Un operador de un centro de llamadas de emergencias en Nueva York fue despedido por haber manejado mal la llamada que hizo una empleada del supermercado de Búfalo donde ocurrió un tiroteo el 14 de mayo pasado.
Este lamentable hecho dejó 10 personas muertas y tres heridos, en su mayoría afroamericanos.
Latisha Rogers, gerente del supermercado Tops, donde ocurrió el tiroteo, le dijo a CNN que se encontraba trabajando cuando un joven blanco de 18 años —identificado como Payton Gendron— entró al establecimiento y comenzó a disparar.
La empleada recordó que estaba en el área de servicio al cliente junto a dos compañeros de trabajo y que hablaba por teléfono con un cliente cuando escuchó fuertes explosiones, una tras otra.
Segundos después se escondió detrás del mostrador del área «rezando para que no me viera (el atacante)». Luego de esto tomó su móvil y llamó al centro de emergencias 911.
«Por favor envíen ayuda, hay una persona disparando en la tienda», pero el empleado que recibió su llamada le indicó que no le escuchaba: «No tienes que susurrar, no puedo oírte» tras lo cual colgó la llamada.
Los Servicios Centrales de Policía revisaron las llamadas asociadas con el tiroteo, dijo a CNN Mark Poloncarz, director ejecutivo del condado de Erie. Además, tildó de inaceptable la forma en la que atendieron esa llamada.
«Enseñamos a nuestros recepcionistas de llamadas al 911 que si alguien está susurrando, probablemente significa que está en problemas», argumentó.
Al autor de esta masacre lo acusaron esta semana por un gran jurado de 25 cargos, que incluyen 10 de asesinato en primer grado, terrorismo nacional y porte de armas.