Jerry Lee Lewis, el indomable pionero del rock ‘n’ roll cuyo escandaloso talento, energía y ego colisionaron en canciones como “Great Balls of Fire” y “Whole Lotta Shakin’ Goin’ On”, y quien mantuvo una carrera envuelta en escándalos personales, murió el viernes 28 de octubre por la mañana. Tenía 87 años.
Lewis, último sobreviviente de una generación de artistas innovadores que incluyó a Elvis Presley, Chuck Berry y Little Richard, murió en su casa de Mississippi, al sur de Memphis, Tennessee, informó el representante Zach Farnum en un comunicado. La noticia llegó dos días después de la publicación de un reporte erróneo de TMZ sobre su muerte que luego fue retirado.
De todos los rebeldes del rock que surgieron en la década de 1950, pocos captaron la atracción y el peligro del nuevo género de manera tan inolvidable como el pianista nacido en Luisiana que se hacía llamar “El matón”.
La música de Lewis tenía que ver con la lujuria y la satisfacción, con su tenor lascivo y exigentes acotaciones, tempos violentos y glissandos descarados, sonrisa arrogante y un revuelto cabello rubio. Era una estampida de un solo hombre que hizo que el público y los teclados estallaran. Sus presentaciones en vivo eran tan explosivas que durante una interpretación de “Whole Lotta Shakin’ Goin’ On” en “The Steve Allen Show” en 1957, le arrojaron sillas como si fueran cubetas de agua para apagar un incendio.
“Había rockabilly. Estaba Elvis. Pero no había rock ‘n’ roll puro antes de que Jerry Lee Lewis pateara la puerta”, observó una vez un admirador de Lewis. Ese admirador era Jerry Lee Lewis.
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