En una velada que combinó la pompa monárquica con la diplomacia internacional, el rey Carlos III ofreció un espléndido banquete de Estado en honor al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el majestuoso Castillo de Windsor. El evento reunió a 160 invitados de alto perfil y reafirmó la denominada “relación especial” entre Londres y Washington.
Trump, como presidente de Estados Unidos, llegó acompañado de su esposa, Melania Trump, quien lució un vestido amarillo de corte clásico. El monarca británico vistió frac con la tradicional banda azul, mientras que la reina Camila optó por un elegante traje azul adornado con tiara.
La jornada estuvo marcada por la solemnidad de la guardia de honor con más de 1.300 soldados y un desfile ecuestre con 120 caballos, que precedieron a la cena celebrada en el imponente Salón de San Jorge. Allí, la mesa principal fue engalanada con 1.462 piezas de plata dorada, arreglos florales de los propios jardines del castillo y 139 velas encendidas, en un despliegue de majestuosidad que impresionó tanto a invitados como a observadores internacionales.
Entre los comensales destacaron empresarios de talla mundial como Tim Cook (Apple), Jensen Huang (Nvidia) y Sam Altman (OpenAI), además del magnate Rupert Murdoch, cuya presencia sorprendió tras la reciente demanda multimillonaria que Trump interpuso contra su grupo mediático.
El menú combinó tradición británica con toques personales: panna cotta de berros de Hampshire, ballotine de pollo orgánico de Norfolk con salsa de tomillo y un postre de helado de vainilla con sorbete de frambuesa de Kent. A pesar de que el presidente estadounidense no bebe alcohol, la selección de vinos y licores incluyó un Oporto Vintage de 1945 y un coñac Hennessy de 1912, año de nacimiento de la madre de Trump.
El banquete estuvo acompañado por un repertorio musical que abarcó temas de James Bond, clásicos del pop británico y canciones que solían sonar en los mítines de campaña del presidente. Durante el brindis, Carlos III resaltó las raíces escocesas de Trump y bromeó sobre su conocida afición al golf. El mandatario estadounidense, en tono diplomático, calificó el homenaje como “uno de los mayores honores de su vida” y subrayó la importancia histórica de la alianza anglo-estadounidense, aunque no perdió la oportunidad de lanzar una indirecta a su predecesor, Joe Biden.
Con esta segunda visita de Estado de Trump al Reino Unido, la agenda se traslada ahora a Downing Street, donde el presidente se reunirá con el primer ministro Keir Starmer para discutir comercio, seguridad y cooperación internacional. El banquete en Windsor, sin embargo, quedará como una de las imágenes más simbólicas de la diplomacia real contemporánea.
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