Reseña de la Añoranza/ Iván Brito López
El Esnobismo y el Patrimonio Cultural
Un viejo adagio reza que “…obras son amores y no buenas razones…” relativo que palabras sin hechos, son solo palabras y las palabras se las lleva el viento, sin embargo, los mensajes que subyacen en las palabras muchas veces, quedan grabados en el subconsciente, formando la codificación mental con que analizamos y comprendemos el mundo que nos rodea.
Para Jaime Nubiola (2021), Catedrático de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, España, “…nuestras palabras están vivas no porque las palabras signifiquen mágicamente algo por ellas mismas, sino porque con ellas vivimos. Son una cuestión moral. Por eso es decisivo cuidar no solo qué decimos, sino cómo lo decimos…”
De esta forma, nos encontramos con el “esnobismo”, derivada del inglés snob, relativo a esclavo de la moda, que de acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española entre sus varias acepciones, la que viene a colación se refiere a: “…exagerada admiración por todo lo que es de moda…”. El esnobismo por consiguiente, parece haber existido, aunque bajo formas atenuadas, desde el origen mismo de la civilización. Según el Diccionario de la Real Academia Española, un esnob es “una persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos a quienes considera distinguidos”, razón por la cual, el esnobismo tiene una larga historia, que por otra parte, no es juiciosamente lineal: después de altibajos, conoce una ruptura capital cuando, hacia mediados del siglo XIX, el novelista inglés William M. Thackeray populariza las palabras esnob y esnobismo, dando así a esta actitud, al mismo tiempo que un nombre, una consistencia y una amplitud inédita, que ya no serán desmentidas desde entonces.
Según Luis Felipe Ramón y Rivera (1959): “…en América no ha sido pareja la admisión de corrientes modernas de cultura, así como el desarrollo económico tampoco ha sido igual; y ocurre que al fenómeno de superpoblación, la penetración de vías de comunicación, en suma, a todo aquello que durante tantos años se denominó “progreso”, sucedió un resquebrajamiento de lo tradicional y en consecuencia, el comienzo de la extinción de esa misma tradición (…) Si nuestro país, como algunos pocos de América, puede hoy enorgullecerse de poseer un rico folklore, ello se debe precisamente al retardo con que ese progreso influyó sobre nuestras costumbres…”
Luego de la muerte del General Juan Vicente Gómez en diciembre de 1935, y al encargarse de los destinos de la Nación el General Eleazar López Contreras en 1936, se habló que Venezuela había entrado al Siglo XX con 36 años de atraso. Con ello, se impuso un criterio que había que impulsar al país hacia la modernidad, dándose la importantísima reforma constitucional de 1936, que sentó los cimientos del Estado Moderno Venezolano bajo esta óptica.
Sabemos, que en nuestros días puede ser esnob despreciar una red social en favor de otra, supuestamente más actual y glamorosa, leer a Nietzsche, usar una marca determinada de ropa, abundar en un lenguaje sarcástico y corrosivo, escuchar ópera o grupos del momento, buscar con frenesí todo aquello que sea “exclusivo” o beber una marca de vino determinada. Insistimos, cada una de las acciones dichas puede ser vivida desde el esnobismo, o no. Ocurre que la “esnobeada” no es “la cosa” en sí, sino la actitud que tenemos ante ella. No en vano el perspicaz lingüista que escribió la definición en el diccionario apuntó a la “afectación”, es decir, al grado de sobreactuación e inautenticidad que permite descubrir (si sabemos ver) al esnob y distinguirlo de aquellos que no lo son.
Sobre esta misma perspectiva, el esnobismo viene de una mirada competitiva del mundo, con superiores maravillosos y con inferiores que merecen pena o desprecio. Claramente, cuando se actúa dentro del esnobismo se asume la postura de querer ser superiores o, más aún, querer que otros sean inferiores, lo que no es lo mismo. La idea de sustituir lo anterior por un nuevo orden, estaba orientada de buena fe, a enrumbar a Venezuela hacia promisorios destinos de progreso y prosperidad, a la que estaba llamada a ser esta Nación, luego de 27 años de férrea dictadura gomecista, que había sumido a Venezuela en un tremendo atraso según la mayoría de los autores.
De acuerdo a Rebeca Gerardina Padrón García (2017), la forma de gobierno del Presidente Eleazar López Contreras 1936-1941, fue reflejo de un personalismo político de voluntarismo institucionalizador en un período de transición, que buscó construir el progreso y sembrar las bases de una apertura democrática en el país, a partir de la visión progresista de este gobernante, mediante el cumplimiento de objetivos políticos por vías de la creación y fortalecimiento institucional que evidencia su forma de gobierno y proyecto global. Padrón García, toma como punto de partida la Constitución de 1931 y 1936, el Programa de Febrero de 1936 y los diversos debates políticos, discursos y decretos denunciadores del Pensamiento Político Venezolano del Siglo XX.
Ello, nos proporciona un panorama de cómo, esa búsqueda por conducir al país hacia la modernidad desde el punto de vista material, tendrá un impacto tremendo en la cultura ciudadana, en cuanto al desprecio por lo que había y su excesiva admiración hacia lo nuevo en la mayoría de los casos.
De la igual manera, durante la administración del General Isaías Medina Angarita, Venezuela fue el primer productor de petróleo del mundo, siendo el gobierno del General Medina el transcurrido durante la Segunda Guerra Mundial. En este periodo, fueron legalizadas las toldas partidistas de todo el espectro político, estableciendo el sufragio femenino municipal, y se decidió seguir el plan trazado por el ministro Alberto Adriani para diversificar la economía del país “…en sus aspectos agrícola, pecuario, minero e industrial, a fin de que la riqueza de la nación sea sólida y vigorosa y no se halle expuesta a las contingencias graves e impredecibles que normalmente pueden afectar a un solo producto o a una sola actividad…”, según los manifiesto por el propio General Medina quien propulsó la creación de la Junta de Fomento de la Producción Nacional, después llamada Corporación Venezolana de Fomento, para otorgar créditos destinados a fomentar la producción venezolana.
Con el golpe de Estado de 1945, liderado por la joven oficialidad militar donde descollaban Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez y a la que sumó Acción Democrática, bajo el liderazgo de Rómulo Betancourt, autodenominado la Revolución de octubre, se sucedieron las primeras elecciones universales directas y secretas donde quedó Presidente de la Republica Rómulo Gallegos, quien será derrocado en 1948 y de ahí en adelante asumirán el control del país los militares hasta 1958.
En esta época, surgirá lo que será conocido como “El Nuevo Ideal Nacional”, cuya doctrina según Rafael Cartay (1999), aparece enunciada oficialmente, por primera vez, por el Teniente Coronel Marcos Pérez Jiménez, Ministro de Defensa y miembro de la Junta Militar de Gobierno, en su discurso de clausura de la Convención de Gobernadores de Estado y Territorios Federales, el 13 de marzo de 1949:
“…Debemos admitir que nos ha faltado ese elemento fundamental de la vida de los pueblos que consiste en la formulación clara y precisa de un ideal nacional, capaz de obligarnos a un acuerdo de voluntades para su plena realización. Ese ideal (…) comporta dos formas fundamentales de enunciación colectiva: de un lado el aprovechamiento de nuestro acervo histórico como manantial de valores morales, y del otro, la utilización adecuada de los recursos naturales del país para mejorar la suerte de los venezolanos actuales, especialmente la de los menos favorecidos y legar a las generaciones futuras una patria más próspera (República de Venezuela, 1954, p. 99)…”
Asimismo, Pérez Jiménez en su discurso de clausura de la Semana de la Patria, pronunciado el 6 de julio de 1954, en la sede del Centro de Instrucción de las Fuerzas Armadas, comenta el citado auto que, hablando entre militares, Pérez Jiménez indicó que la filosofía política del régimen consistía en “encauzar la acción pública”, “orientar la actividad de la población” y “formar una conciencia nacional para la grandeza y desarrollo de la patria”. Enunciando así los nuevos objetivos del Ideal Nacional: “…transformación racional del medio físico y mejoramiento de las condiciones rurales, intelectuales y materiales de los habitantes del país…” (Pérez Jiménez, 1954a).
Este contexto histórico es imprescindible para definir el conjunto de circunstancias y situaciones en que el esnobismo comienza a ganar terreno. Pues, no en vano el perspicaz lingüista que escribió la definición en el diccionario apuntó a la “afectación”, es decir, al grado de sobreactuación e inautenticidad que permite descubrir (si sabemos ver) al esnob y distinguirlo, es una noción que apunta a comprender los rasgos de la sociedad, la política y la economía, a la vez que muestra como el esnobismo afecta o influye en la “…transformación racional del medio físico y mejoramiento de las condiciones rurales, intelectuales y materiales de los habitantes del país…”
El análisis de este contexto histórico es importante porque permite constatar la modificación del medio físico de nuestras ciudades, bajo la concepción que había que eliminar los viejo e implantar lo nuevo, demoler las viejas casas y levantar nuevas construcciones, dándole paso así al progreso, no obstante, lo que palpitaba de manera subyacente, era una desproporcionada sed de riqueza a través del negocio de la construcción, que ciertamente mueve múltiples engranajes de la economía, siendo muchos los intereses creados a tal efecto. En este sentido, el historiador Rafael Domingo Silva Uzcátegui, en la edición de su Enciclopedia Larense publicada en 1969, señala con respecto al terremoto de El Tocuyo acaecido en 1950, que si bien es cierto que el sismo afectó fuertemente a la Ciudad Madre, no era tampoco para haber efectuado las demoliciones en la escala en que se hicieron y acota: “…Venezuela es quizá el único país del mundo donde se ha demolido una ciudad entera, por el sólo espíritu del lucro…” Ello, nos permite comprender la razón subrepticia por la cual el esnobismo ganó tanto terreno y se enraizó para causar tanto daño, imponiéndose como una filosofía que muchos siguieron sin detenerse a pensar en las consecuencias de aquello y su relación con el entorno, es decir con el Patrimonio Cultural.
Para Miguel Espeche (2023): …“Nada de lo humano nos es ajeno”, decían, por lo que vale una amable mirada sobre nuestro “esnob interior”. Es inseguro y frágil el pobre. En un mundo cruel, el esnobismo es un refugio de cristal, pero refugio al fin. Como juego, a veces es divertido, pero si lo tomamos demasiado en serio termina siendo una cárcel de la que es mejor salir pronto para que no se derrumbe con nosotros adentro…
Y es que, el esnobismo en territorio venezolano esta estrechamente de la mano con el consumismo, que es la tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios. Esta última frase, “no siempre necesarios”, como ocurrió con la demolición de los templos cercanos a El Tocuyo, porque la onda sísmica del movimiento telúrico de 1950, supuestamente había afectado dichas poblaciones y por lo tanto, se decidió demoler todas las antiguas iglesias de aquellos sitios, para construir unas nuevas, con lo cual la picota del “progreso” arrasó los templos de las poblaciones larenses cercanas a El Tocuyo como Anzoátegui, Guarico, Sanare, Chabasquen y Humocaro Bajo, resultando que al llegar a Curarigua, el personal del Ministerio de Obras Públicas se encontró con una poblada que impidió que demolieran su viejo templo, pero como el contrato estaba hecho, igual construyeron un nuevo templo católico en otro sitio dentro de la misma población, lo que es demostrativo, que “no era necesario”, ya que aun se encuentra perfectamente en pie el viejo templo de Curarigua, además que en esa época de manera espontánea, natural y de identidad cultural con su pueblo, los curarigüeños tuvieron una actitud ejemplar, que vista a la distancia, estuvo muy a tono con lo manifiesto en el Artículo 2 de la actual Ley de Protección y Defensa del patrimonio Cultural: “…es obligación prioritaria del Estado y la ciudadanía, la defensa del Patrimonio Cultural…”, enunciado puesto en práctica por la comunidad del entorno de la Plaza Miranda de Barquisimeto, que no permitió, que demoliesen los postes de concreto armado que desde 1952 forman parte del conjunto arquitectónico de la misma.
Desde los años 50, con la “…transformación racional del medio físico y mejoramiento de las condiciones rurales, intelectuales y materiales de los habitantes del país…” la voracidad de los políticos y los empresarios y comerciantes acólitos a estos, han sido los grandes fomentadores del esnobismo, dada su exigua cultura y su fragilidad nacionalista, centrada en la mayoría de los casos en la exclusiva transformación del medio físico únicamente por negocio, sin importar nada ni nadie. Erigiéndose la concepción que es mejor deformar o demoler que restaurar y al parecer es inconcebible, restaurar para revitalizar, como lo ha demostrado una exitosa experiencia internacional en este orden de ideas, lo que quedó puesto de manifiesto en 1992 por la Fundación Cultural José Ángel Lamas, al haber efectuado en Caracas el formidable “Encuentro sobre Conservación y Desarrollo de Centros Históricos y Tradicionales”, donde pudimos palpar de manera fehaciente, excelentes intervenciones de restauración y conservación de disimiles patrimonios culturales para su incorporación a la dinámica urbana, sin que estos perdiesen su valor estético, arquitectónico, constructivo e histórico, pasando a formar comercios, posadas, hoteles, restaurantes, las más variadas tiendas, como lo indica el articulo 12 de la Ley Orgánica de la Cultura de Venezuela (2014) “poner en uso social el Patrimonio Cultural”
Cuando hace poco, fueron derrumbados la mayoría de los artísticos y robustos postes de concreto armando de 1952, de la Plaza Juan Pablo Wohnsiedler, se escuchó la desafortunada expresión, “hay que modernizar la plaza”, evidenciándose indudablemente una postura netamente esnobista, pues nos remite a la reflexión ¿qué es modernizar?, ¿qué es progreso?
Barquisimeto, domingo 6 de octubre de 2024.
Fuentes Consultadas:
Cámara de Comercio del Estado Lara (1952) Guía Económica y Social del Estado Lara. Editorial Continente. Barquisimeto. Venezuela.
Cartay, R. (1999) La filosofía del régimen Perezjimenista: El nuevo ideal nacional. [Trabajo en Línea] Disponible en: http://iies.faces.ula.ve/Revista/Articulos/Revista_15/Pdf/Rev15Cartay.pdf
Real Academia Española (1970) Diccionario de la Lengua Española. Editorial Espasa-Calpe. Madrid. España.
Fundación Cultural José Ángel Lamas (1992) Encuentro sobre Conservación y Desarrollo de Centros Históricos y Tradicionales. Caracas. Venezuela.
Ley Orgánica de la Cultura (2014). Gaceta Oficial Extraordinario No. 6.154. Noviembre 28, 2014. Caracas.
Ley de Protección y Defensa del patrimonio Cultural (1993) Gaceta Oficial Extraordinario No. 4.623. Septiembre 3, 1993. Caracas.
Espeche, M. (2023) El peligro del esnobismo, ¿qué esconde la actitud competitiva que busca ser superior a los demás? [Artículo en Línea] Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/el-esnobismo-nuestro-de-cada-dia-nid2426622/
Padrón, Rebeca (2017) Del gendarme al prestigio moral necesario: La Transición en el gobierno de Eleazar López Contreras. [Trabajo en Línea] Disponible en: https://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315-94962017000200008
Ramón y Rivera, L. (1959) La Música. Aparte del libro: Panorama del Folklore Venezolano. Una obra de la Biblioteca de Cultura Universitaria de la UCV. Editorial Arte Caracas.
Rouvillois, Frederic (s/f) Historia Del Esnobismo. [Información en Línea] Disponible en: https://www.libreriaamericalatina.com/libros/9789506202897
Silva, R. (1969) Enciclopedia Larense. Escuelas Prof. Sagrado Corazón de Jesús. Madrid. España.
Universidad de Navarra (2021) La Importancia de las Palabras [Artículo en Línea] Disponible en: https://nuestrotiempo.unav.edu/es/grandes-temas/la-importancia-de-las-palabras
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