Lo que era ya una tradicional costumbre venezolana –y tal vez mundial— de comer doce uvas en la noche del 31 de diciembre –o de año nuevo, como también la llaman muchos– prácticamente ha pasado a ser “una especie en extinción”.
De esa forma “parafraseada” se expresó ante los periodistas de EL INFORMADOR VENEZUELA el señor Isidro Rodríguez, quien regenta un puesto de venta de verduras en el Mercado Terepaima, de Barquisimeto.
De lo que se trataba era de que los propios expendedores de tal rubro nos ofrecieran, ellos mismos, una comparación entre la venta de uvas del año pasado por esta mima época navideña, y la de este año.
–Mire –explicó Rodríguez–, con decirle que, el año pasado, por aquí no se podía ni caminar, de tanta gente buscando, desde varios días antes, sus verduras para las hallacas, y, por supuesto, sus uvas para brindar, no
solamente el 31 de diciembre, sino también en la Nochebuena del 24.
–Y vea ahora cómo se ve esto –dice, al señalar los pasillos del sector de verduras-: Casi vacío por completo.
Nuestro interlocutor le atribuye las escasas ventas, tanto de las uvas como de los demás rubros, a la grave situación económica que vive el país.
–Y no tanto al alto costo de los rubros, que de verdad están caros, sino más que todo a la complicada situación económica de los venezolanos, cuyos ingresos casi no le dan ni para comer, y por supuesto, también a la super devaluación del bolívar con respecto al dólar.
En cuanto al precio de las uvas para su clientela, informó que las criollas tienen un costo de Bs. 80 el kilogramo, mientras que las importadas cuestan 200 bolívares.
Por último, ante otra pregunta, señala que, en este diciembre, la venta de uvas le disminuyó incluso en más del 50 por ciento.
–Y lo más triste es que, a como están las cosas, no creo que se incrementen mucho las ventas en estos dos días que quedan del año 2022.
Prefieren las mandarinas
En el Mercado Bella Vista, otro expendedor de verduras, Ángel Pérez, se expresa en términos similares.
–Las ventas nos han bajado bárbaramente –asevera— y yo diría que tal vez en mucho más de un 50 por ciento.
Incluso, hasta se atreve a afirmar:
–Mira: es que no hay venta de uvas, por lo menos para lo que nosotros esperábamos. Fíjate que, de ocho cajas que yo adquirí, ya tres cajas se me han podrido, y, por supuesto, he tenido que botarlas, y ojalá que no se me pudran otras.
-¿Y qué hace la gente? Pues, sencillamente, que, ante tan altos precios, lo que hace el cliente es que lleva mandarinas, que también están caras, pero mucho más accesibles que las uvas.
En tanto, José David Rico tiene un pequeño “tarantín” en su bicicleta de reparto, y se ubica en la carrera 19, esquina de la calle 24, con un minicargamento de manzanas, peras y uvas.
Y su letanía ante los periodistas es la misma: La venta de uvas está muy baja.
–Bajísima –asegura–, al extremo de que los clientes se decantan es por las mandarinas.
En cuanto al precio de las uvas que él vende, señala que la importada la tiene a 200 bolívares el kilogramo, mientras que la criolla la vende en entre 90 y 100 bolívares.
Reinaldo Gómez
Gráficas: Ángel Zambrano