Álvaro Torrado: La salud pública en Venezuela ha retrocedido por lo menos 80 años
Para el doctor Álvaro Torrado, médico de gran prestigio y exitosa trayectoria como médico radiólogo en el estado Lara, en las dos últimas décadas la salud pública ha retrocedido al nivel de aproximadamente ochenta años, debido a que ha sido manejada por una cáfila de neófitos en salud pública a nivel central y con una prepotencia en donde ha prevalecido la política, que desconoce la realidad de los escenarios nacionales.
Producto de su vocación de servidor público, como profesional de la medicina y ciudadano comprometido de manera permanente con los valores esenciales de la sociedad democrática, el doctor Álvaro Torrado ha sido un luchador aliado de manera permanente con los procesos pacíficos orientados al rescate de la democracia y de reinstalar en Venezuela la plena vigencia de nuestra Constitución, por ello se incorpora al movimiento DECODE , donde de manera activa expresa su opinión y expone análisis de la forma en que debemos encarar las dificultades y buscar un esquema unitario que incluya en igualdad de condiciones a los partidos políticos y la sociedad civil organizada.
DIAGNÓSTICO CON BASE CLÍNICA
Al solicitar al doctor Álvaro Torrado un diagnóstico sobre la salud pública en Venezuela, no acude a estadísticas, indicadores ni parámetros metodológicos para darnos su criterio. Como buen médico de la escuela humanística expresa que a nivel de la salud pública se ha ido perdiendo, lastimosamente, la relación médico-paciente .esa relación necesaria para crear confianza de parte del paciente y del médico y así conocer mucho mejor su historia familiar de salud, inicio de dolencias que lo trajeron a la consulta, para luego iniciar un examen clínico. Muchas veces nos encontramos que los problemas a nivel familiar, especialmente en estos momentos de fatiga económica, casi ausencia de servicios básicos y tantas otras penurias, llevan a la creación psicológica de reacciones orgánicas de parte del paciente que lo lleva a simular, de manera inconsciente, lesiones orgánicas inexistentes, motivos de consultas médicas. Todo eso se refleja en las estadísticas generales, quiere decir que la tragedia socioeconómica del país se convierte en causa eficiente de enfermedades que padecen muchos venezolanos.
En la Venezuela democrática se hacía buena medicina de salud pública a nivel de comunidades con el objeto de combatir epidemias y controlar enfermedades de amplio contagio, recuerdo las campañas emprendidas por el servicio de Malariología en donde su personal de campo tenía ética y responsabilidad de trabajo; la campaña emprendida por la división de tuberculosis fue un gran ejemplo de ello. También recuerdo que a finales de la década de los sesenta, cuando hacia curso medio de salud pública, trabajé en Caracas y también haciendo jornadas de trabajo a nivel rural, especialmente en el estado Aragua, en los inicios de lo que se llamó medicina simplificada cuyo creador fue el doctor José Ignacio Baldó y que consistía en conocer las entidades nosológicas propias de las diferentes regiones del territorio nacional. Con base a este conocimiento se entrenaba al personal de medicaturas y dispensarios rurales con poblaciones menores a mil habitantes y distantes de centros urbanos para que atendieran a estos pacientes, con la premisa de tratar de mejorar la salud de la población venezolana y darle mejor estándar de vida. Este programa dio sus frutos y tuvo éxito en su ejecución.
Hemos retrocedido mucho; cuando ejercía como médico rural en la población de la Fría, estado Táchira, en carácter de jefe de la unidad asistencial era zona endémica de paludismo y acudían con bastante frecuencia pacientes con esta afección, así como pacientes con emponzoñamiento ofídico (mordidos de serpientes). La medicatura estaba dotada de todos los medicamentos para estos casos. A todos los pacientes febriles se les tomaba muestra de sangre (gota gruesa) que era enviada al servicio de Malariologia. Por cada paciente febril y por la toma de esta muestra la enfermera recibía un bolívar como estímulo a su trabajo y por cada muestra con resultado positivo para paludismo se les estimulaba con cinco bolívares. Respecto a los emponzoñamientos ofídicos en algún momento conté en la nevera de la medicatura ciento once tratamientos. Qué tristeza sentí hace algunos días cuando informaron la muerte de una persona en Falcón por falta de suero antiofídico. Insisto, los hospitales, medicaturas y dispensarios rurales, en la Venezuela del siglo pasado, gozaban de todos los insumos necesarios para el tratamiento de los pacientes que acudían a estos centros de salud.
En Venezuela el desarrollo de la medicina se hizo con visión humanitaria. Los médicos nos debíamos al juramento hipocrático y asumíamos nuestra profesión como un instrumento de servir a nuestros semejantes. Esto todavía se enseña en nuestras universidades a pesar de tantas carencias y dificultades, las cuales hacen que muchas veces no podamos a nivel público cumplir con estos objetivos. También agradecemos que tuvimos la oportunidad de ampliar nuestros conocimientos al poder hacer nuestras especialidades que nos llevó a mejorar nuestros horizontes económicos con el ejercicio de la medicina privada, pero jamás claudicamos en nuestras responsabilidades con sentido ético.
Trabajando en el hospital Antonio María Pineda nos pusimos de acuerdo en base a una propuesta de los doctores Theoscar Sanoja y Rafael Agüero para unificar los precios de los servicios radiológicos a nivel privado mediante un sistema remunerativo pero justo; en mi caso lo he cumplido desde ese momento hasta ahora porque tengo un controlador implacable que no permite cobrar más de lo debido: mi almohada.
Actualmente sufro al ver como cada día aumenta el número de pacientes sin posibilidad, sin capacidad de pago, para atender a sus tratamientos, cuando nuestra constitución reza que el Estado Venezolano está en el deber de preservar y restaurar la salud de toda persona que viva en nuestro territorio, por esta razón, quienes tienen capacidad de pago acuden a clínicas privadas para tratar de restaurar su salud; el grueso de la población espera un final trágico inexorable, cuando pudieran superar sus padecimientos si existiera una medicina pública como la que existió en los servicios públicos en la Venezuela de ayer.
PROPUESTA
Tal y como está la situación actual de la medicina pública en Venezuela no hay soluciones mágicas. Aquí la infraestructura física está por el suelo; la incorporación de personas con títulos de médicos sin la formación académica necesaria es de efectos nefastos. El llamado sistema Barrio Adentro destruyó el sistema de registro de información sobre enfermedades porque no reportan a donde deben hacerlo y sus diagnósticos son de dudosa veracidad.
Reconstruir el sistema hospitalario y la red de servicios ambulatorios es un proceso de años y de mucha mística de la que en la actualidad se adolece. Si por algo debemos iniciar el proceso de rescate de la salud pública en Venezuela es mediante el ejercicio de la caridad cristiana, volcándonos todos de manera solidaria a recuperar instalaciones y prestar servicios médicos con el auxilio de las instancias internacionales, donde nosotros como médicos formados dentro de las exigencias científicas, podamos aportar nuestro granito de arena.
UN CAMINO DE LOGROS
Nací el 27 de enero de 1938, en Pamplona, Colombia. A los pocos meses de nacido mi familia fija residencia en Cúcuta para después en 1942 venirse a Venezuela y residenciarse en Bachaquero, estado Zulia. Allí crecí e hice mis estudios de primaria en el grupo escolar John Dewey. Después de salir de primaria pierdo algunos años de estudio ya que no había institutos de educación secundaria. Por iniciativa del cura párroco de la localidad, padre Emilio Dalhora, se abre un instituto de secundaria y allí me inscriben en primer año que lo curso con toda normalidad y éxito. Por cierto, el profesor de inglés fue Juan Pujol, el famoso Garbo, doble espía, responsable del fracaso de Hitler en el desembarco de Normandía, que la Corona Británica lo tuvo escondido por muchos años en Venezuela. Comienzo el segundo año y faltando pocos meses para finalizar el año por problemas que no vale la pena comentar, debo terminar este año en el colegio Santa Rosa de Lima en Lagunillas, a veinte kilómetros de Bachaquero. Luego nos mudamos a Caracas. Curso mi tercer año de bachillerato en el liceo Luis Espelosin. Como este liceo no tenía cuarto y quinto año de bachillerato curso estos años restantes en el liceo Aplicación. Hago mis estudios de medicina en la Universidad de los Andes, Mérida y en el año de 1965 me gradúo de médico cirujano.
Hice medicina rural en la Fría, estado Táchira, de allí me llaman para hacer el curso medio de salud pública. Al terminar el curso me nombran jefe de la medicatura-hospital de Capacho, estado Táchira. Durante tres años trabajé como instructor de los servicios locales de salud pública docente de la Universidad de los Andes, después soy enviado a realizar curso de Tisiología y Neumonología al Instituto el Algodonal, Caracas, y al terminar el curso me nombran médico jefe de la red primaria de tuberculosis del Distrito Torres, con sede en Carora. Allí también ejerzo la medicina privada y soy fundador del grupo médico del Centro Médico Carora, en donde también realizo la construcción de su sede en el terreno que los vecinos llamaban “el hueco de la Lara”, en la calle Lara, antigua cisterna de Guzmán Blanco. Contraigo matrimonio con quien hasta el día de hoy es mi esposa, doctora Ana Josefina Hernández, hija de José Ramón Hernández, Don Cherra ,muy conocido en esa ciudad… procreamos tres hijos, hoy todos profesionales universitarios y ciudadanos a carta cabal. Luego hago postgrado de radiología en el hospital Antonio María Pineda, en Barquisimeto. Ya finalizando el postgrado el grupo médico de la Policlínica Barquisimeto me invita a trabajar con ellos, invitación que acepto y me hago socio propietario. El mismo día que se inicia la construcción de su nueva sede en la avenida Los Leones, nos vamos a la ciudad de México a realizar el curso de radiología en Otorrinolaringología en el centro radiológico especializado de esa ciudad y curso Neurorradiología en el Instituto Nacional de Neurología en la ciudad de México. En ese mismo lapso de tiempo, mi esposa realiza postgrado de Radiología. Regresamos a Barquisimeto y hasta la fecha sigo activo en mi profesión.
También soy amante del campo y he sido avicultor, ganadero y cañicultor.
Jorge Euclìdes Ramírez
Foto: Cortesía AT
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