Existen muchas posturas profesionales, estudios y demás exponentes del tema afectivo-sexual, que siguen sustentando el enfoque y abordaje de la soltería voluntaria en el ser humano, añadiéndole un color atractivo bajo un matiz de logro existencial semi vanguardista o postmaterialista.
Ahora bien, no estoy en contra de los múltiples beneficios, confort y satisfacciones personales que nos puede hacer sentir la soltería voluntaria, ni mucho menos de su comprensión científica, pero, ¿quién explica la soltería involuntaria? ¿Cómo dar respuestas a aquellas personas que actualmente hacen variados esfuerzos (sanos) por construir una relación sólida que se proyecte en el tiempo y aun así, no lo consiguen?
Advierto: me refiero a los responsables afectivos, quienes buscan compartir lo mejor de ellos mismos con otros.
Siguiendo el mismo orden de ideas, la rapidez del sistema social desafía a estas personas a conformarse con un amor líquido. Sí, eso mismo: amor líquido. Este término fue propuesto por el sociólogo Zygmunt Bauman, haciendo especial énfasis en aquellas relaciones afectivas postmodernas que se caracterizan por falta de compromiso y solidez en sus vínculos emocionales, que terminan configurándose en una tendencia fugaz y superficial.
No obstante, aquellos que no se sienten cómodos con esta propuesta afectiva express, tienen que lidiar con los clásicos comentarios de la presión social: “Se te está pasando el tren”, “es que sigues soltero (a) porque eres muy complicado”, “No seas tan exigente”. De hecho, una parte del mundo, aún más el digital, sigue promoviendo a través de aplicaciones de citas, el amor pasajero: prueba éste, disfrútalo, suéltalo y toma el otro.
Por ello, las relaciones de entrada y salida imponen su tendencia ya que tiene una escasa implicación afectiva. Resulta fácil para los amantes del amor líquido pero bien incomodo y costoso para aquellas personas que priorizan el compromiso, la estabilidad emocional, solidez y construcción de futuro.
A modo de ilustrar lo anterior, les comparto una interesante experiencia que tuve hace algún tiempo en un lugar muy especial que ocasionalmente visito. Allí conocí al gran Lorenzo, un Guacamayo solitario que le llena los días de armonía y color a su noble y humilde dueño.
Sin embargo, al advertir que no estaba en una jaula sino en un árbol y ejerciendo su plena libertad, me dispuse a hacer las esperables preguntas: ¿Por qué Lorenzo se queda junto a usted, si puede irse? ¿Por qué no le consigue una pareja? Acto seguido, su dueño me responde lo siguiente:
– Luis, Lorenzo tuvo una pareja que murió hace varios años, y desde allí ha decidido estar solo, incluso se muestra indiferente ante aquellas aves que ocasionalmente merodean por este lugar.
Esto me sorprendió tanto, que decidí investigar y pude conocer que los guacamayos eligen sus parejas para toda la vida y por afinidad, es decir, pueden existir cinco guacamayos machos y cinco guacamayos hembras pero, si no se gustan, no se juntan.
Y esto no es lo más asombroso. Si por lamentables circunstancias un integrante de la pareja, muere, el otro vive el resto de su vida en solitario, tal como lo hace Lorenzo. Definitivamente, desde ese día no me lo he podido sacar de mi mente.
En conclusión, no debemos criticar a los que decidan vivir un amor líquido. De hecho, ese no es el punto de discusión, todo lo contrario, este articulo está dirigido a los que viven en los bordes del amor superficial, a los llamados “raros afectivos”, los que miran la manada desde un rincón social y que no les resulta muy fácil expresar su posición contraria al amor express.
A ellos quiero decirles: no son los únicos. Existen muchos como ustedes, no se conformen con amores líquidos, sean persistentes, mejoren sus filtros afectivos, modifiquen su método de selección afectiva, pero sobre todo, fluyan y sean ustedes. No oculten su posición de compromiso afectivo, porque lo peor que pudiera ocurrir, es que coincidan.
Psic. Luis Oropeza
FVP: 8482
@psicopracticala
Lea también: