Reseña de la Añoranza/ Iván Brito López
El Viejo Mercado Público
“…Recuerdos de mi infancia, vienen a mi mente y causan nostalgia
al ver que con los años, te desapareces colonial ciudad
hoy que te transformas mi Barquisimeto quiero yo cantarte
para venerarte por toda la vida oh natal ciudad
No veo los cardones, ni los cujisales que tampoco están
tus angostas calles, que te daban bello aspecto colonial
las casas de tejas con los ventanales se fueron también
los hermanos Gómez con sus serenatas ya no volverán
esquina “La Francia” que poquito a poco dejan de nombrar
ni “La Perinola” y hasta “Pata de Palo” lo cambiaron ya
mis ojos en lágrimas y con todo el pecho quiero preguntar
qué van a dejarte para que conserves tu paz colonial…”
Con esta sentida poesía perteneciente a la letra de la canción del profesor Isaac del Moral, titulada “Nostalgia barquisimetana”, hemos iniciado la entrega de hoy de Reseña de la Añoranza, al referirnos a la pérdida irreparable de importantes estructuras, que al parecer ha sido una constante, que se verifica al hacer un recuento histórico, desde que fue vulnerado el Plano Regulador de Barquisimeto, levantado por la Comisión Nacional de Urbanismo en 1950, ya que para esa época, el centro de la ciudad conservaba su fisonomía arquitectónica de estampa tradicional prácticamente intacta, como lo demuestra el registro fotográfico hecho por el lente de Francisco Villazán y Carrillo.
Tales circunstancias, ponían de manifiesto que “…la variabilidad de conceptos compositivos reclamada por estilos – arquitectónicos y constructivos – fue muy reducida y modesta (…) la sencillez de las composiciones volumétricas revela… – que –…el espacio de aquella época fue simple en su concepción, disposición y realización. En lugar de revelar la personalidad creadora de un arquitecto, reflejó la forma de vida impuesta por las condiciones históricas y ambientales. El resultado estaba adecuado a las necesidades prácticas y no pretendía imponerse a través de la monumentalidad dimensional. Aunque hubo limitaciones en la riqueza decorativa y de materiales, la severidad del conjunto se caracterizó por su dignidad…”
Estas precisiones, sobre nuestras construcciones tradicionales, que pervivieron hasta los albores de los años 40, corresponden a la autorizada voz del arquitecto Graziano Gasparini (1965), quien en 1953 realizó los trabajos de restauración del Templo Inmaculada Concepción de Barquisimeto. Su experta apreciación de la arquitectura tradicional venezolana, la cultivó desde su llegada a nuestro país en 1948, aquilatándose desde entonces como profesor de Historia de la Arquitectura en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, además de su desempeño en la misma casa de estudios superiores como Director del Centro de Investigaciones Históricas y Estética. Su elevada erudición en este sentido, le valió un sitial como miembro de la Academia Nacional de la Historia, así como de varias instituciones internacionales de “Critica, Historia y Restauración de Monumentos”. La última vez que compartimos con su persona, fue cuando vino a levantar las perspectivas del templo Inmaculada Concepción de Barquisimeto, con el objeto de realizar un proyecto de revitalización a mediados de los años 90, para lo cual se reunió con quienes éramos miembros de la Fundación Amigos del Patrimonio Cultural de Barquisimeto, que en ese momento presidía el arquitecto Ivan Jorge Faroh Richa.
La capital del estado Lara en la conformación urbana de su centro, estaba poblado de edificaciones de adobes, limatones cañas bravas y tejas en su mayoría y algunas, las de familias más pudientes económicamente y levantadas entre los años 20 y 30 de ladrillo cocido, pero de igual fisonomía, otras ostentaban robustas fachadas de ladrillo y piedra, pero el resto del cuerpo del inmueble era de adobes. Esto fue a tal grado que el Hospital La Caridad, que es el actual Museo de Barquisimeto y que tardó varios años su construcción es de adobes y aun el Orfelinato Gualdrón diseñado y construido por el Dr. Heriberto González Méndez en el ángulo noreste de la actual carrera 15 con la calle 28 en 1940, es externamente de arquitectura Art Deco, pero su estructura era adobes, limatones, cañas bravas y tejas igualmente, pese que desde 1824 se conocía el cemento Portland, un conglomerante hidráulico que, cuando se mezcla con áridos, agua y fibras de acero discontinuas y discretas tiene la propiedad de conformar una masa pétrea resistente y duradera denominado hormigón, que en Inglaterra fue inventado por el constructor Joseph Aspdin, cuya denominación se debe a la semejanza en aspecto con las rocas que se encuentran en la isla de Portland de aquel país.
Esa estampa urbana del centro de Barquisimeto de los años 50, conservaba ciertamente intacta su fisonomía, por lo cual la Comisión Nacional de Urbanismo, al levantar el Plano Regulador de Barquisimeto en 1950, proyectó el desarrollo de la zona cívico-administrativa, es decir, de las oficinas y dependencias públicas, en las áreas circundantes de la Avenida Venezuela, a la altura de lo que hoy es la catedral de Barquisimeto. En esa época, aun existía aunque agónico el Ferrocarril Bolívar, que ese año fue adquirido por el Ejecutivo Nacional, siendo Ministro de Comunicaciones el entonces Coronel Oscar Mazzei Carta, y la Avenida Venezuela apenas un proyecto en plano, pues en el sector lo que había eran sabanas y algunas viviendas diseminadas, las cuales se concentraban hacia lo que conocemos hoy como El Malecón.
El maestro del caballete, Armando Villalón quien vivía en la calle 28 entre carrera 24 y 25, entre los recuerdos de su infancia, trae al presente las imágenes del autovía, que daba vida a los últimos días del Ferrocarril Bolívar y los movimientos de tierra para la construcción de la Avenida Venezuela, mientras retozaba junto a la chiquillada del sector, entre los enormes tubos de concreto para colectar aguas servidas.
Curiosamente, pese a la existencia del Plano Regulador de Barquisimeto, en los albores de la década del 50 del Siglo XX, se procedió a la demolición del viejo Mercado Público de Barquisimeto, perdiéndose con ello la mejor y más robusta obra del Siglo XIX de servicio público que existía en la capital del estado Lara, ya que las únicas estructuras de esa época de ladrillo y cemento fueron el edificio del General Rafael Ignacio Ortiz, que fue el primero que en la ciudad estrenó estructura de acero y el Mercado Público concluido en 1886.
Eligio Macías Mujica, en su obra “Sol en las Bardas” (1963), señala que luego del terreno del 26 de marzo de 1812, “…a medida que la restauración de Barquisimeto avanza, sin prisa pero sin pausa, como reina en los modernos decires, la ciudad recobraba en esencia y potencia, vida, haciendas, servicios. Fue entonces cuando el General Jacinto Fabricio Lara, hijo del General Juan Jacinto Lara (…) En su carácter de Presidente Constitucional del Estado Barquisimeto, se abocó a llenar el vacío de un edificio cónsono para Mercado Público. Dispuesta la obra, se le ubicó en el centro, entonces, de la ciudad, que para la época, al tenor de las estadísticas en concordancia con ésta, contaba más o menos con un contingente de 4.401 casas y 28.918 habitantes, de conformidad con el Censo Nacional de 1881.
Fue precisamente, en este año de 1881, cuando comenzó la realización del Mercado Público o de los Cien Arcos como lo refiere la profesora Luisa Rodríguez Marrufo, citada por Álvaro de Medinaceli (1995), ya que por su parte Eligio Macías Mujica señala que también se le decía de “Los Portales”. Cinco años duró la materialización de esta importante estructura de servicio público de cien puertas en su totalidad, cuyos planos y construcción estuvo a cargo del señor Evaristo Buroz y el alarife Roseliano Guzmán. Por su parte, Macías Mujica indica que mencionado Evaristo Buroz, se desempeña en ese momento como Director de Obras Públicas del Estado.
Para el 16 de enero de 1882, aparece en los libros de actas del Concejo Municipal las siguientes consideraciones: “…estando paralizada la construcción del mercado público edificio de tanta utilidad. Como obra del Municipio se acordó pagar la asignación y dedicar el excedente de sus rentas para la construcción del mercado…” La profesora Luisa Rodríguez Marrufo, citada por Álvaro de Medinaceli (1995) acota que, sin embargo, el Concejo Municipal en su sesión del 26 de mayo de 1882, muestra la solicitud de 1.000 bolívares para continuar los trabajos que “…de nuevo se encuentran paralizados…” Asimismo, en junio de ese año, se acordó la eliminación de la Guardia Municipal y el montante que se erogaba para ello se destina a la construcción del mercado y para diciembre de nuevo se paralizan los trabajos “…mientras viene un arquitecto…”
El General Jacinto Fabricio Lara, propulsor de esta obra, en su mensaje a la legislatura en 1883 expresaba: “…el grandioso edificio del mercado, grandioso para nuestras humildes poblaciones del interior más grande que los de Puerto Cabello, Valencia y la Guaira y de construcción verdaderamente majestuosa y al que sólo le faltan los techos y las puertas (…) es obra que le corresponde realizar al Municipio, puesto que es él quien va a aumentar considerablemente su renta cuando esté terminado y en actividad…” Según Medinaceli, el General Jacinto Fabricio Lara, recomendaba a los diputados el patriótico interés por esta obra, ya que ella constituía un monumento de ornato y de utilidad para toda la población, afirmando que la solidez de su construcción y la elegancia de su moderno estilo, la hacían la primera obra de arte del estado.
El aludido autor, señala que al General Jacinto Fabricio Lara le preocupaba que la obra no estuviese lista para el centenario del natalicio del Libertador Simón Bolívar, “…ya que en Caracas se habían realizado obras con celeridad y gran derroche y lujo e inclusive, trayendo arquitectos y artistas extranjeros para preparar la más grande apoteosis al Libertador. Sin embargo, en Barquisimeto el dinero no alcanza para culminar la obra. Todavía en mayo de 1884, el mercado no se había concluido como lo reseña El Occidental: <Barquisimeto continúa trabajando en su monumental mercado, en el matadero, en el enverjado de la Plaza Bolívar> La carencia de recurso no permitió que el mercado se inaugurara durante la administración del General Jacinto Fabricio Lara, sino en 1886…”
El viejo Mercado Público, estaba exactamente ubicado en lo que es hoy la carrera 16 entre calles 24 y 25, donde se levanta el Edificio Nacional, ya que en la carrera 17 entre calles 24 y 25 había una hilera de casas, que estaban separadas del mercado por una angosta calles de tierra. La robusta edificación de ladrillo cocido y cemento, con sólidos cimientos, tenía sus techos de madera, cañas bravas y teja, estaba constituido internamente por 90 pilares redondos y 20 cuadrados, con tres pasillos horizontales en el centro, 44 entradas laterales inferiores y cuatro entradas principales en medio de cada una de sus fachadas y que formaban la fisonomía rectangular de su planta, las cuales respondían cada una a cada punto cardinal. Eligio Macías Mujica, deja testimonio que en la entrada oeste, en el frontispicio correspondiente al portón principal, sobre el arco respectivo, se encontraba una lápida de mármol blanco con la siguiente inscripción: “…Construido en la Administración del Pulcro y Progresista General Jacinto Lara – 1882…”
La obra, tuvo un lapso de construcción comprendido desde 1881, hasta 1886, periodo en el cual se invirtieron en una primera etapa 41.427, 80 bolívares, luego en una segunda etapa 33.672, 23 bolívares. Para el momento de su culminación, ya había fallecido su constructor el señor Evaristo Buroz, por lo cual el General Jacinto Fabricio Lara, en su mensaje a la legislatura del estado Lara expresaba con respecto a este caballero: “…la muerte de tan inteligente, honrado y útil ciudadano fue tan generalmente sentida por Barquisimeto, que en el luminoso cuadro de las obras públicas que os presento, ella aparece como una nube triste y sombría en el cielo del progreso material iniciado en el estado Lara…”
Uno de los fundamentos, para barrer con las edificaciones del casco central de Barquisimeto, fue que como no había nada colonial, pues ciertamente, casi todo había caído con el demoledor terremoto del 26 de marzo de 1912, no había nada de importancia que conservar, cuando la fisonomía arquitectónica de estampa tradicional se conservaba intacta, como hemos dicho, y que los sistemas constructivos se mantuvieron en su mayoría casi inalterables hasta los años 40. No obstante, fueron más previsivos en este sentido, los técnicos de la Comisión Nacional de Urbanismo, al dejar establecido en el Plano Regulador de Barquisimeto levantado en 1950, y que daba inicio a la organicidad urbana programática de la ciudad, con la demarcación de las zonas industriales, nuevas arterias viales pensadas en los desplazamientos que a futuro, podría tener la ciudad cuando estadísticamente se calculaba un aumento vehicular de 2.000 unidades automovilísticas para el futuro, entre ellas la Avenida Venezuela, la Avenida Vargas, la Avenida Pedro León Torres, la Avenida Las Palmas y la Avenida Concordia correspondiente al tramo de la carreta trasandina, luego panamericana y que es la actual Avenida Libertador, en el segmento correspondiente entre Pata de Palo y el final de la Urbanización Bararida.
El viejo Mercado Público, con su nombre e imponente estructura, sirvió no sólo de mercado, sino también de improvisado teatro, de cuartel y hospital, como de salón de bailes populares, asimismo fue asilo de los conscriptos del ejército. Allí funcionó la sede de la Banda del Estado Lara, como se evidencia en la guía de Barquisimeto de Juan Liscano de 1923: “…Parte Este del Mercado Público…”. En la Guía Económica y Social del Estado Lara, editada por la Cámara de Comercio del Estado Lara, con motivo del cuatricentenario de Barquisimeto en 1952, aparece entre la inversión de obras públicas del Gobierno Nacional correspondiente al periodo del 1º de enero de 1949 al 30 de junio de 1952, en el aparte perteneciente a “Dirección de Edificios” el movimiento de tierra y perforaciones para el Edificio Nacional de Barquisimeto.
De esta forma, desapareció el imponente edificio del Mercado Público de Barquisimeto, bajo la estúpida picota del “progreso”, que en Venezuela ha servido más para desnaturalizarnos históricamente, por el exclusivo afán de lucro, perdiéndose estructuras de un valor incalculable y que hoy pudiesen prestar servicios turísticos, culturales o de atractivo centro comercial, como se ha hecho en Europa o donde hay una conciencia de preservación muchos más acendrada y cultivada. Todo esto pone en evidencia la fragilidad cultural que hemos tenido a través del tiempo, donde han prevalecido más los mezquinos intereses pecuniarios para benéfico del bolsillo de unos pocos, que los intereses colectivos orientados al fomento del sentido de identidad y de pertenencia, que estimulan las más estupendas obras de revitalización del patrimonio cultural, como puede verificarse positivamente en distintas parte del mundo.
Sólo mediante la asimilación de un método de análisis interpretativo objetivo, con respecto a nuestro valioso patrimonio cultural tanto tangible e intangible y en consecuencia de nuestra memoria histórica, será posible comprender la importancia insoslayable de nuestros inmuebles de estampa tradicional, de su arquitectura y métodos constructivos, de sus ventanas, portones y el aspecto externo que sirvió de marco urbano dentro del contexto de la ciudad, esa que surgió de las ruinas del terreno de 1812 y que dio pie al Barquisimeto de hoy, lo que permitiría realmente, poner en uso social al patrimonio cultural como lo demanda la Ley Orgánica de la Cultura, en concordancia con la Constitución que dice que es un derecho irrenunciable del pueblo venezolano que el Estado garantizará, que concatenado con la Ley de Protección de Defensa del Patrimonio Cultural, le da vigor al enunciado que señala, que la defensa del patrimonio cultural es obligación prioritaria del Estado y la ciudadanía.
La presente generación, tiene una gran responsabilidad y compromiso ante las futuras generaciones, pues estos no tendrá asidero alguno tangible donde afianzar su sentido de identidad y de pertenencia, reto que debemos asumir con gallardía y determinación, pues como lo decía el Libertador Simón Bolívar: “…un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción…”
Barquisimeto, domingo 25 de agosto de 2024.
Fuentes Consultadas
Cámara de Comercio del Estado Lara. (1952). Guía Económica y Social del Estado Lara. Editorial Continente. Barquisimeto. Venezuela.
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. (2009). Gaceta Oficial Extraordinario No. 5908. Febrero 19, 2009. Caracas.
Fundación José Ángel Lamas. (1992). Resumen Encuentro sobre Conservación y Desarrollo de centros Históricos y Tradicionales. Caracas. Venezuela.
Gazparini, G. (1964). La Arquitectura Colonial en Venezuela. Ediciones Armitano. Caracas. Venezuela.
Ley Orgánica de la Cultura. (2014). Gaceta Oficial Extraordinario No. 6154. Noviembre 28, 2014. Caracas.
Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural. (1993). Gaceta Oficial Extraordinario No. 4623. Septiembre 03, 1993. Caracas.
Liscano, M. (1923). Barquisimeto, Organización Política, Comercio, Industrias, Agricultura y Cría. Segunda Edición. Tipografía América. Barquisimeto. Venezuela.
Medinaceli A. (1995) Del Manteco a Mercabar. Edición de Fudeco – Fundación Polar. ExLibris. Caracas. Venezuela.
Mujica, E. (1963) Sol en las Bardas. Imprenta del Estado Lara. Barquisimeto. Venezuela.
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