sobre la denominada nigromancia digital comenzaron en la década de 2010 a partir de los avances en la proyección de videos (con la tecnología de «deep fake«) que llevaron a la resurrección de Bruce Lee, Michael Jackson y Tupac Shakur.
También condujo a apariciones cinematográficas póstumas de Carrie Fisher y Peter Cushing, entre otros.
Inicialmente, este era un territorio exclusivo de empresas de producción de cine y música con recursos abundantes, pero la aparición de la inteligencia artificial generativa ha ampliado el acceso a las tecnologías que se utilizaron para resucitar a estas y otras estrellas.
Incluso, antes de que ChatGPT se hiciera público a finales de 2022, un usuario ya había utilizado el este modelo perteneciente a la compañía OpenAI para hablar con su novia muerta, basándose en sus textos y correos electrónicos.
Tras notar este potencial, una serie de empresas emergentes en tecnología como Here After y Replika lanzaron servicios basados en la inteligencia artificial generativa para resucitar seres queridos a los dolientes.
Esta tecnología, según algunos, parece cruzar una línea cultural y, tal vez, ética. Muchos sienten una profunda incomodidad con la idea de que podamos interactuar rutinariamente con simulaciones digitales de los muertos.
Como resultado, la magia oscura de la nigromancia a partir de programas de inteligencia artificial se ve con cautela.
Esto puede preocupar a varias personas.
Pero como sociólogos trabajando en prácticas culturales de recordación y conmemoración, que también hemos experimentado con la resurrección de los muertos mediante la inteligencia artificial generativa, creemos que no hay motivo para preocuparse.
¿Una nueva forma de arte oscuro o simplemente parte de la vida cotidiana?
Conservar vínculos permanentes con los muertos a través de textos, imágenes y objetos es algo común; una parte normal de nuestras vidas.
Durante mucho tiempo, las personas han otorgado un valor emocional a las semejanzas con sus ancestros y a las reliquias de sus muertos como medios para mantener el vínculo.
A medida que la pintura de retratos dejó de ser una forma ampliamente adoptada de recordar a los seres queridos, la difusión de la fotografía en el siglo XIX se convirtió rápidamente en un medio alternativo para preservar a los difuntos.
Hoy, muchos de nosotros tenemos fotos y videos de seres queridos fallecidos, a los que recurrimos como recuerdo y consuelo.
Y, por supuesto, durante toda la historia, las imágenes, las obras o los restos de personas famosas se han difundido para preservarlos, a menudo siguiendo su propia voluntad.
Las reliquias religiosas en diversas culturas son solo un ejemplo.
Entonces, en lo que respecta a la inteligencia artificial generativa, no está ocurriendo nada nuevo.
Más que cambiar o interrumpir nuestras costumbres, la rapidez con la que han explotado las posibilidades necrománticas de la inteligencia artificial nos dice mucho sobre cómo funciona la tecnología con nuestras prácticas existentes de duelo, recuerdo y evocación.
¿Pero no es diferente con la inteligencia artificial?
Las empresas emergentes en este ámbito se basan en emprendimientos anteriores para hacer revivir a seres queridos.
Utilizando textos (por ejemplo, en redes sociales y correos electrónicos), grabaciones de voz, fotografías y videos de seres queridos proporcionados por los clientes, entrenan modelos de inteligencia artificial que hacen posible interactuar de manera póstuma con «ellos».
Como señaló Debra Bassett, quien ha estudiado ampliamente las vidas digitales después de la muerte, algunos opositores a este uso de la inteligencia artificial han afirmado que les preocupa que los resucitados puedan ser obligados a decir cosas que no dirían estando vivos y, en su lugar, actuar de acuerdo con el guion de otra persona.
Para Bassett, la preocupación radica en que los muertos están siendo «zombificados», en una violación de su integridad.
Esta es, por supuesto, una posibilidad, pero siempre debemos analizar estos asuntos caso por caso. Sin embargo, generalmente debemos recordar que imaginamos y mantenemos conversaciones con los muertos todo el tiempo.
En momentos de crisis o alegría, reflexionamos sobre lo que aquellos que hemos perdido podrían habernos dicho, las actitudes que podrían haber tenido y el estímulo que podrían haber ofrecido en relación con los desafíos y logros en el aquí y ahora.
Las imágenes, el texto y posesiones o reliquias preciadas han sido durante mucho tiempo los medios disponibles para ese tipo de relación y las nuevas tecnologías, más recientemente las cámaras y los dispositivos de grabación, siempre han hecho que tales medios sean más accesibles y ampliamente disponibles.
Otros, al reflexionar sobre la rareza de los encuentros con personas fallecidas traídas de vuelta al presente gracias a la interacción digital, argumentan que esto es un fraude, que no son nuestros muertos sino impostores.
Cuando se hace de manera secreta y oculta, como lo hacían los embaucadores del movimiento de resurgimiento espiritual victoriano, armados con sus tablas ouija, es, por supuesto, bastante problemático.
Sin embargo, nuevamente, debemos recordar que no tratamos normalmente nuestras conversaciones personales, fotos o videos de los muertos como si esos registros fueran en sí mismos nuestros seres queridos.
En cambio, los usamos como hilos conductores a su memoria, como sustitutos que nos permiten pensar o comunicarnos a través de ellos. Es un error sugerir que nos confundimos rutinariamente o nos engañamos a nosotros mismos con respecto a tales medios.
Por eso, las preocupaciones generales sobre la nigromancia digital están exageradas: cuando nos concentramos en exceso en sus aspectos extraños y siniestros -para adaptar las palabras del filósofo Ludwig Wittgenstein- perdemos de vista la manera en que estas nuevas tecnologías hablan y resuenan con lo que ya somos y hacemos como seres humanos.
* Phillip David Brooker, Terence Heng y Michael Mair son profesores de Sociología en la Universidad de Liverpool, Reino Unido. Dipanjan Saha, es candidato a PhD en Sociología en la Universidad de Liverpool, Reino Unido.