Dos empleados del Banco Vaticano se casaron el sábado en una iglesia de Fregene, en el litoral romano, desafiando la prohibición que establecen las nuevas normas internas del Instituto de Obras de la Religión, como se denomina oficialmente el banco.
Obviamente, el acto tendrá consecuencias y en octubre, cuando se cumplan 30 días de la celebración del rito matrimonial, serán despedidos de sus empleos por irrespetar una norma sagrada del catolicismo. Uno puede permanecer en el empleo si el otro renuncia, según el reglamento.
El papa Francisco, actualmente en una gira de 11 días, no se ha manifestado respecto a esta unión que amenaza con provocar una crisis inesperada, a menos que el pontífice haga respetar los principios por encima de los reglamentos.
Los flamantes esposos han debido ya soportar el rigor del Instituto de las Obras de Religión, que los suspendió por unos días acusándolos de haber hecho conocer el caso fuera del majestuoso Torreón donde se encuentra la sede dentro del Vaticano. Pero la medida parece no tener en cuenta que hace meses que el asunto era conocido y “vox populi”.
La lucha por los derechos de los que trabajan en el Vaticano y sus organizaciones no son fáciles. Lo pone de relieve la Asociación de Dependientes Laicos del Vaticano, una especie de sindicato interno que tiene unos 450 miembros y que se ha solidarizado con el caso de “Romeo y Julieta”, así llamados porque sus nombres no han sido revelados.
“Trabajar es propio de la persona humana, expresa su dignidad de criatura hecha a imagen de Dios”, ha dicho el Papa.
Con información de El Clarín
AC
