En los últimos años, el bienestar ha pasado de ser una opción de estilo de vida a un mandato cultural. La promesa es seductora: más energía, juventud prolongada, equilibrio emocional. En 2025, la economía global del wellness alcanza los USD 7,2 mil millones, con un crecimiento anual cercano al 8,5 %. Belleza y cuidado personal (20 % del mercado), actividad física (17 %) y nutrición/pérdida de peso (15 %) lideran un sector que ya no es un nicho, sino un gigante.
Sin embargo, tras las imágenes perfectas de influencers y las rutinas impecables que inundan Instagram, se esconde un lado preocupante: el wellness que, lejos de aliviar el estrés, lo multiplica. La búsqueda obsesiva de la salud “ideal” está provocando ansiedad, culpa y, en casos extremos, daños físicos y psicológicos.
El boom económico… y sus sombras
En 2023, el mercado global del wellness fue valorado en USD 6,3 mil millones, con previsiones de llegar a USD 8,5 mil millones en 2027 y casi USD 11 mil millones en 2034. Estados Unidos encabeza el ranking con USD 1,41 mil millones, impulsado por el turismo de bienestar, la nutrición y la tecnología wearable.
Pero este crecimiento viene acompañado de lo que algunos expertos llaman “wellness tóxico”: la presión de optimizar cada aspecto de la vida, incluso el descanso. Un artículo de Forbes advierte sobre la “ansiedad inducida por datos”, un fenómeno que se produce cuando el seguimiento constante de métricas como pasos o calidad del sueño genera un bucle de estrés.
El psicólogo Mark Travers lo resume así: “El wellness deja de ser útil cuando se convierte en otra tarea más de la lista, elevando el cortisol en lugar de reducirlo”. Esta obsesión ha derivado incluso en diagnósticos como la orthosomnia, un insomnio real causado por intentar alcanzar cifras “perfectas” en apps de sueño.
En el entorno laboral, el mercado del corporate wellness —valorado en 60.400 millones de dólares en 2025— impulsa programas que, aunque bien intencionados, pueden empujar a los empleados a exigencias físicas o mentales que no consideran sus límites individuales.
Del detox al biohacking extremo
El auge del wellness también ha sido terreno fértil para prácticas sin respaldo científico. Tés detox, ayunos prolongados o limpiezas de jugos prometen “resets” milagrosos, pero a menudo provocan deshidratación, desequilibrios electrolíticos y trastornos alimentarios.
En el ámbito de los suplementos, la falta de regulación permite abusos peligrosos. El consumo excesivo de vitaminas liposolubles (A, D, E y K) puede producir toxicidad y daños orgánicos.
En el extremo más polémico se encuentra el biohacking, un mercado estimado en USD 2 700 millones que incluye prácticas como transfusiones de sangre joven o protocolos de longevidad radical. Celebridades como Bryan Johnson han popularizado estos métodos, pero especialistas de publicaciones como CEO Today advierten que la mayoría carece de respaldo científico y pueden provocar el “efecto nocebo”: la expectativa de efectos adversos genera síntomas reales.
Consecuencias reales en la salud
La presión por alcanzar un ideal de salud afecta de manera desproporcionada a mujeres, millennials y Gen Z. Las comparaciones constantes con influencers, cuyos contenidos están cuidadosamente curados, han derivado en un aumento de ortorexia (obsesión por comer “limpio”) y aislamiento social.
Dietas demasiado restrictivas pueden disparar el cortisol, alterar el metabolismo y afectar el sistema inmunológico, según estudios publicados en The International Journal on the Biology of Stress. Incluso el movimiento body positivity ha sido absorbido por el marketing del wellness, a veces trivializando riesgos médicos serios como la obesidad.
Pese a todo, hay margen para un wellness saludable. Melanie Trecek-King, fundadora del Mental Immunity Project, recomienda cultivar la alfabetización mediática: verificar fuentes, evaluar la credibilidad de las afirmaciones y desconfiar de las soluciones milagrosas.
En Vérais Magazine, resumimos las claves para un bienestar auténtico en tres principios:
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Profesionales acreditados: confiar en expertos con formación y experiencia.
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Evidencia científica: priorizar prácticas y productos regulados.
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Escucha activa del cuerpo: huir de la autoexigencia constante y recuperar la conexión con las necesidades propias de cada quien.
Porque el verdadero bienestar no debería sentirse como una carga, sino como un estado natural de equilibrio. Como recuerda Travers: “El wellness genuino es el que se adapta a ti, no el que te obliga a adaptarte a él”.
El reto, entonces, no es alcanzar la perfección, sino reconciliarse con una versión más humana, imperfecta y sostenible de la salud.