Los Viejos Mercados de Barquisimeto

“…La ciudad habla con un lenguaje particular que amerita ser escuchado. Tiene movimientos, miradas, olores, luces y sonidos, sensaciones. Desde las percepciones podemos comprenderla con su inteligencia y sensibilidad propia, acercarnos a ella, disfrutarla, adaptarnos a su complejidad e imaginar cómo podemos contribuir a mejorarla y transformarla en el lugar que remos habitar…”

Con estas palabras de la licenciada en artes visuales, Diana López (2014), hemos iniciado la Reseña de la Añoranza de hoy dedicadas a los viejos mercados de Barquisimeto, y es que, estos centro de acopio y distribución de alimentos han sido y siguen siendo centros de encuentros, de tertulias, estupendos centros de diagnósticos para medir cual es la realidad socioeconómica de la población, los cambios de consumo, más que por gusto, por la situación económica y que tipo de alimentos tanto imperecederos como perecedero se buscan con mayo demanda. Allí palpamos de cerca la realidad de un pueblo, de sus costumbres, hábitos alimenticios, tradiciones culinarias, la reinvención de las fórmulas ancestrales que en los fogones han hecho historia en la alquimia de la cocina vernácula.

De aquella Venezuela, destruida por la dramática guerra de la independencia y luego por los cinco años de las guerras civiles de los caudillos, desarticulada físicamente, surge el mercado como gran centro de encuentros y desencuentros, donde “…desde las azules campánulas y cundeamores de las húmedas vegas el legajo vegetal llega a la ciudad sobre la jamuga de los borricos, con el arriero crucifijo en el garrote, escupiendo   – en disparatada tangente –    el salivazo de chimó sobre el ocre de los ladrillos…” como lo describe vívidamente Hermann Garmendia en su “Sociología Pintoresca de Barquisimeto” (1969).

Aquel legajo vegetal, llegaban algunas veces a bordo de las soñolientas carretas de bueyes, deteniendo sus fangosas ruedas frente a los repujados portones del Mercado Público, que abrió sus puertas en 1886, el mercados de los cien arcos o de los portales como también se le llamaba, porque en su arquitectura de área rectangular lucía imponente cien puertas de robusta fisonomía, siendo un alarde de modernidad por estar construido enteramente de ladrillo cocido, lo que en la época significó una costosa obra de servicio público, gracias al empeño de la visión progresista del General Jacinto Fabricio Lara, hijo de nuestro héroe epónimo.

Pero no solamente se había inaugurado el Mercado Público, sino también más tarde el Matadero Municipal a finales del Siglo XIX, con lo cual se minimizó el cruel espectáculo que se daba en las aceras frente a los negocios donde en un grueso tronco de árbol, el matarife procedía con una filosa chuela a decapitar las gallinas que se vendían para consumo del hogar, de las sanguinolentas manos del carnicero, mientras perros y gatos a su alrededor esperaban para hacer de las suyas en plena calle.

Fue entonces, simbiosis de urbe y campo aquel oír del trote de mulas en el empedrado de las calles provenientes de las sabanas del norte de Barquisimeto, en aquellos densos arreos de bestias cargadas de los agrícolas bastimentos provenientes de Siquisique, Aguada Grande, Baragua y demás zonas de las últimas estribaciones de la cordillera andina que demarcan los limites entre Lara y Falcón, como los que venían de Guarico, Anzoategui, Humocaro, Sanare y Río Claro por sólo nombran algunos de los otros pueblos montañosos de nuestra Entidad Federal.

El Mercado de los cien arcos o de los portales, se convirtió entonces en el epicentro de la vida económica barquisimetana de la cotidianidad, y cuando los vehículos automotores se hicieron presentes, fueron los primeros camiones traídos a la ciudad, los que cargaron mercancías desde los campos atravesando caminos inexistentes, que de recuas de bestias pasaban a ser ahora vías de circulación vehicular, rivalizando en los alrededores del mercado vehículos, mulas y burros.

Era un centro tan importante, que el primer surtidor de gasolina instalado en el centro de la Barquisimeto, fue en los alrededores del Mercado, como lo demuestran los testimonios fotográficos y aún más allá, en la publicación “A Través de Lara” del periodista José Vicente Pepper impresa en 1941 bajo los auspicios de la Gobernación del estado Lara, muestra una de las primeras líneas de carros de alquiler, es decir, de taxis, a los que por muchos años se les denominaron “libres”, se trata de la “Línea 300” que aparece en la página 396 de la mencionada publicación:

“…Una línea de autos bien organizada, es algo que garantiza el movimiento en las grandes ciudades; es algo que revela comprensión del progreso y, sobre todo, indica potencialidad económica y confort: tal es el caso de la Línea 300, de la ciudad de Barquisimeto. Vehículos de últimos modelo y choferes consientes y respetuosos, son la mayor garantía de quien solicita un buen servicio. (…) Por eso la organización Línea 300 vino a llenar un vacío en el medio ambiente barquisimetano y el Sr. Miguel Ángel Sánchez actual encargado de dirigirla, puede estar seguro de que le está prestando un servicio de gran importancia no sólo a Barquisimeto, sino al estado Lara, ya que esa Línea contrata viajes a diversas poblaciones del estado y envía carros hasta la capital de la República. (…) Hay que convenir que el auto es una necesidad en la vida moderna y como el carro particular sale   – generalmente hablando –   algo costoso, de ahí que sea de imperiosa necesidad la existencia de un sitio a donde poder llamar para que al momento se le presente un carro a la puerta de su casa, dispuesto a conducirlo a donde usted quiera y es precisamente lo que consigue al llamar a la Línea 300…” Como dato curioso, el nombre de “Línea 300”, es porque precisamente ese era el número telefónico que tenía.

Más sin embargo, para la época que en aparece la publicación de la “Línea 300”, es decir, en 1941, ya prácticamente el viejo Mercado de los Cien Arcos estaba en desuso, pues así lo revela nota de prensa que aparece en “El Heraldo” de Barquisimeto en los años 20 correspondiente a una campaña para revivir las actividades del mercado y al respecto comenta Alvaro De Medinaceli (1995), citando a Luis Rodríguez Marrufo (1995): “…Sin embargo, no se logró nada ya que “sólo vendían carnes en pequeño volumen y algunas verduras; la mayoría de las personas que viven por la Estación, Cochera del Tranvía o por la Cruz Blanca, preferían comprar en las bodegas que caminar unas cuantas cuadras para ir al mercado”…”

Fue así, que para sustituir el Mercado de los Cien Arcos, el General José Rafael Gabaldón en su condición de Presidente del estado Lara, como máximo mandatario regional, decretó la construcción de los Mercados Central, Bella Vista, Manteco y Altagracia en 1936 y a tal efecto contrató los servicios de reputados arquitectos e ingenieros de inobjetable solvencia profesional, como lo fueron los doctores Omar Soteldo Daza, Heriberto González Méndez y Gustavo Wallis Legórburu.

En consecuencia, el Dr. Omar Soteldo Daza diseña y construye el Mercado Central (actual sede SAIME carrera 18 con calle 26), el Dr. Heriberto González Méndez diseña y construye el Mercado Bella Vista que sigue vigente en la carrera 18 con la calle 38 y el Dr. Gustavo Wallis Legórburu, diseña y construye los Mercados Manteco (la edificación alberga varios negocios particulares en la esquina suroeste de la carrera 22 con la calle 31) y Altagracia (aunque conserva aun sus funciones, no se aprecia el edificio que quedó arropado por una estructura de mayor escala que lo minimizó y unos tarantines externo que lo invisibilizan en la esquina noroeste de la Av. 20 con la calle 20). Pero además, estos afamados profesionales introdujeron a la ciudad a la modernidad arquitectónica, al desarrollas sus obras en el estilo Art Deco.

Es a partir de las construcción y puesta en funcionamiento no sólo de estos cuatro mercados, sino igualmente del moderno Matadero Municipal (actual Mercado San Juan) diseño y construcción del Dr. Omar Soteldo Daza, que se comienza a aplicar el criterio de más de un mercado, con el objeto de satisfacer a cada sector de la ciudad, favoreciendo a la población en cuanto al abastecimiento de los alimentos, cuando Barquisimeto contaba con 36.429 habitantes.

Posteriormente, como se constata en la Memoria y Cuenta del Ministerio de Agricultura y Cría correspondiente al año de 1939, emerge el proyecto de los Mercados Libres:

“…Convencido el Despacho de que un medio eficaz para procurar mayores proventas al agricultor, tanto como para abaratar el costo del consumo de los artículos de primera necesidad, es poner en contacto directo al agricultor con el consumidor, suprimiendo así en una forma indirecta la cadena de intermediarios innecesarios entre uno y otro, procedió al establecimiento de los Mercados Libres. Concurren a estos mercados los trabajadores de la tierra y los criadores con sus frutos y ganados, exonerados de antemano del pago de toda clase de impuestos. El precio de venta en los Mercados Libres es regulado por medio de tarifas que se exhiben en sitios visibles y que se anuncian continuamente a través de alto parlantes. Al mismo tiempo, juntas especiales designadas por los respectivos concejos municipales, ejercen una rigurosa fiscalización, a fin de que se cumpla la finalidad perseguida con esta clase de instituciones…”

De tal manera que la primera puesta en servicio en Barquisimeto de la modalidad de Mercado Libre, fue en el viejo Mercado de los Cien Arcos, en la carrera 16 entre las calles 24 y 25, donde se levanta actualmente el Edificio Nacional, ya que a juicio del Jefe de la Junta Nacional de Abastecimiento, había que hacerlo en lugares céntricos de la ciudad. Posteriormente según Alvaro De Medinaceli (1995), se alquiló para tal fin el enorme caserón de Calderón e hijos en lo que sería hoy la Ave. 20 con la calle 31 y como no dio resultado, se instalaron mercados libres en los cuatro mercados de 1936, es decir, en el Central, Bella Vista, Manteco y Altagracia.

De acuerdo a la Memoria y Cuenta del Ministerio de Agricultura y Cría de 1942, en los días de Mercado Libre con el propósito de atraer a los productores, se repartía como estimulo diversos implementos agrícolas y semillas. Más adelante se observa en la Memoria y Cuenta del Misterio de Agricultura y cría de 1954, que para facilitar la estadía de campesinos en la ciudad para poder vender en los Mercados Libres, se crearon las “Casa del Campesino” en Caracas, Maracay y Barquisimeto.

Dentro de esta política de abastecimiento que se emprendió desde 1936, a través las grandes reformas que propició la Administración de la presidencia del General Eleazar López Contreras, en 1952 el Dr. Carlos Felice Cardot, durante su ejercicio como Gobernador del estado Lara, construye el Mercado San Juan en la actual carrera 15 con la calle 30, según Alvaro De Medinaceli (1995), diseñado con los viejos principios de galería.

Para 1955, siendo Gobernador del estado Lara el Comandante Carlos Morales, es construido por parte del Ejecutivo Regional el Mercado Terepaima, en la Avenida Venezuela con la calle 34, el cual tendía a beneficiar al sector de la ciudad que había crecido hacia el norte, conjuntamente con el Mercado Bararida, en la urbanización La Concordia al margen de la vieja carretera Panamericana hoy Av. Libertador, que vino a cubrir las necesidades del sector noreste de la ciudad.

Así fue la vida y desarrollo de los viejos mercados de Barquisimeto. En 1950 comienza la desocupación del antiguo Mercado de los Cien Arcos y para 1952 ya estaba totalmente demolido y en proceso de construcción las bases del actual Edificio Nacional que finalmente se inaugura en 1956.

En 1967 el Concejo Municipal del entonces Distrito Iribarren inaugura el Matadero Industrial en Veragacha y al quedar desocupado el edificio de 1936 en la carrera 13 con la calle 36, donde funcionaba el referido matadero, el mismo es acondicionado y remozado, con lo cual en 1969 comienza la mudanza del Mercado San Juan de la carrera 15 con la calle 30 a la enorme edificación estilo Art Deco de doble galón y amplio espacios donde estuvo la sección de corrales para el ganado tanto vacuno, como caprino y porcino. De la misma forma, en los albores de los años 70 son vendidas las edificaciones de los Mercados Manteco y Central que fueron destinadas a otros usos. De esa interesante historia nos quedan el Mercado Bella Vista (1936 / Diseño y Construcción Dr. Heriberto González Méndez), el Mercado Altagracia (1936 / Diseño y Construcción Dr. Gustavo Wallis Legórburu), el Mercado San Juan, donde los domingos aún se desarrolla la actividad de Mercado Libre (Antiguo matadero Municipal 1936 / Diseño y Construcción Dr. Omar Soteldo Daza) y el Mercado Terepaima de 1955 en plena actividad.

De aquel oír de trote de mular en el empedrado de las calles, cargados de los agrícolas bastimentos para consumo familiar, donde la producción vegetal aun goteaba savia engrudosa en las cien puertas del viejo Mercado Público, sólo queda la evocación de quienes hemos estudiado el pretérito de la ciudad y su gente, porque en la actualidad no hay recuerdo que lo traiga a nuestros días, como tampoco la pintoresca figura de las resecas y cuarteadas viejitas recaderas que arrastrando las chancletas, fumaban el salivoso tabaco con la candela hacia adentro.

Barquisimeto, domingo 28 de septiembre de 2025.

Fuentes Consultadas:

Garmendia, H. (1969) Sociología Pintoresca de Barquisimeto. Tipografía Falcón. Barquisimeto. Venezuela.

López, D. (2014) Claves Urbanas. Graficas Lauki. Caracas. Venezuela.

Macias, E. (1952) Postigos de Antaño y Hogaño. Crónicas sobre la Fundación y Desarrollo de Barquisimeto. Guía Económica y Social del Estado Lara. Publicación de la Cámara de Comercio del Estado Lara conmemorativa al cautricentenario de Barquisimeto. Editorial Continente. Barquisimeto. Venezuela.

Medinaceli A. (1995) Del Manteco a Mercabar. Edición de Fudeco – Fundación Polar. ExLibris. Caracas. Venezuela.

Pepper, J. (1941) A Través de Lara. Barquisimeto. Venezuela.

Sociedad Amigos de Barquisimeto (1957) Compendio Económico y Social de Barquisimeto. Editorial Nueva Segovia. Barquisimeto.

LA

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