Mientras la larga batalla legal por la adquisición entre Elon Musk y Twitter parece estar llegando a su fin, el multimillonario pretende dar un giro a la fortuna de la plataforma despidiendo a aproximadamente el 75% de toda la plantilla de Twitter. Desde que Musk lanzó su oferta de 44.000 millones de dólares para hacer privada a Twitter, ha hablado públicamente de sus planes para convertirla en un negocio rentable. Se ha hablado de todo, desde el blockchain y la reducción de los anuncios hasta la monetización de las inserciones de tweets, como posibles planes para aumentar los ingresos.
Y lo que es más importante, Musk ha lanzado el cebo de crear una utopía de libertad de expresión en línea que atraiga el diálogo abierto tanto de la izquierda como de la derecha. Esos planes también incluyen la voluntad de restaurar cuentas como la del ex presidente de Estados Unidos Donald Trump, que fue expulsado de la plataforma por violar las políticas de contenido. Sin embargo, el primer objetivo de Musk fue el consejo de administración de Twitter, que contaba con miembros muy bien pagados que supuestamente no contribuían en absoluto a mejorar la situación financiera y el valor del producto de Twitter.
Parece que Musk comenzará su supuesta revolución de Twitter despidiendo a la mayor parte de su plantilla. Según documentos internos vistos por The Washington Post, Musk ha dicho a sus socios inversores que una vez que la adquisición sea un hecho, despedirá a alrededor del 75 por ciento de los empleados de Twitter. Esto dejaría a la empresa con unas 2.000 personas que se encargan de todo, desde el desarrollo de productos y las ventas hasta la crucial moderación de contenidos. Curiosamente, la propia Twitter tenía previsto despedir a una cuarta parte de su plantilla como parte de una reducción del presupuesto de nóminas por valor de unos 800 millones de dólares, pero esos planes quedaron aparcados cuando Musk llegó con una generosa oferta de 44.000 millones de dólares.
Se avecina un cambio de cultura, con riesgos
Twitter ha dicho a sus empleados que la empresa no está al tanto de los agresivos planes de despido de Musk, pero su plantilla habría respondido a la cobertura de la prensa expresando su consternación, y algunos incluso han dimitido. Se espera que el acuerdo de adquisición se cierre a finales de la próxima semana, lo que pondría inmediatamente a Musk al frente de Twitter. Pero lo más probable es que los planes de despido de Musk se interpongan en sus propias ambiciones. Empezando por el problema de los bots, Musk estaba tan molesto con que Twitter supuestamente mintiera sobre las cifras de bots que amenazó con cancelar el acuerdo. Musk suele elogiar a los empleados de Tesla por trabajar duro, pero reducir la plantilla en un 75% y además esperar que la reducida plantilla resuelva el problema de los bots de forma prioritaria suena poco realista.
Musk ha lanzado numerosas ideas en los últimos meses sobre cómo hacer que Twitter sea rentable. Pero para que Twitter sea una opción atractiva para los internautas y los inversores, necesitará desarrollar el producto para añadir nuevas funciones. Una vez más, hacerlo no será fácil con sólo una cuarta parte de los empleados que quedan en la oficina. Pero el mayor problema es la moderación, que se sitúa en el extremo opuesto del sueño de la libertad de expresión de Musk. Si se reduce la barrera de la moderación de contenidos -como Musk espera que ocurra bajo su propiedad-, las compuertas del discurso del odio, la desinformación y los contenidos de violencia sexual se abrirán como nunca antes. Esperar controlarlo todo, al tiempo que se reduce la plantilla, no va a ser un camino de rosas. Los expertos temen que, incluso si se emplea la IA para la moderación, Twitter se convierta en un infierno, más de lo que ya es.
