Las autoridades sanitarias chinas afirmaron el martes que acelerarán los planes de vacunación contra la COVID-19 para los ancianos y que suavizarán los cierres en medio de las crecientes protestas por las restricciones.
La baja tasa de vacunación es una de las principales razones por las que los dirigentes chinos se han mostrado reacios a abandonar la política de cero COVID-19, que aísla incluso los brotes más pequeños. Las autoridades temen desde hace tiempo que cualquier cambio en las restricciones provoque una oleada de nuevos casos de COVID-19.
Cheng Youquan, funcionario de la Administración Nacional de Control y Prevención de Enfermedades, reconoció que el carácter aleatorio del bloqueo ha causado ansiedad y trastornos que «deben corregirse y evitarse».
Han surgido protestas en todo el país que se quejan de los cierres, pidiendo la destitución del presidente Xi Jinping en un raro empuje directamente contra el presidente chino y el Partido Comunista Chino.
«China es un país bajo el imperio de la ley, los ciudadanos chinos disfrutan de varios derechos y libertades legales que están totalmente protegidos por la ley», dijo el portavoz de salud chino Zhao Lijian. «Al mismo tiempo, cualquier derecho y libertad debe ejercerse dentro del marco de la ley».
Las imágenes publicadas en las redes sociales y en los medios de comunicación internacionales durante la semana pasada mostraban a ciudadanos que sostenían hojas de papel en blanco, simbolizando la férrea censura que el gobierno impone para sofocar cualquier disidencia.
La información sobre las protestas, que algunos llaman la «revolución del papel blanco», ha conseguido difundirse en la Internet china a pesar del férreo control de Pekín.
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