En 2014, mientras las calles de Venezuela vibraban entre incertidumbre, protestas y emociones desbordadas, un joven arquitecto llamado Luis Eduardo Uzcátegui tomaba una decisión que marcaría para siempre su destino: salir a una plaza pública, descalzo, con un mat bajo el brazo y el corazón abierto, para enseñar yoga.
No había luces, ni micrófonos, ni redes sociales. Solo él, su voz, y el anhelo profundo de sembrar paz.
Así nació Yoga por la Paz, un movimiento espontáneo que comenzó en la plaza Juan Guillermo Iribarren, en Barquisimeto, estado Lara, y que luego se replicó en otros espacios de la ciudad y del país. Fue su respuesta íntima y valiente al caos externo. “En medio del ruido, yo solo quería crear un silencio compartido”, recuerda Luis, con la serenidad de quien ha hecho del yoga su casa.

Pero la historia no comienza allí.
Luis Eduardo nació en Valencia, estado Carabobo, y fue en Barquisimeto donde echó raíces y descubrió su propósito. A los 8 años, gracias a su madre, tuvo su primer contacto con la meditación a través del Método Silva. Aunque en aquel momento no entendía del todo lo que hacía, algo sembró dentro de él. Años más tarde, en 2007, inició formalmente su camino espiritual con la fundación El Arte de Vivir, y al poco tiempo, el yoga se convirtió en una práctica diaria. En 2011, dio su primera clase, comentó a El Informador Venezuela.
Desde entonces, no ha parado.
Arquitecto de profesión, yogui por vocación, Luis supo integrar cuerpo, mente y propósito en un solo lenguaje. Enseñó en parques, universidades, gimnasios y plazas. Lideró eventos como Aventura Fitness, donde mezclaba clases de yoga con charlas nutricionales y actividades al aire libre. Más adelante, creó su propio programa: el Reto Yoga Rock, una experiencia de 21 días que propone la transformación interior a través del movimiento, la conciencia y el cambio de hábitos.
“Yoga Rock no es solo una marca”, explica, “es la forma en que decidí unir mi experiencia física, espiritual y creativa en una metodología que transforma vidas desde lo esencial”.
En 2023, decidió emigrar a los Estados Unidos
Eligió Carolina del Norte como punto de partida, y aunque llegó sin garantías ni certezas, lo acompañaban su idioma, su disciplina y una visión clara: compartir lo que sabía, pero también empezar de nuevo. “No llegué como un maestro, llegué como un servidor”, dice. Y fue desde ese lugar —humilde pero firme— que comenzó a construir comunidad.
Hoy, Luis enseña en estudios de yoga, organiza talleres y lidera eventos como Latin Jam Nights, un evento creado por él mismo que mezcla música en vivo, danza y comunidad. Mientras tanto, su proyecto Yoga Rock avanza como marca, método y misión. Ha impactado personas de distintas nacionalidades, y cada clase que guía es una experiencia que conecta precisión, emoción y profundidad.
Luis Eduardo Uzcátegui no ha dejado de aprender, de enseñar, ni de soñar.
Su historia es la de alguien que, en medio del colapso, eligió respirar.
Y que hoy, en otro país, sigue haciendo del yoga una forma de reconstruir el mundo.
Una respiración a la vez. ARCG