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Tertulias de Café/ Maximiliano Pérez

Cuando La Tarde Languidece…”

La trova de los cafetales venezolanos se niega a desaparecer; renacen las sombras y amenazan con destruir las esperanzas de las familias que en pleno siglo XXI sobreviven en habitas prehistóricas, ranchos con paredes de bahareque, piso de tierra, cocinando con leña, sin tener electricidad y sin letrinas. Hace más de veinte años médicos del Municipio Pinto Salinas y del municipio Morán denunciaron como un problema de salud pública, a la situación de hambre, desnutrición, parasitosis, enfermedades endémicas, lumbalgias, accidente cerebro vasculares y cardiovasculares, y hasta los suicidios ingiriendo herbicidas o por ahorcamiento; nefasta determinación que habían tomado algunos productores de café al no poder honrar sus deudas; dificultades impuestas, entre las cuales subsiste el linaje que llevó al estandarte patrio a la cúspide del mundo, allá, en el año 1886, cuando se reconoció al café producido por la Finca Covalonga de los Valles de Aragua… “como el mejor café del mundo.”

Éramos el segundo país productor de café del globo terráqueo, lugar cuantificado por la cantidad de café que exportábamos, lo que hizo que el mal llamado Benemérito Juan Vicente Gómez, fanfarroneara el haber pagado la deuda externa venezolana, con las divisas provenientes del café que exportábamos.

La debacle comenzó, para quienes fueron los “Guardianes Gratuitos del Ambiente,” con la depresión económica de los años 1929 y 1930, más allá de las pérdidas materiales que sufrieron los integrantes de una clase social próspera, fueron muchos los que pagaron con sus vidas la hecatombe que destruyó sus unidades de producción y, la depresión espiritual les hizo doblegar sus esperanzas. Los precios internacionales impuestos en aquella época fueron peor que una invasión de Langostas.

Pero muchos caficultores entre “subidas bajadas y brincos” como dijo el poeta del pueblo, Andrés Eloy Blanco, en su poema “La Loca Luz Carabaño…” lograron subsistir.

La producción cafetera venezolana, cultivada generacionalmente, por los integrantes de las familias (padres, niños, tíos, abuelos, bisabuelos, primos, etc., etc.) enraizadas en áreas inhóspitas, supo superar la Guerra de Independencia, la Guerra de Federación, golpes de Estado, rebeliones, montoneras, a incendiarios de caseríos, pueblos y sabanas, esclavistas que vendieron, al gobierno de turno, a niños que fueron sus esclavos, como lo fue Ezequiel Zamora (Los documentos probatorios están en el Registro Público de Ciudad Bolívar); superó a desastres telúricos, oprobiosas dictaduras, sequías, y torrenciales periodos de lluvia, a la guerrilla inclemente que mataba a nuestros muchachos, cuando pagaban el llamado “Servicio Militar Obligatorio” y eran emboscados inclemente, inmisericorde y cobardemente, en las montañas; pero, los caficultores superaron épocas dificilísimas, aun sin tener financiamiento, apoyo técnico, maquinarias o equipos para despulpar, secar y/o trillar el café; sin fertilizantes, agroquímicos, herbicidas y/o productos para el control de plagas y enfermedades….

Lo que no pudo superar la producción cafetera venezolana fue a la “Revolución del Siglo XXI”, que llegó con el pregón de que, “ser rico es malo,” e impuso precios viles al trabajo, esfuerzo, tesón perseverancia e inversión de un sector de la sociedad venezolana extremadamente pobre, pero poseedora de una invaluable voluntad de trabajo y de una dignidad inquebrantable.

El éxodo desde el hábitat natural de las familias caficultoras, comenzó hacía los pueblos y ciudades, donde muchos de ellos, se integraban a la delincuencia o a las drogas; las mujeres que eran dueñas de sus unidades de producción (Fincas), en el mejor de los casos optaban por ser empleadas domésticas y otras se dedicaban a la prostitución, y a medida que el desastre económico se acentuó, fueron formando parte de la diáspora inclemente que ha destruido la base de la sociedad caficultora… “La familia.”

Esta situación hace casi imposible la recuperación de la caficultura a los estándares del año 1998, destruidos por un sistema político económico, demostradamente desfasado y fracasado en todas las regiones del mundo donde se ha pretendido “imponer,” simplemente, porque la mano de obra en cantidades suficientes, es imprescindible para su cultivo, ya que en las zonas donde se siembra es prácticamente imposible su mecanización.

Hasta el año 1998, Venezuela producía 1.550.000 quintales de café/año; consumíamos 950.000 quintales/año y EXPORTÁBAMOS 600.000 quintales /año; según cifras del “Fondo Nacional del Café, FONCAFÉ.”

Ahora, no hay cifras estadísticas creíbles, pero estimamos que no llegamos a los 200.000 quintales de café/año producidos, esto, según números emanados del Sindicato Nacional de “Café Venezuela” que, en rueda de prensa nacional, para presionar al gobierno a “IMPORTAR” café, porque tenían sus torrefactoras casi paradas, trabajando al %20 de su capacidad instalada, aseveraron que, de 1.100.000 quintales de café que habían procesado, tan sólo él %5,8 era de café venezolano, o sea 63.800 quintales.

En el restablecimiento del Estado de Derecho que pare la violación de nuestros Derechos Humanos, está la solución, y esto ya está expreso en el “Estamento Legal venezolano.”    

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