El piano se ha quedado en silencio, pero el eco de su música retumbará por generaciones. El 6 de agosto de 2025 falleció Eddie Palmieri, el genio neoyorquino de ascendencia puertorriqueña que reinventó la salsa, electrificó el jazz latino y convirtió cada clave en una declaración de identidad. Tenía 88 años. Su muerte marca el fin de una era, pero también consolida su lugar como uno de los pilares indiscutibles de la música del siglo XX.
El piano está en silencio. A los 88 años, falleció Eddie Palmieri, uno de los más revolucionarios y trascendentales músicos de la historia de la música latina. El genio neoyorquino de ascendencia puertorriqueña partió rodeado de su familia, tras una larga enfermedad que apagó poco a poco su cuerpo, pero no su fuego musical. Su hija menor, Gabriela Palmieri, confirmó la noticia que desde anoche ha hecho temblar a melómanos, músicos y amantes de la salsa, el jazz latino y la música afrocubana en todo el mundo.
Palmieri fue un pianista virtuoso, un arquitecto sonoro, un innovador incansable, un visionario, fue el hombre que convirtió el piano en percusión, la salsa en sinfonía, la protesta en ritmo; y el Bronx en un centro creativo del siglo XX.
Nacido el 15 de diciembre de 1936 en el Harlem del Este, Eddie Palmieri creció en el Bronx dentro del seno de una familia puertorriqueña que emigró desde Ponce. En ese entonces, Nueva York era un hervidero cultural donde el mambo, el jazz y los ritmos del Caribe se cruzaban en las aceras, los clubs y las radios. Su hermano mayor, Charlie Palmieri, pianista también, fue su primera referencia y mentor musical.
Desde los ocho años, Eddie estudió piano formalmente, aunque su primera pasión fueron los timbales. A los 13 ya tocaba en la orquesta de su tío, y a los 15 decidió que su destino estaba tras las teclas. “Soy un percusionista frustrado”, diría después. Pero ese “fracaso” fue el origen de su gloria: su forma de tocar el piano era pura percusión, pura energía, pura calle.
En 1961 fundó La Perfecta, y cambió la historia. Con Barry Rogers en el trombón e Ismael Quintana en la voz, Palmieri rompió el molde de las orquestas charangueras. Cambió las trompetas y los violines por una sólida línea de trombones y una flauta, una fórmula que generó el sonido conocido como trombanga, potente, audaz, urbano.
Con influencias de Thelonious Monk, McCoy Tyner, y estructuras afrocubanas, La Perfecta redefinió la salsa: era agresiva, cerebral, bailable, y profundamente negra. En 1965, “Azúcar Pa’ Ti” se volvió un himno y fue reconocida por la Biblioteca del Congreso como una obra fundamental de la cultura estadounidense.
Entre el Grammy y el guaguancó
Palmieri fue el primer artista latino en ganar un Premio Grammy en 1976 con The Sun of Latin Music. En total obtuvo nueve Grammys, entre ellos por obras como Palo Pa’ Rumba, Simpático (con Brian Lynch); y el inolvidable Obra Maestra junto a Tito Puente.
Más allá de los premios, fue un músico del pueblo. En 1972 ofreció un concierto inolvidable en la cárcel de Sing Sing, clamando por la libertad desde el escenario. Tocó en barrios, festivales, estadios y cárceles con la misma intensidad.
Su discografía es vastísima. Justicia (1969) abordó la desigualdad racial. Harlem River Drive (1970) fusionó salsa, funk y soul con una conciencia social inusitada. Y Vámonos Pa’l Monte (1971) se convirtió en una celebración del orgullo caribeño.
Un filósofo de la música
Palmieri era un obsesivo del ritmo, del compás, del fraseo. Su teoría musical desafiaba etiquetas. Rechazaba el término “salsa”, prefería hablar de música afrocubana, afrocaribeña, incluso afromundial. Para él, tocar era una forma de hablar con los ancestros, de fusionar tradición con modernidad.
“El ritmo africano tiene siglos de historia. Yo solo agrego armonía moderna sobre esa base ancestral”, decía. En sus conciertos, podía citar a Chopin, Debussy, John Cage o el santero de la esquina, todo en el mismo solo.
Fue mentor de decenas de músicos. En 1987 lanzó La India con el álbum Llegó La India vía Eddie Palmieri. Colaboró con Lalo Rodríguez, Tony Vega, Cheo Feliciano, y por supuesto, con su hermano Charlie hasta su muerte.
El 2024 fue su último gran año. Residencias en el Blue Note de Nueva York, homenajes en Bryant Park, y la proclamación oficial del 18 de julio como el Día de Eddie Palmieri en la ciudad que lo vio nacer. Pero la salud ya le pasaba factura. Problemas pulmonares y cardíacos lo alejaron del escenario, aunque nunca del piano.
Murió en su casa, en silencio, como si se apagara una clave.
La historia de Eddie Palmieri no cabe en un obituario. Es parte del ADN sonoro de América Latina. Su música suena en los vinilos, en los samples del hip hop, en los festivales de jazz, en las esquinas del Bronx y en las playas del Caribe.
Le sobreviven su esposa Iraida, cinco hijos y cuatro nietos. Le sobrevivimos, también, todos los que alguna vez gritamos “¡Azúcar Pa’ Ti!” en una pista de baile. Todos los que entendimos que la música puede ser revolución, identidad y alegría al mismo tiempo.
Porque si existe un paraíso para los salseros, hoy está sonando fuerte el piano de Palmieri.
Gracias por tanto, Eddie. Que siga la descarga.
Fotos: AFP News