Desde las populares novelas de espionaje de Ian Fleming hasta las películas de las que se hicieron, la franquicia de James Bond nunca ha utilizado el nombre de 007 en ninguno de sus títulos. La serie Bond ha mantenido y mantenido un aire de intriga durante décadas, y sigue haciéndolo. En una serie salpicada por un humor astuto, unas protagonistas cautivadoras y una música que perdura durante décadas, está claro que la franquicia ha encontrado y aprovechado bien su surco en la industria cinematográfica.
Desde títulos como Sólo para tus ojos, de 1981, y Vive y deja morir, de 1973, que han precipitado los éxitos en las listas de Billboard con sus canciones principales, hasta entregas como Goldfinger, de 1964, y Skyfall, de 2012, que han batido récords de taquilla, las películas de James Bond siempre han parecido dejar al público con ganas de más. Los actores que han interpretado a 007 también han dejado su impronta en la franquicia. La embriagadora combinación de humor, intriga, sensualidad y acción ideada durante la época de Fleming perdura hasta nuestros días. Existe un brillante razonamiento para no utilizar el nombre en clave del agente en los títulos de las películas de Bond, y ese razonamiento ayuda al público a llenar las butacas de los cines década tras década.
Dejar el nombre del agente fuera del título ayuda a la franquicia a mantener la libertad y la licencia creativa para hacer de 007 quien los creadores deseen, y fomenta la búsqueda de vías novedosas como la instalación de una mujer 007, como se presentó a Nomi en No Time To Die. Los títulos intrigantes mantienen la frescura de la serie e invitan a nuevos espectadores, dejando que el público adivine a qué o a quién se refieren los títulos. Dado que los 007 son prescindibles, como la mayoría de los agentes, no tiene mucho sentido ponerles nombre a las películas, porque puede que no perduren más allá de las entregas en las que aparecen. Por último, mantener el nombre de Bond fuera de los títulos ayuda al público a desvincularse del actor que realmente interpreta a 007, y de su villano. Sería un riesgo que el público llegara a esperar que un determinado 007 luchara contra un determinado villano, y que luego cambiara a esos actores por otros diferentes. También disuadiría a los nuevos actores de manifestar su interés por aparecer en la franquicia, como hizo Daniel Kaluuya respecto a convertirse en un villano de Bond. Mantener el nombre del agente fuera del título ayuda a mantener la fluidez de la franquicia.
Qué hace que un título de película de James Bond sea bueno (y por qué su nombre no es necesario)
Las películas, en general, se titulan exactamente como Ian Fleming titulaba sus libros. Los lectores suelen elegir los libros basándose en sus portadas. La intriga que Fleming creaba con sus títulos, a veces crípticos, a veces reveladores, a menudo irónicos, ayudó a que sus novelas de espionaje despegaran, lanzando su serie Bond al éxito. Seguir utilizando esa fórmula -mantener al público en vilo sobre si el título se refiere al propio 007, a un villano o a una chica Bond- se ha convertido en una firma de Bond y, francamente, la franquicia sufriría sin ella.
La sensualidad es otra cualidad de las películas de Bond, ya sea del actor principal o del reparto, y los títulos tienden a reflejar esa sugerencia. También son misteriosos -como el propio 007- e invitan al público a saber más. El uso de los títulos originales de Fleming también ha dado lugar a colaboraciones comerciales con artistas como Madonna, precipitando bandas sonoras populares y memorables que permanecen en la memoria colectiva de los espectadores. Esa promoción cruzada es muy saludable tanto para el cine como para la industria musical. Por último, como la franquicia ha perdurado durante décadas, el público ha llegado a conocer la estructura de un título de James Bond, haciéndolo reconocible al instante. Este tipo de reconocimiento de marca no tiene precio para una franquicia tan arraigada y servirá para atraer a nuevos seguidores a medida que siga evolucionando.
