Estanflación. Era la palabra más temida de la década de los 70′ .
Para los estadounidenses de cierta edad, en su mayoría mayores de 50 años, evoca recuerdos de largas filas en las gasolineras, fábricas cerradas y el ridiculizado lema del presidente republicano Gerald Ford, “batir la inflación ya”.
La estanflación es la copa más amarga de la economía: la alta inflación combinada con una oferta baja de empleos provoca una infusión tóxica que le quema la boca al consumidor y desconcierta al economista.
Durante décadas la mayoría de los economistas pensaban que semejante mezcla ni siquiera era posible. Daban por sentado que la alta inflación acompañaba a una economía fuerte y de bajo desempleo.
Pero una confluencia de sucesos poco felices hace reflexionar a los economistas sobre los tiempos del disco y la economía de alta inflación y alto desempleo de hace casi medio siglo. Pocos creen que la estanflación sea inminente. Pero no se la puede descartar como amenaza a largo plazo en la principal potencia del planeta.
Esta semana, el Banco Mundial evocó el espectro de la estanflación al rebajar sus pronósticos para la economía global.
“La economía global está nuevamente en peligro”, advirtió el BM. “Esta vez enfrenta simultáneamente la alta inflación y el crecimiento lento… Es un fenómeno —la estanflación— que el mundo no veía desde los años de 1970”.
En los actuales momentos se desarrollan una serie de factores económicos que pudieran desencadenar en este escenario, sin embargo los diferentes actores económicos y políticos de los Estados Unidos se encuentran trabajando para paliar la situación global de la cual ellos no escapan para poder surfear la ola y llegar a destino seguro evitando el mayor daño a los consumidores y toda la población estadounidense.
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