Por fin se estrena la esperada secuela del éxito de taquilla de 2009, Avatar. Dirigida una vez más por James Cameron, Avatar: La forma del agua retoma la historia 15 años después de la película original, con Jake Sully (Sam Worthington) viviendo pacíficamente con su compañera Neytiri (Zoe Saldaña) y su familia en Pandora. Sin embargo, su felicidad no dura demasiado cuando Miles Quaritch (Stephen Lang) regresa en busca de la muerte de Sully. Después de que los acontecimientos traumáticos golpeen demasiado cerca de casa para el una vez humano, Sully decide trasladar a su familia a través de los mares a la casa del clan del arrecife Metkayina para la protección. Pero, con Quaritch sediento de sangre, ¿será su decisión lo mejor para su familia o todo habrá sido en vano?
Como ya se ha dicho, el director James Cameron regresa para la secuela y vuelve a ofrecer una clase magistral de cinematografía. Su habilidad para equilibrar a la perfección el CGI, los efectos 3D y las imágenes reales sin afectar al aspecto de la película es realmente única. Tanto es así, que en algunos momentos te olvidas de que estás viendo una película de ficción y te sientes como si estuvieras viendo un documental sobre el mundo de Pandora. Cameron ha sabido expandir el universo de Pandora desde la jungla de Omaticayan hasta el arrecife de Metkayina sin esfuerzo. Cada minucioso detalle está meticulosamente planeado y hace de Avatar: la forma del agua una pieza visual realmente asombrosa.
Sin embargo, por muy visualmente impresionante que sea la película, la historia es mediocre en el mejor de los casos. Se supone que la película se centra en la familia, concretamente en la familia Sully, pero a lo largo de las tres horas y diez minutos que dura, Cameron mezcla tantas historias diferentes que ni una sola parece completa, ni los espectadores, por increíble que parezca, tienen tiempo de desarrollar ningún tipo de conexión con los personajes. En su lugar, gran parte del tiempo se centra en la belleza de las escenas y los personajes, en lugar de en una historia compleja y rica. Esto desvirtúa la experiencia global y hace que la película sea muy larga. No es hasta la última media hora de la película cuando te olvidas del tiempo que has estado sentado allí y te encuentras totalmente inmerso en la historia.
Worthington vuelve a encarnar a Sully en la secuela y en esta película se muestra aún más estoico que en la primera. Su personaje, que estaba en primer plano en la primera película, pasa a un segundo plano en ésta. Lo mismo ocurre con la Neytiri de Saldana. Su personaje pasa a un segundo plano durante la mayor parte de la película para centrarse en sus hijos, concretamente en dos de ellos, ¡sin spoilers! Es un extraño giro de los acontecimientos que nunca llega a conectar del todo con el público y, sinceramente, le hace un flaco favor a Saldana. Kate Winslet se une al reparto como la esposa del jefe Metkayina, y ofrece poco o nada a la película. ¿Cómo puede una película tener dos actrices increíbles y optar por utilizarlas tan poco?
Dicho esto, el principal foco de atención de La forma del agua son los niños. Jamie Flatters (Neteyam), Britain Dalton (Lo’ak), Trinity Jo-Li Bliss (Tuk) y Bailey Bass (Tsireya «Reya»). Lo cual no es malo, pero cada uno tiene su propia historia que no siempre conecta con la historia general.
Avatar: La forma del agua es una verdadera obra maestra en lo que se refiere a la fotografía, pero cuando se eliminan esas escenas, lo que queda es una película de hora y media de duración mediocre. A los amantes de la primera no les decepcionará. Para todos los demás, lo más probable es que sientan lo mismo. Si nunca has visto la primera y quieres ver esta, busca en Google la sinopsis o mira la primera antes de aventurarte a ver esta secuela. Personalmente, hacía años que no veía la primera, e incluso yo me sentía confuso a veces.
ENLACE ORIGINAL: http://www.beautifulballad.org/2022/12/15/review-avatar-the-way-of-water-is-a-cinematic-masterpiece-but-lacks-a-fleshed-out-story/
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