LA GRAN AMENAZA DE LAS ENFERMEDADES NEURODEGENERATIVAS
Uno de los desafíos del siglo XXI es saber qué pasa ahí arriba: ¿por qué vivir más de cien años si apenas recordamos? ¿Podemos reparar nuestro centro de mando? Pascual Sánchez, neurólogo y director Científico de la Fundación Centro de Investigación de Enfermedades Neurológicas (CIEN), adscrita al Instituto de Salud Carlos III, que cuenta con el apoyo y financiación adicional de la Fundación Reina Sofía, es tajante: «Estamos lejos de trasplantar cerebros».
Lo que es una solución efectiva y real para otras piezas del organismo no lo es para el cerebro.»El cerebro se ha visto hasta ahora desde un punto de vista bastante estático, aunque sabíamos que es plástico. Con una estructura funcional muy predefinida», explica el neurólogo José A. Obeso Inchausti, director del Centro Integral de Neurociencias (CINAC) de HM Hospitales.»Una parte de los secretos del cerebro está en poder comprender sus comunicaciones«, añade.
Obeso usa el ejemplo del tráfico para entender las complejas vías de conexión entre los miles de millones de neuronas del cerebro.»Uno no puede limitarse a seguir el patrón de 50 personas por Madrid, tiene que ampliar el rango, conocer por qué hay puntos negros, dónde están los atascos, etc.». Para ello apunta que son claves las pruebas de imagen de última generación, el papel de los neurofisiólogos conductuales y la inteligencia artificial.
Porque, como detalla Pascual, «cada neurona tiene miles de conexiones con otras. De tal forma que cuando hablamos de supercomputación o de big data, el cerebro es esto, es supercomputación, porque las relaciones que hay entre las distintas neuronas, la conectividad que tienenla conectividad que tienen, es inmensa . Cada neurona en sí misma es un pequeño computador».
¿Qué pasa cuando no hay una buena circulación en las autopistas cerebrales? ¿Y si los pequeños ordenadores fallan? El desgaste de piezas del cerebro conduce a la neurodegeneración . Un proceso patológico del que se desconocen los interruptores, para el que existen pocos parches y que supone uno de los mayores desafíos de la ciencia si el deseo del ser humano es vivir más y poder disfrutarlo. O, al menos, recordarlo.
Rafael Yuste, profesor de Neurobiología y Neurociencia de la Universidad de Columbia y director del Centro de Neurotecnología de esta universidad neoyorquina, describe la realidad. «La humanidad durante su vida va a padecer enfermedades cerebrales. Ahí se incluyen las neurológicas, neurodegenerativas, mentales… Desde alzhéimer, esquizofrenia, párkinson, epilepsia, ansiedad, discapacitación mental, ictus? a uno de cada tres nos toca«.
Las demencias son otra de las epidemias silenciosas de este siglo. Aunque la mayoría de ellas quedan englobadas bajo la enfermedad de alzhéimer (entre un 60% y un 70% de los casos) cabe destacar otras formas frecuentes como la asociada a enfermedad de párkinson, la vascular, la de cuerpos de Lewy y un grupo de enfermedades que contribuyen a la demencia frontotemporal.
Desde la Sociedad Española de Neurología (SEN), apuntan que en los últimos 30 años las cifras de muertes por enfermedad neurológica han aumentado un 39% y los años de vida con discapacidad un 15%. Y sólo en los últimos 10 años ya se ha duplicado el número de personas afectadas por enfermedades como el párkinson y demencias como el alzhéimer.
Sus cifras estremecen: actualmente unos 800.000 españoles sufren alzhéimer, pero se estima que el 80% de los casos leves están sin diagnosticar; así entre el 30 y el 40% de los casos totales no están detectados. Y en párkinson las estimaciones son aún menos halagüeñas: el número de afectados se duplicará en 20 años y se triplicará en 2050; en la actualidad entre 120.000-150.000 personas conviven con esta enfermedad en nuestro país.
Pese a estas predicciones, ya hay cierta luz al final del túnel y abordajes médicos para proporcionar calidad de vida a los pacientes. Una de las metas que se persiguen es el diagnóstico precoz. «Como neurólogo, insisto en que los pacientes hay que tratarlos y lo antes posible, porque sé que ayuda y hay evidencia científica para poder mejorar la calidad de vida y optimizar el rendimiento de los pacientes», sentencia Pascual Sánchez.
Ni para el alzhéimer ni para las demencias «tenemos tratamientos que cambien el curso de la enfermedad, al menos en Europa. Los diagnosticados que tenemos son sintomáticos. Esto no significa que los tratamientos que usamos no sean útiles, porque son necesarios», recalca el director de la Fundación CIEN.
Obeso también pone el acento en cómo darse cuenta de quién desarrollará párkinson en el futuro, pero detectándolo ahora. «Exactamente el 88% empieza en la extremidad superior». Recordemos que uno de los signos más evidentes son los temblores de las manos: «Esto nos lleva a pensar qué pasa en las conexiones neuronales. A elaborar una hipótesis de qué pasa en la actividad cortical y cómo se relaciona con la extremidad superior, mientras el cuerpo mantiene el resto de sus capacidades motoras básicas».
En este sentido, el director del Centro Integral de Neurociencias recuerda que «a veces hacemos dos cosas, una de ellas en automático». Y pone el ejemplo de cuando llevamos un coche. ¿A quién no le ha pasado que está conduciendo y de repente se da cuenta de esto porque estaba distraído hablando o escuchando la radio? «El ser humano es quien tiene más capacidad de combinar las actividades automáticas con las no automáticas», apunta Obeso.
La Neurología busca ‘copiar’ la hoja de ruta que le ha servido a la Oncología para mejorar el abordaje del cáncer: detección precoz, diagnóstico, tratamiento? «Esto sería clave en las enfermedades neurodegenerativas», expone Obeso. Y Sánchez pone el ejemplo del nuevo fármaco contra el alzhéimer Lecanemab y de otro que está a punto de llegar, Donanemab: «Se ha visto que son eficaces en etapas tempranas. Hay que diagnosticar a los pacientes mucho antes para que se puedan beneficiar de estos tratamientos».
A veces esas primeras pistas vienen de la percepción del entorno. «Normalmente lo neurodegenerativo lo percibe más el familiar o el conocido que nosotros mismos», explica Rosa Molina, psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y con amplia experiencia en psicogeriatría. Y va más allá, «se trata muchas veces de fallos en la función ejecutiva, de la capacidad para organizarse».
Dar con la tecla de cuándo y por qué ocurre esto resulta una tarea ardua. En párkison, como apunta Obeso, «sabemos que en realidad el proceso ha empezado, en términos medio, como unos siete años antes de la formalización de los síntomas». Y en alzhéimer , Sánchez señala que pueden haber transcurrido hasta dos décadas desde el comienzo.
Entonces, ¿hay forma de evitar la pérdida de capacidad de nuestras neuronas? Rosa Molina lo ilustra con la definición del ahorro cerebral. ¿Y qué es? «La reserva cognitiva». Se trata de un concepto «muy bonito de contar: a igualdad de lesión cerebral, o sea dos cerebros con misma lesión cerebral neurodegenerativa, hay gente que no tiene casi síntomas cognitivos, no tiene déficits, está bien adaptada y mantiene su normalidad y otros que tienen unos déficits muy groseros y muy marcados».
Sánchez avisa que aquí los hábitos de vida que se hayan mantenido a lo largo de la misma pesan. «No es lo mismo un cuerpo musculado que envejece que uno sedentario. En el cerebro ocurre lo mismo». Y añade que en alzhéimer también se conocen «cerca de 80 factores de riesgo genéticos asociados a esta enfermedad y casi la mitad se han descrito hace poco más de un año».
Mientras todos advierten de que los estilos de vida que llevamos con exceso de estrés, mala alimentación y sedentarismo no solo repercute en el cuerpo, sino también al centro de mando, el cerebro, Sánchez y Obeso ven alguna razón para el optimismo porque se conocen muchas de las acciones que llevan al desarrollo de las demencias y las enfermedades neurodegenerativas. «Y tenemos trabajos en los que la neuromodulación, a través de técnicas no invasivas, nos va a servir para corregir muchas patologías neurológicas», señala Obeso.
En este sentido, esta suerte de fisioterapia cerebral se abre camino para corregir disfunciones. «Las nuevas tecnologías de imagen nos permiten ver en tiempo real qué partes del cerebro se activan y cuáles no ante determinadas acciones. Y eso no pone en la pista de poder aplicar técnicas como el HIFU (Ultrasonido Focal de Alta Intensidad) para ir a los puntos exactos donde vemos que la actividad no es la correcta», detalla el director del CINAC.
Hace unos años no había un punto optimista ante el abordaje de las enfermedades del cerebro. «Es probablemente la estructura más compleja que conocemos en el universo conocido», recuerda Sánchez. A lo que Obeso remacha con que «estamos en el buen camino, en la última década hemos avanzado muchísimo. Lo que me da rabia es que yo no vaya a verlo».
¿CUÁLES SON LAS SEÑALES DEL ALZHÉIMER?
Si se ha olvidado de dónde ha puesto las gafas o no recuerda lo que iba a buscar al entrar en la habitación no se preocupe, son olvidos normales, más aún si hablamos de personas de edad avanzada. El alzhéimer va más allá, quien padece la enfermedad no sólo confunde los nombres, tampoco los recordará con el paso de las horas; no sólo olvida quién le acompañó durante las vacaciones, olvida esas semanas como si no hubieran pasado.
AUTOSUFICIENCIA
Tomar malas decisiones, menos atención a la propia higiene, problemas para manejar el dinero.
No es lo mismo olvidarse de pagar una factura que olvidarse de cómo se paga.
LENGUAJE
Olvidar palabras simples, aludir a objetos comunes con otros términos, conversaciones interrumpidas o repetitivas.
No confundir las dificultades normales de la edad para encontrar la palabra correcta
AGUDEZA
Problemas para determinar distancias, distinguir colores, los espejos pueden llevar a confusiones.
No confundir con los problemas de visión propios de edades avanzadas.
HUMOR
Cambios repentinos de humor, suspicacias, miedos, ansiedad? Se sienten incómodos fuera de su zona de confort.
No confundir con la irritación o el humor variable propio de edades avanzadas cuando se cambia la rutina habitual.
RECUERDOS
Olvidar experiencias pasadas como si nunca hubieran sucedido.
No confundir con olvidar detalles o aspectos.
INICIATIVA
Pasividad, pasar horas frente a la televisión, dormir más de lo normal.
No confundir con el cansancio propio de una persona mayor.
MEMORIA
Olvido de datos recientes o fechas importantes, preguntar lo mismo una y otra vez.
A diferencia de una persona mayor sana, el enfermo de Alzheimer no logra recordar esos datos más adelante
DESORIENTACIÓN
No saber dónde está o cómo volver a casa.
No es lo mismo que un olvido puntual o estar confuso de vez en cuando con respecto al día de la semana.
RUTINA
Dificultades con actividades cotidianas como hacer la comida, llamar por teléfono?
No confundir con olvidar puntualmente lo que se iba a hacer o decir en ese momento.
Fuente: Alzheimer’s Association
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