Anoche, millones de personas en Europa, Asia, África y Australia alzaron la vista hacia el cielo para contemplar un espectáculo celeste que difícilmente se olvida: el eclipse lunar total del 7 de septiembre. Durante más de una hora, la Luna se tiñó de un rojo intenso en un fenómeno conocido como “Luna de Sangre”, un ballet cósmico que unió a científicos, curiosos y soñadores bajo la misma bóveda estrellada.
El evento, visible para más del 85% de la población mundial, fue uno de los eclipses más largos desde 2022. Con una fase total que se extendió entre las 20:11 y las 21:52 CEST, la sombra de la Tierra cubrió por completo al satélite natural, ofreciendo una imagen hipnótica que evocó tanto asombro científico como resonancias culturales.
La ciencia detrás del mito
El fenómeno ocurre cuando la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna, proyectando sobre ella su sombra umbral. La magnitud alcanzó 1.3638, lo que garantizó una cobertura completa y prolongada. La tonalidad rojiza, lejos de ser un misterio, responde a un efecto óptico: la atmósfera terrestre filtra la luz solar, dispersando las longitudes de onda azules y verdes, y dejando pasar solo los tonos rojos. Polvo, cenizas volcánicas o incluso humo de incendios pueden intensificar el matiz, convirtiendo al eclipse en una suerte de espejo del estado atmosférico global.
Para la comunidad científica, estas alineaciones perfectas son oportunidades valiosas: permiten estudiar cómo se refracta la luz y, con ello, extraer información sobre contaminantes y fenómenos climáticos que afectan a la Tierra.
Desde la antigua Mesopotamia, donde se interpretaba como presagio de cambios políticos, hasta referencias bíblicas en el Libro de Joel que lo vinculaban a profecías apocalípticas, las “Lunas de Sangre” siempre han estado cargadas de simbolismo. Hoy, en una era regida por la ciencia, esos ecos míticos persisten en la cultura pop: en películas, novelas y rituales espirituales que mantienen vivo el aura enigmática de este fenómeno.
Consecuencias y curiosidades
A diferencia de los eclipses solares, que pueden tener efectos indirectos sobre infraestructuras tecnológicas, los eclipses lunares son inofensivos para la Tierra. La única consecuencia directa se da en la Luna, donde la temperatura superficial desciende en minutos de unos 100°C a -130°C durante la fase de umbra.
Entre las curiosidades, cabe resaltar que la intensidad del color depende del estado de la atmósfera. Tras la erupción del volcán Hunga Tonga en 2022, por ejemplo, los eclipses fueron mucho más oscuros. El de anoche coincidió, además, con la llamada “Luna Llena de Maíz”, un término de origen nativo americano asociado con la cosecha de otoño.
Para quienes lo observaron, la experiencia fue completamente segura a simple vista, sin necesidad de filtros o gafas especiales, lo que permitió admirar detalles de cráteres y mares lunares teñidos de carmesí.
El próximo eclipse lunar total ocurrirá en marzo de 2026, pero el del 7 de septiembre de 2025 ya quedará registrado como un acontecimiento que volvió a demostrar que, bajo el cielo, la humanidad comparte un mismo asombro.
Foto: europapress.es