En el corazón del archipiélago nipón, donde los cerezos susurran secretos de resiliencia y las olas del Pacífico acarician costas milenarias, Japón acaba de coronarse con una corona invisible pero radiante: un récord histórico de 99.763 centenarios vivos. Y como un haiku perfecto, el 88% de ellos —87.784 almas vibrantes— son mujeres.
No es casualidad, sino el testimonio vivo de una fórmula que combina tradición, disciplina y un amor feroz por la vida. En Verais, donde celebramos la esencia femenina en todas sus etapas, esta noticia nos llena de orgullo y nos invita a reflexionar: ¿qué magia japonesa podemos invocar para extender nuestros propios capítulos?
Imaginemos el panorama: septiembre de 2025. El Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar japonés anuncia esta cifra estratosférica, un salto de 4.644 personas respecto al año anterior. Por 55 años consecutivos, el país del Sol Naciente rompe su propio récord, desde aquellos modestos 153 pioneros en 1963 hasta esta marea de vitalidad que hoy roza las cien mil almas centenarias.
Pero el alma de esta historia son ellas. Las mujeres japonesas poseen una esperanza de vida de 87,13 años —frente a los 81,09 de los hombres— y lideran esta sinfonía de longevidad. ¿Su secreto? Una dieta que es poesía en el plato: pescado fresco, vegetales crujientes, soya fermentada y té verde humeante, con apenas un guiño a la carne roja y la sal. A ello se suma una vida en movimiento —paseos diarios por jardines zen, ejercicios suaves como el tai chi— y una red social tejida con hilos de familia y comunidad. En Japón, envejecer no es soledad, sino celebración colectiva.
Y entre estas diosas centenarias brilla una reina indiscutible: Shigeko Kagawa, de 114 años, la mujer más longeva del país y un faro de vitalidad. Nacida en 1911 en Nara, esta exobstetra-ginecóloga —que trabajó hasta los 80— portó la antorcha olímpica en 2021, a los 109 años, simbolizando su espíritu inquebrantable. Hoy, desde su hogar en Yamatokōriyama, Shigeko lee el periódico con lupa, usa una tablet para mantener la mente activa y comparte un secreto simple pero revolucionario: “No tengo preocupaciones.”
A sus 113, se recuperó de una cirugía de cadera y sigue inspirando a su familia y a sus antiguos pacientes. Ella encarna el concepto japonés de ikigai, ese propósito que da sentido a la existencia, recordándonos que la edad es solo un número cuando el corazón late con pasión.
En un mundo acelerado, donde las mujeres libramos batallas diarias contra el tiempo, Japón nos ofrece un mapa del tesoro: mover el cuerpo, nutrirlo con lo esencial y cuidar los lazos que sostienen el alma. Prefecturas como Shimane, con 168 centenarios por cada 100.000 habitantes, lideran esta danza de la longevidad, mientras Saitama se esfuerza por alcanzar el compás.
Cada septiembre, en el Día del Respeto a los Ancianos, el primer ministro obsequia a cada nuevo centenario una copa de plata: un brindis por vidas que inspiran y enseñan.
Queridas lectoras de Verais, ¿y si hoy damos un paso hacia esa vitalidad japonesa? Una taza de té verde, un paseo al atardecer, una llamada a esa amiga que hace reír el alma. Porque, como Shigeko nos susurra, la verdadera longevidad no se mide en años, sino en sonrisas compartidas.
