En el diamante, bajo las luces de un estadio japonés, un muchacho de apenas 15 años sostiene el guante con la serenidad de quien nació para estar allí. Se llama Pablo Suárez, lleva el número 23 en la espalda y, aunque hoy defiende los colores de Italia en la Copa Mundial de Béisbol U-18, sus latidos siguen marcados por el tambor vibrante de Caracas. Su sonrisa –esa que no se apaga ni en los momentos de mayor tensión– se ha convertido en una estampa inolvidable para quienes lo han visto saltar por una línea imposible o conectar un batazo que rompe el silencio.

Pablo es hijo de la diáspora. Bisnieto de un italiano que en 1955 llegó a Venezuela buscando un futuro e hijo de padres que, en 2017, emprendieron el viaje inverso, llevando consigo a un niño que ya soñaba con el béisbol. A los 8 años aterrizó en Pianoro, un pequeño rincón de la provincia de Bologna, donde el béisbol parecía un deporte lejano. Allí encontró un campo y un equipo –el Pianorese Baseball Club– que se transformaron en su primera casa deportiva en Europa.

Pero sus raíces siguen latiendo con fuerza venezolana. Fanático de los Tiburones de La Guaira, idólatra de Francisco Lindor de los Mets, Pablo conserva una foto de su infancia con la camiseta azul guairista, pintado en el rostro como un superhéroe. Esa imagen resume lo que hoy encarna: un niño que no dejó de soñar y que, con disciplina y alegría, ha convertido sus aspiraciones en un presente deslumbrante.

Una carrera que no conoce fronteras

El ascenso de Pablo ha sido tan veloz como una línea al jardín central. A los 12 años ya vestía la camiseta de la selección italiana y levantaba el trofeo del Campeonato Europeo U-12. Un año después, lideraba a su equipo regional en el torneo clasificatorio para la Little League World Series, donde su madurez sorprendía a entrenadores y rivales por igual.

En 2024, su talento lo llevó a Colombia, al Mundial U-15, y más tarde a la prestigiosa Regensburg Baseball Academy en Alemania, vinculada directamente a la MLB. Allí, Pablo encontró un laboratorio de futuro: entrenamientos intensivos, estudios y la certeza de estar caminando un sendero que puede conducirlo al béisbol profesional.

Los reconocimientos no tardaron en llegar. Durante dos años consecutivos, ha sido incluido entre las 30 promesas más brillantes del béisbol europeo en el ranking Gateway U-16. Este 2025, en Japón, se ha ganado los reflectores con jugadas defensivas que parecen coreografías imposibles y con una energía que contagia incluso desde el dugout. El más joven titular de Italia, el más pequeño entre gigantes, pero con una presencia que engrandece cualquier estadio.

Venezuela en el corazón, Italia en el uniforme

La historia de Pablo Suárez es la metáfora de miles de venezolanos que, en medio de la distancia, siguen llevando consigo el eco de sus orígenes. Representa a Italia, sí, pero cada hit, cada sonrisa y cada salto llevan escondido el sello de la tierra donde aprendió a amar el juego: las calles de Caracas, los colores de La Guaira, la inspiración de la pelota criolla.

¿Será la MLB su próximo destino? Nadie lo sabe aún. Lo cierto es que Pablo ha demostrado que el talento venezolano florece en cualquier suelo, incluso a miles de kilómetros de casa. Su historia es un diamante en bruto, brillante y prometedor, que recuerda al mundo que los sueños, cuando están anclados en la pasión, no conocen fronteras.

Desde El Informador VE, lo seguiremos de cerca: porque cada jugada de Pablo es también un relato de Venezuela, un país que sigue brillando en la mirada de sus hijos, aunque el uniforme diga Italia.

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