La Tongolele
El pasado 16 de febrero de 2025, falleció una de las vedettes más famosas del mundo, nos referimos a Yolanda Yvonne Montes Farrington, mejor conocida como “La Tongolele”, una mujer fuera de serie que desafió los parámetros de moral y buenas costumbres en un Barquisimeto aun pequeño, bucólico y gentil, cuya atmósfera para los años 50 era de recato y conservacionismo en la mayoría de los casos, apenas veinte años antes, ante el arribo del charlestón y el fox trox, de manos del célebre Jazz Band Unión del entonces joven músico Rafael Miguel López, estos ritmos modernos que causaron furor, no sólo fueron el deleite de la juventud de la época, sino también el rechazo de los sectores más conservadores de la ciudad, al punto que el cura del Templo Inmaculada Concepción, contaba mi abuela, había puesto un letrero en el confesionario, que decía, “…a la que haya bailado Fox Trox no le doy la absolución…”.
La Tongolele, fue fiel exponente del mestizaje étnico que somos los americanos con su manera de bailar. Recordemos, por ejemplo las expresiones de Francisco Tamayo (1952) con respecto a El Tamunangue: “…estos festejos de rancia tradición, en los cuales se aúnan prácticas del catolicismo con otras que tienen un candoroso sentido pagano y una ancestral reminiscencia bárbara, confunden en democrática unción religiosa al uno con los otros…” de la misma manera el citado autor nos refiere: “…Este es precisamente el escenario de El tamunangue, la danza nigralda del cañamelar; el baila de la zafra; el ballet pagano a San Antonio, donde la libido negra se hace rito, bajo el mágico impulso del tambor y la cordial devoción cristiana del Varón de Padua. (…) San Antonio es un Santo muy bueno: no les veda a sus creyentes su parca ración de placer, sino que la depura de malicia y pecado, haciendo del aspecto sexual de la coreografía tamunanguera un natural y fervoroso acto de simbólica liturgia. De esta manera es como el hombre y la divinidad se identifican en la fogareda sagrada de la danza…”
De la misma manera, Nelson Meléndez (2012), al referirse a las fiestas de San Juan en Taría, un pequeño pueblo adentrado en el verdor del Municipio Veroes, del estado Yaracuy, nos comenta:
“…Entonces, después de las sirenas y el sangueo, comienza el golpiao. Sale de entre la gente una muchacha y, colocándose en el centro invita a un par masculino a danzar. No se median palabras, sólo se baila, el cuerpo habla y lo hace en forma de ritmo y cadencia, mujer y hombre, pareja, se acompañan y seducen. Y los espectadores cantan, la bulliciosa reunión se matiza con unos pequeños sorbos de ponche, bebida espesa que entre clavos, canela y alcohol clarifica la garganta y calienta el cuerpo. Mientras las parejas van turnando: un hombre entra en señal que el otro debe salir y lo mismo hacen las mujeres; los cuerpos se mueven como solo podrían hacerlo en Taría. Una muchacha, que es la cintura hecha vida, parece que reuniera en ella toda la energía del mundo, y nada valen, ni el calor, ni la noche, ni los zancudos, ni las estrellas, ante esta cintura acompasada y rítmica, ante esa fuerza de la tradición, la herencia y la sangre, nada…”
Parte de este sincretismo étnico – cultural fue sin duda alguna, Yolanda Yvonne Montes Farrington, La Tongolele, hija de del mexicano Elmer Sven Montes de ascendencia española y sueca, y de la estadounidense Edna Pearl Farrington de ascendencia inglesa y tahitiana, quien vio la luz primera en la población de Spokane, en el estado de Washington, en los Estados Unidos de Norteamérica. Fruto de ese amalgamiento étnico, será su connatural desenvolvimiento en la danza y en consecuencia desde niña mostró su talento por este arte escénico, lo que en su adolescencia la llevó a trabajar como bailarina exótica en el Ballet Internacional de San Francisco, California y en teatros, siendo parte de una revista tahitiana.
Yolanda Yvonne Montes Farrington, La Tongolele, contaba en una de las tanta entrevista que se le hicieron a lo largo de su exitosa vida, que en una ocasión quedó sola en la casa de su abuela materna que era de ascendencia tahitiana, donde encontró unos discos de música tahitiana que su abuela no ponía y ella los puso a sonar en esa oportunidad, quedando fascinada por el ritmo del tambor y el tipo de música que sobre esta base melódica estaba grabada en aquellos viejos discos de 78 revoluciones de pasta con un tema por cada cara. Allí mismo, comenzó a dejarse llevar por aquella sonoridad acompasada bajo cuyo impulso comenzó a mover sus caderas.
En 1947, contando con apenas 15 años de edad, emigró a México y se asentó en Ciudad de México, lugar donde se consolidó con su carrera como bailarina luego de ser contratada por el empresario Américo Mancini, quien la hizo debutar en el cabaret Tívoli con el nombre artístico de “Tongolele” que le impuso al conjugar expresiones africanas y tahitianas que se escuchaban en varios cantos.
Rápidamente sobresalió como una de las artistas favoritas en los centros nocturnos de la ciudad, y su trayectoria como bailarina exótica en México contribuyó indudablemente a impulsar el nacimiento de las “Exóticas”, un grupo de vedettes que tuvieron renombre entre los años cuarenta y cincuenta, donde destacaban Ninon Sevilla, María Antonieta Pons, Mapi Cortés y la brasilera Carmen Miranda entre las más descollantes. Estas particularidades la llevaron a ser nombrada como “la Reina de las Danzas Tahitianas”, debido al gran entusiasmo que despertó entre el público de mexicano, atrayendo sobre todo al sector masculino gracias a su llamativa belleza física, lo que le valió el ser considerada un símbolo sexual de su tiempo. De igual forma recibió el apodo de “la Diosa Pantera”, ello por sus cautivantes ojos azules y por un característico mechón blanco que llevó en su cabellera durante toda su carrera.
En el apogeo de su carrera se elevó su fama y dada a conocer a través de varias producciones cinematográficas, pues su notoriedad se había disparado con rapidez entre la comunidad mexicana, siendo por lo mismo en 1947 abordada por productores de cine, los cuales la introdujeron al séptimo arte con las películas “La mujer del otro”, “Nocturno de amor”, y “Han matado a Tongolele”, las tres estrenadas en 1948 y pertenecientes a la Época de Oro del cine mexicano.
Recordemos entonces, que don Luis Gallardo, era un joven emprendedor que había llegado a Barquisimeto en 1938, siendo recibido por don Miguel Romero, padre de Miguel y Juan Romero Antoni, quien le consiguió trabajo y alojamiento con el Sr. Manuel José García, dueño del Cine Ayacucho y de las Arenas de Barquisimeto. De tal manera que Luis Gallardo se inició como cartelonero, oficio que consistía en trasladar en una carrucha, los cartelones con los posters en su mayoría pintados a mano por artesanos locales, que promocionaban las películas a exhibirse, los cuales se colocaban estratégicamente en las esquinas más transitadas, en los postes aun de madera que tenía la ciudad y se aseguraban con una cadena y un candado. Entonces residía en las propias instalaciones del Circo – Cine Arenas, donde luego fue taquillero, posteriormente programador y finalmente gerente y administrador, especialmente después del fallecimiento de Manuel José García, ya que su viuda le encomendó el manejo de los cines de su propiedad, entre los cuales se contaba el moderno e imponente Teatro – Cine Lara, en la esquina noroeste de la hoy carrera 19 con la calle 27, el cual no logró ver concluido su propietario ya que falleció en la fase final de su construcción.
Por ello encontramos publicidades de 1952 donde aparece: “…Los dos mejores Teatros Cines del Interior de Venezuela. Los Cines preferidos de los barquisimetanos. Empresario administrador: Luis Gallardo…” Este hombre quien luego sobresaldría en la política con igual realce, no solo era empresario y administrador de cines, sino que ello lo llevó a convertirse en empresario artístico también, además de haber conseguido la exclusividad para el área centroccidental de la distribución de las películas mexicanas, lo que contribuyó a estrechar lazos con las productoras cinematográficas mexicanas y sus distribuidores en el país. Las películas mexicanas, méxico-cubanas y méxico-argentinas tuvieron entonces un gran auge en nuestra región. Ya Luis gallardo había sido testigo de excepción de la presentación en el Cine Bolívar de la artista puertorriqueña radicada en México Mapi Cortés y los Indios Tabajaras, Mussapere y Herundy, ambos hermanos, estos últimos eran el tercer y cuarto de los treinta hijos de uno de los caciques Tabajara, de nombre Mitanga de la selva profunda del estado de Ceará, en el noreste del Brasil. Estas estrellas también dadas a conocer a través de la pantalla grande fueron traídas por los hermanos Rafael Ángel y Amílcar Segura dueños de Radio Barquisimeto, de tal manera que siguiendo esos ejemplos, las corrientes de predilección artísticas generadas por el cine y la radio, Luis Gallardo se embarca en la empresa de traer a Tongolele a Barquisimeto.
Corría el año de 1954, cuando finalmente Luis Gallardo logra el arribo de Yolanda Yvonne Montes Farrington a Barquisimeto, La Tongolele, causó revuelo entre el público masculino e indignación por parte de grupos conservadores, como el de la Concejal Lola Vásquez de Suárez, dicho sea de paso Primer Vicepresidente del Concejo Municipal, quien además de ser la primera mujer concejal en Iribarren, era la Presidente Ejecutiva de la Sociedad de Damas Bolivarianas, institución dedicada al niño y la mujer fundada en 1953 por doña Flor Chalbaud de Pérez Jiménez, como primera dama de la República, y que en su comité del estado Lara presidía de manera honoraria Teresina Failache de Morales, primera dama de nuestra entidad federal, organización que además de velar de manera altruista por la protección del niño y la mujer, fungía como especie de liga de las buenas costumbres.
Comenta el empresario en su libro “Luis Gallardo. 90 años de Historia. Perfil autobiográfico del país y una vida”(2006) que:
“…Entre los devenires lamentables, porque no todas se ganan, estuvo la presentación de “La Tongolele”, que fue prohibida por las autoridades, la inversión hecha me fue difícil recuperarla, porque tenía igualmente que pagarle al artista completo. Me tocó colocar un cartel en la entrada del Cine Lara, donde se efectuaría la presentación, con la siguiente inscripción: “La empresa suspende todo espectáculo por esta noche en el local, y no presentará “TONGOLELE” como estaba anunciado por no haber logrado la autorización correspondiente” Todo ocurrió el mismo día, eran como las cuatro de la tarde, cuando a mi oficina del cine Ayacucho llegó un policía a decirme, que por orden de la presidencia del Concejo Municipal se prohibía presentar a la artista. En el acto comencé a moverme, dirigiéndome a todos cuantos pude, pero fue imposible lograr el permiso. A todas estas ya La Tongolele estaba en Barquisimeto y ya le había pagado todos sus gastos y presentación. Imagínense mil dólares, la mujer estaba muy disgustada por lo acontecido y yo también lógicamente que era el productor e inversionista. Como ya estaba promocionado aquel espectáculo y el público estaba enterado que la entrada se vendía en 10 bolívares por persona, que en esos días era un buen dinero, visité a mi vecino del lidero oeste del Cine Lara, el administrador y propietario del Hotel Washington, H. E. Orellanes, para ver la posibilidad de utilizar el solar del Hotel donde cabían una 40 o 50 personas, combinando entonces que, los músicos fueran hasta allá, para que la acompañasen y una vez que acomodamos las sillas y el improvisado escenario, logré esa misma noche, la presentación de La Tongolele. Posteriormente la volví a traer, pero esa vez anticipadamente tramité todos los permisos y fue todo un éxito…”
A La Tongolele, según testimonio de ella misma, más que la actuación ante las cámaras cinematográficas, le gustaba las presentaciones en vivo, interactuar con el público, sentir la energía delirante del entusiasmo de los escenarios. En sus comienzos se movía al ritmo del tambor, de la música con esa portentosa gracia del movimiento impresionante de sus caderas, luego poco a poco fue montando revistas coreográficas, a lo cual contribuyó su pasantía por las producciones cinematográficas.
Yolanda Yvonne Montes Farrington, La Tongolele, además de ser una extraordinaria bailarina exótica de una belleza física subyugante, elevó la dignidad de la mujer, ya que demostró que por ser artista de este tipo de espectáculos, eso no quería decir, que era objeto sexual de quien se antojase de ella. En 1956, se casó con el músico cubano Joaquín González, de cuya unión nacieron dos hijos, los gemelos Ricardo y Rubén González Montes. El matrimonio de La Tongolele, fue un ejemplo de entendimiento, fidelidad, confianza y exitoso convivir que duró hasta 1996, cuando luego de padecer una temporada con problemas cardiacos, su esposo falleció el 22 de diciembre del referido año.
Desde el año 2010, La Tongolele comenzó a presentar síntomas de demencia senil, aunque no fue sino hasta 2016 cuando se dio a conocer públicamente el parte médico, lo que forzó su retiro total de la vida pública en el año 2015. Posteriormente, se especificó que su enfermedad en realidad era alzheimer, y en el año 2021, se informó que su padecimiento había avanzado con rapidez, al punto de no reconocer a nadie, a excepción de sus hijos y sus cuidadores. Como una terapia para ralentizar los efectos del alzheimer, comenzó a practicar sus antiguas rutinas de danza tahitiana en su propio estudio de danza, ubicado dentro de una mansión de su propiedad, en el estado de Puebla, donde falleció el pasado 16 de febrero de 2025.
Barquisimeto, domingo 02 de marzo de 2025.
Fuentes Consultadas:
Arends, Juan. (1976) Junta Directivas del Concejo Municipal de Iribarren Durante los últimos 100 años. Editorial Cuyuni. Barquisimeto. Venezuela.
Fundación Wikimedia (2025) Tongolele [Información en Línea] disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Tongolele
Gallardo, L. (2006) Luis Gallardo. 90 años de Historia. Perfil Autobiográfico del país y una Vida. Servicio Autónomo Imprenta Oficial del Estado Lara. Barquisimeto. Venezuela
Meléndez, N. (2012) Un Pueblo, dos días, Siete Juanes. Así se Cuenta la Cultura, publicación de la Fundación Bigott. La Galaxia. Caracas. Venezuela.
Revista “Damas Bolivarianas” (1955) No. 2. Tipografía Dinelli. Barquisimeto. Venezuela.
Tamayo, F. (1952) Introducción y Bibliografía del Folklore del estado Lara. Guía Económica y Social del estado Lara. Publicación de Cámara de Comercio del Estado Lara. Editorial Continente. Barquisimeto. Venezuela.
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