Cuando estudiamos la historia de la Medicina en Venezuela, encontramos personajes ilustres que han dado brillo a esta ciencia y profesión, en nuestro país. Doctores inmortales de la talla de José María Vargas, Pablo Acosta Ortiz, Luis Razzeti, Lisandro Alvarado, Antonio María Pineda entre otros.
Sin embargo, hay uno que consiguió más fama que todos ellos, más que por su contribución a las ciencias médicas, con su notorio andar por la Medicina y la docencia, sino por su caridad, la heroicidad de sus virtudes cristianas, y en fin, su santidad. Es el Dr. José Gregorio Hernández Cisneros.
Por qué el Médico de los Pobres

Cuando hace la rural de Medicina, en su querido Isnotú, sobre un caballo se trasladaba hasta Betijoque para revisar a los enfermos, llegando incluso a cubrir poblaciones fuera de los límites de Trujillo, como lo hizo en los estados Mérida y Táchira.
Cuando a finales de 1800 regresa a Venezuela, desde Europa, vuelve a sus clases en la universidad aun cuando está cerrada, y también a sus consultas, las cuales dispensa gratis a los pobres.
¿De qué vivía?
José Gregorio era un médico de un espíritu plenamente superior, entregado por completo a su ejercicio, sin ningún afán de lucro.
Para él, la práctica de la Medicina era una oportunidad de actuar en nombre de Dios, por lo que no aspiraba remuneración alguna por su trabajo.
Además, no tendría mayores cargas económicas, pues no tenía una familia que mantener y llevaba una vida bastante austera.
Médico por mandato de su propia vocación, lo fue para hacer del ejercicio de la Medicina el camino seguro de llegar al corazón de los más necesitados y combinar con la grandiosidad del místico, los efectos beneficiosos de los medicamentos y el poder consolador de la oración.
El Dr. Hernández veía tanto a adultos como a niños. Su entrega por resolver las afecciones de la salud de los pacientes no contemplaba una edad definida.
Es formidable comprobar en los pasos terrenales de José Gregorio, la uniformidad de la conducta para ejercer la Medicina, cumplir las obligaciones de eminente venezolano y disponer de todas las fuerzas de su voluntad. Sin duda, un ejemplo de mística y entrega.
Quienes lo buscaban
José Gregorio Hernández fue Querido por sus pacientes, a quienes atendía siempre de pie y con los brazos cruzados.
Las consultas a domicilio también eran usuales en su tratamiento diario. Incluso, llegaba a costear el pago de los medicamentos de los más necesitados. Su personalidad
fue esplendida y fue llamado santo por sus propios colegas.
Se sabe que era un personaje muy popular, al que saludaban con respeto en su caminar por las calles del centro de Caracas.
Un ser puntual a toda costa, y si en el camino se topaba con algún enfermo, hacía todo lo que estuviese a su alcance para tratar de ayudar con sus conocimientos y Apoyo espiritual. JU