María Corina Machado, la líder opositora que podría sacar del poder a Maduro
María Corina Machado en campaña la semana pasada en Guanare, Venezuela. Las encuestas muestran que, previo a las elecciones del domingo, su movimiento cuenta con un amplio apoyo.
Despreciada por el autoritario presidente del país e incluso por sus propios colegas de la oposición, la ‘dama de hierro’ de Venezuela ha logrado la movilización de votantes más importante desde el surgimiento del chavismo.
Julie Turkewitz reportó desde Bogotá. Isayen Herrera y Adriana Loureiro Fernandez viajaron con la líder opositora a Guanare, Venezuela.
Recorre el país vestida de blanco, con rosarios colgando del cuello. Las mujeres lloran en sus brazos, los hombres le piden que los salve. La semana pasada, el gobierno detuvo a su jefe de escoltas, por lo que andaba por las calles sin protección.
Cuando subió al parabrisas de su auto destartalado —un escenario improvisado—, sus seguidores se abalanzaron sobre ella para tocarla. Uno de ellos le pasó un retrato dibujado a mano. En la imagen sin enmarcar, María Corina Machado estaba protegida por la bandera venezolana y los brazos de Jesucristo.
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“¡María!”, gritó una de sus simpatizantes, “¡ayúdanos!”.
Machado, de 56 años, es la líder de la oposición venezolana que más recientemente le genera miedo al partido gobernante. En cuestión de meses, ha salido de la periferia política para construir un poderoso movimiento social capaz de convocar a miles de personas en las calles y, quizá, a millones en las urnas electorales.
Ella no se postuló a las elecciones presidenciales, pero es la fuerza impulsora del principal candidato de la oposición, un diplomático poco conocido llamado Edmundo González.
La movilización que Machado ha catalizado se produce tras años de apatía política en Venezuela, donde el gobierno del presidente Nicolás Maduro ha sofocado protestas y detenido a disidentes, contribuyendo a impulsar un enorme éxodo de la población del país.
Un esfuerzo respaldado por el gobierno de Donald Trump para instalar a un joven legislador llamado Juan Guaidó como presidente interino fracasó, y el año pasado Guaidó huyó a Estados Unidos.
Ahora Machado, una exdiputada conservadora que en el pasado llegó a ser rechazada por sus propios colegas, no solo ha unido a la díscola oposición venezolana para respaldarla, sino que también ha cautivado a una amplia franja del electorado con la promesa de un cambio radical de gobierno.
Incluso sus antiguos críticos afirman que el movimiento de Machado es el más importante del país desde el que construyó Hugo Chávez, mentor de Maduro y fundador del proyecto socialista venezolano que ya ronda los 25 años de antigüedad.
Una diferencia clave es que “el chavismo se aglutinó en torno a una propuesta ideológica para el país” —el socialismo—, mientras que “el movimiento de María Corina gira en torno al hartazgo de la gente con el madurismo”, dijo Andrés Izarra, quien trabajó como ministro de Comunicaciones de Chávez antes de convertirse en crítico del gobierno y partir al exilio.
Bajo el mandato de Maduro, el país ha sido testigo de una extraordinaria contracción económica, la mayor registrada en un país sin guerra en al menos 50 años, según los economistas. Aunque la situación ha mejorado ligeramente en los últimos años, millones de personas siguen sin poder comprar alimentos suficientes o medicamentos esenciales.
Si Maduro se mantiene en el poder, las encuestas muestran que un gran número de venezolanos planea salir del país en un movimiento hacia el norte que podría comenzar semanas antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
“¡Por el futuro de nuestros hijos!”, gritaba una joven mientras el automóvil de Machado atravesaba con lentitud la ciudad de Guanare, ubicada a seis horas en carro desde el oeste de Caracas, la capital.
Esa mañana, el jefe de seguridad de Machado se había convertido en el último de una serie de miembros de la campaña opositora que han sido detenidos por el gobierno. Para eludir a las autoridades, la líder opositora salió de Caracas antes del amanecer, con las ventanillas de su coche todavía agrietadas por las pedradas de los partidarios de Maduro.
A última hora de la tarde, estaba trepada en el techo de su auto en Guanare, con pendientes de perlas y el cabello recogido en una coleta.
Los gritos de apoyo alcanzaron su punto álgido. Junto a ella, un hombre que iba sin zapatos preguntó cómo podía ayudar a protegerla.
En un discurso que apenas se escuchaba, pronunciado a través de un megáfono, Machado prometió reactivar la economía y traer de vuelta a los hijos que habían emigrado.
Su popularidad se pondrá a prueba este domingo, cuando el país celebre unas elecciones presidenciales que podrían poner fin a 25 años de gobierno socialista.
Desde que asumió el cargo en 2013, Maduro ha celebrado elecciones con la intención de legitimar a su gobierno. A menudo ha manejado las urnas a su favor, inhabilitando a los contrincantes que eran más populares o directamente amañando los resultados.
En enero, el Tribunal Supremo de Justicia dictaminó que Machado no podía postularse en las elecciones. Luego llegó la sorpresa: el gobierno permitió que su coalición designara a otro candidato, y González se convirtió en la opción de consenso.
Si la oposición gana, González, de 74 años, será presidente. Pero desde Washington a Caracas, todo el mundo entiende que Machado es el corazón del movimiento.
En una entrevista conjunta, ambos líderes se negaron a decir qué papel tendría Machado en un gobierno de González. Pero Machado dijo que creía que podían ganar.
“Nunca en 25 años hemos ido a un proceso electoral con una posición de tanta fuerza”, afirmó.
El país está en vilo a medida que se acerca la votación. Las encuestas muestran un enorme apoyo a la oposición. Pero Maduro ha mostrado poco interés en dejar el poder. La semana pasada, prometió en un acto de campaña que Venezuela caería “en un baño de sangre, en una guerra civil fratricida” si no ganaba.
Machado, la mayor de las cuatro hijas de una importante familia de empresarios siderúrgicos, fue educada en un elitista colegio católico en Caracas y un internado en Wellesley, Massachusetts. En una entrevista con The New York Times en 2005, definió sus primeros años como “una infancia blindada del contacto con la realidad”.
Se formó como ingeniera y luego ocupó un puesto en la empresa familiar, Sivensa, antes de trabajar con su madre en un hogar para niños abandonados.
Incursionó en el activismo político en 2002, cuando ayudó a fundar un grupo de defensa de los derechos de los votantes, Súmate, que acabó liderando un intento fallido de revocar a Chávez. Fue una de las dirigentes preferidas de Washington —el gobierno de Estados Unidos brindó apoyo financiero a Súmate— y se convirtió en una de las adversarias más odiadas de Chávez.
Pero no solo el gobierno la detestaba. Entre sus colegas de la oposición, a menudo se la consideraba demasiado conservadora, demasiado conflictiva y demasiado “sifrina” como para convertirse en líder del movimiento.
Ha dicho que la política que más admira es Margaret Thatcher, icono conservador conocido por su obstinación y su fidelidad al libre mercado. Machado apoya desde hace tiempo la privatización de PDVSA, la petrolera estatal, una medida que, según otros líderes de la oposición, pondría el recurso más valioso de Venezuela en manos de unos pocos.
En 2012, cuando Machado era legisladora, se enfrentó a Chávez en un debate televisado, acusándolo de robar a los venezolanos mediante expropiaciones.
Chávez se burló de ella. “Águila no caza mosca, diputada”, le dijo. Él era el águila. Ella era la mosca.
Por su retórica altisonante, periodistas y analistas empezaron a decir que Machado era la “dama de hierro” de su país, usando el apodo por el que Thatcher era conocida.
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Todavía existen dudas sobre la actuación de Machado en 2002, cuando militares disidentes y figuras de la oposición lideraron un golpe de Estado de corta duración que se proponía derrocar a Chávez. Machado se encontraba en el palacio presidencial durante la toma de posesión del nuevo presidente, Pedro Carmona.
En la entrevista de 2005 con el Times, Machado insistió en que ella y su madre estaban en el palacio ese día solo para visitar a la esposa de Carmona, una amiga de la familia, no para apoyar el golpe.
Más recientemente, en una entrevista de 2019 con la BBC, Machado destacó que las “democracias occidentales” deberían entender que Maduro solo dejaría el poder ante la “amenaza creíble, inminente y severa del uso de la fuerza” con el fin de sacar del poder a Maduro.
Pero hoy, los partidarios de Machado dicen que esta dureza y actitud confrontativa es exactamente lo que el país necesita.
Ella por su parte también ha moderado su tono, y ahora lidera con una suavidad traspasa las fronteras políticas, con la promesa de unir a las familias separadas por la migración.
Es madre de tres hijos adultos que viven en el extranjero.
Henrique Capriles, un líder de la oposición que en el pasado criticó a Machado, dijo que su independencia política en última instancia la beneficia, lo que le permite ganar la confianza de los votantes desencantados con el resto de la oposición.
Sin embargo, añadió que González, un diplomático tranquilo, podría ser más adecuado para la delicada tarea de desmantelar el sistema socialista de 25 años de edad. Dentro de sectores de poder como las fuerzas armadas, es probable que Machado sea vista como una figura antagónica que busca vengarse de quienes están asociados con Maduro.
En la campaña electoral, ha prometido “enterrar el socialismo para siempre” y crear un país donde “los malandros y los corruptos van presos”.
“Edmundo no genera miedo”, dijo Capriles. “No es una debilidad, sino una fortaleza”.
Hace una década, el gobierno prohibió que Machado pudiera salir del país considerando que su cabildeo en Washington era una amenaza. Ahora, parece que mantenerla en el país pudo haber sido uno de los mayores errores tácticos de Maduro.
Doris Lugo, de 40 años, asistió al acto en Guanare y explicó que su marido y su hijo habían salido del país en busca de trabajo.
“Pero ya regresarán”, dijo, segura de que González y Machado triunfarán.
“Tenemos la confianza en Dios”, añadió, “que la mosca va a cazar al águila”.
Anatoly Kurmanaev colaboró con reportería desde Caracas, y Genevieve Glatsky desde Bogotá. Kitty Bennett colaboró con investigación.
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