Además de las miles de sanciones impuestas a Rusia para tratar de aplastar su economía, Estados Unidos y sus aliados elaboran nuevas medidas para quitarle recursos a la maquinaria de guerra rusa y a la vez impedir que los precios del petróleo y la gasolina se eleven a niveles que podrían destrozar la economía en todo el mundo.
El pilar de los ingresos del Kremlin: el petróleo, ha mantenido la economía rusa a flote a pesar de las vedas a las exportaciones, las sanciones y el congelamiento de bienes del banco central. Los aliados europeos de Estados Unidos planean seguir los pasos del gobierno de la Casa Blanca y tomar medidas encaminadas a dejar de usar el crudo ruso para fines de año, una maniobra que según algunos economistas podría provocar la caída de la oferta mundial de petróleo y elevar los precios hasta los 200 dólares por barril.
Washington y sus aliados intentan crear un cártel de compradores para obligar a Rusia a vender su petróleo a precios por debajo de los del mercado. Los mandatarios del Grupo de los Siete han acordado de manera preliminar respaldar un tope al precio del crudo ruso, o dicho de otra manera, los países participantes acordarían comprar a Rusia su petróleo a precios por debajo de los del mercado.
Rusia no ha dado indicios de que pudiera estar de acuerdo con esto. El Kremlin también tiene la opción de aplicar represalias al retirar su crudo del mercado, lo que generaría más inestabilidad.
Los costos elevados de la energía ya están afectando a las economías y amenazan con provocar divisiones entre los países que se oponen al presidente ruso Vladimir Putin por la invasión de Ucrania. Biden ha visto caer su tasa de aprobación pública a niveles que perjudican a los demócratas con vistas a las elecciones legislativas, en tanto que los gobiernos de Gran Bretaña, Alemania e Italia intentan hacer frente a la devastación económica provocada por tratar de abandonar el uso de gas natural y petróleo rusos.
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