El pasado domingo Roma amaneció vestida de Venezuela. En sus plazas, sus templos y hasta en el eco de las basílicas se respiraba una mezcla de fe y alegría que solo un país como el nuestro puede conjugar. La canonización del doctor José Gregorio Hernández y de la madre Carmen Rendiles convirtió al Vaticano en un punto de encuentro entre lo sagrado y lo popular, donde la devoción se expresó en clave de orquesta y coral.

Bajo el lema “Santos para Todos”, la Gira Roma 2025 llevó al corazón de la cristiandad una muestra de lo mejor del talento venezolano, a través de las agrupaciones de El Sistema, ese milagro musical que nació entre barrios y conservatorios y que hoy es patrimonio del alma nacional. Fue un viaje en el que la música se volvió plegaria, y la plegaria, música.

Los protagonistas: el sonido de una esperanza

Encabezando la delegación, la Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela (SNIV) celebró su 50 aniversario bajo la batuta del maestro Andrés David Ascanio Abreu. Junto a ellos, la Coral Nacional Simón Bolívar (CNSB), dirigida por Lourdes Sánchez, y el Cuarteto Armacuaco, que llevó al viaje el ritmo sabanero y el calor del cuatro, completaron una representación que mezcló la excelencia académica con la raíz popular.

Cada presentación fue un recordatorio de lo que El Sistema significa: la posibilidad de que un niño con un violín o una voz bien afinada pueda tocar el cielo. “Llevamos el alma de Venezuela al corazón del Vaticano”, dijo uno de los organizadores, mientras los acordes de un joropo se confundían con las campanas de Roma.

Viernes 17 de octubre: fe, palabra y canto

El viaje comenzó en la Pontificia Universidad Lateranense, donde un Simposio Académico sobre José Gregorio Hernández abrió la agenda oficial. Entre ponencias y reflexiones, la Coral Nacional Simón Bolívar ofreció una intervención que transformó el auditorio en un espacio de recogimiento. Sus voces, suaves y potentes a la vez, parecían elevar las ideas al mismo plano que la fe.

Sábado 18 de octubre: la música toma las plazas

El sábado fue un día para la calle, para la gente. A las 11:00 de la mañana, la SNIV ofreció un concierto en la Plaza Monte Sacro, un espacio cargado de simbolismo histórico. El repertorio transitó desde Charpentier hasta Márquez, y desde Bizet hasta Pedro Elías Gutiérrez, con una naturalidad que solo la juventud puede lograr. Cuando sonaron las primeras notas de “Alma Llanera”, los presentes —romanos, peregrinos y curiosos— se unieron en aplausos que parecían latir al mismo compás.

Al caer la tarde, la música se tornó oración. En la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, la vigilia por la canonización reunió a la Coral y a la Sinfónica Infantil en una atmósfera solemne. El Himno Nacional de Venezuela cerró la ceremonia, cantado con lágrimas, con orgullo, con esa nostalgia luminosa que siempre acompaña a los que estamos lejos.

Domingo 19 de octubre: el día de los santos

A las 10:00 de la mañana, la Plaza de San Pedro se transformó en un mar de banderas tricolor. Desde el altar, el Papa León XIV proclamó santos al doctor José Gregorio Hernández y a la madre Carmen Rendiles, mientras miles de fieles agradecían con un silencio estremecedor.

Aunque la delegación musical no intervino durante la misa, su espíritu impregnó la jornada. Más tarde, la Sinfónica Nacional Infantil ofreció un concierto multitudinario en la Terraza del Pincio. Sonaron Tchaikovsky, Rossini, Händel y, por supuesto, “Venezuela”. Fue un cierre que condensó lo sagrado, lo humano y la venezolanidad en un mismo aplauso.

Lunes 20 de octubre: la música se despide, pero no se va

El último día de la gira fue también el más íntimo. En la Basílica de San Pedro, la música acompañó la misa de acción de gracias. Luego, en la Basílica de Santa Cecilia, patrona de los músicos, la Coral Nacional Simón Bolívar ofreció un concierto sacro de una belleza serena, como un susurro que se queda en el aire mucho después de haber terminado.

La Gira Roma 2025 celebró la santidad de dos venezolanos ejemplares y reafirmó la fuerza de la cultura como puente espiritual. “Fue como si Venezuela entera hubiera venido a Roma —comentó un asistente—, cantando, orando y recordando que la fe también puede sonar a cuatro y violín.”

Y así fue. En el Vaticano resonó una verdad sencilla y profunda: la música venezolana es también una forma de santidad.

Fotos: El sistema

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