Por: Leopoldo Martínez
Me postulé al Congreso por el Distrito 11 de Virginia porque este momento de la historia estadounidense exige un liderazgo firme, basado en la experiencia, los principios y el compromiso. Mi campaña nunca fue por ambición personal—fue por convicción y por la creencia de que el Sueño Americano debe protegerse y expandirse para todos. De hecho, por encima de todo, mi campaña fue una declaración: necesitamos líderes dispuestos a decir verdades difíciles, proponer soluciones audaces y representar a comunidades que han sido históricamente excluidas del poder.

Hace veinte años, sentados en la sala de nuestra casa en Caracas, mi esposa y yo tomamos la difícil decisión de dejar Venezuela con nuestros cuatro hijos pequeños. Como diputado que alzaba la voz contra un régimen autoritario, enfrentaba la prisión—o algo peor. Huimos en busca de seguridad, oportunidades y libertad.
Elegimos Estados Unidos por tres razones:
Primero, porque es un país de inmigrantes, y creímos que seríamos bienvenidos como parte del relato americano.
Segundo, porque es una tierra de oportunidades económicas, donde la movilidad social es posible para quienes trabajan con esfuerzo.
Y finalmente, porque esta nación siempre ha sido un faro de democracia y estado de derecho.
Construimos nuestra vida aquí mismo en el condado de Fairfax. Inicié una exitosa práctica de consultoría internacional y fundé organizaciones sin fines de lucro centradas en los derechos humanos, la democracia y el empoderamiento de la comunidad latina. Serví a nuestro estado como miembro de la Junta de la Universidad de Mary Washington y en la Comisión de Pequeñas Empresas. Y tuve el honor de ser designado por el presidente Biden en el Departamento de Comercio, donde trabajé para ampliar el acceso al capital y los mercados internacionales para las pequeñas empresas.

Pero hoy, los valores que trajeron a nuestra familia hasta aquí están seriamente amenazados. Como inmigrante al servicio de este país, como padre, y como exlegislador que enfrentó al autoritarismo, sé lo que significa liderar bajo presión. Sé lo que significa luchar por la democracia cuando está bajo ataque.
Estados Unidos se encuentra en una encrucijada. La amenaza autoritaria crece. La desigualdad económica se agrava. Las familias inmigrantes son demonizadas y atacadas. Y sin embargo, muchos en la política siguen actuando con cautela en lugar de con coraje. Me postulé porque creo que nuestro distrito—y nuestra nación—merecen líderes que aporten ideas valientes, basadas en principios y experiencia vivida.
Desde el principio, me alineé con los demócratas en las batallas clave de nuestro tiempo: defender los derechos civiles, de salud reproductiva para las mujeres y los de la comunidad LGBTQ+, proteger el acceso al voto, combatir la violencia armada, avanzar en la justicia racial, expandir las oportunidades económicas, proteger a los trabajadores federales y enfrentar con firmeza al autoritarismo. También dejé claro que la atención médica es un derecho humano, y propuse no solo proteger el acceso, sino ampliarlo, reducir los costos directos del paciente y cerrar las brechas que dejan a millones sin cobertura.

Apoyé el equilibrio fiscal mediante una tributación justa a los más ricos y la racionalización de los presupuestos de defensa y seguridad, para priorizar inversiones en las familias trabajadoras, la educación, la infraestructura y el cuidado. Propuse un plan claro para proteger y fortalecer el Seguro Social—no recortando beneficios, sino eliminando el tope de impuestos sobre la nómina para que los millonarios y multimillonarios aporten lo que les corresponde. Además, planteé que una reforma migratoria integral no solo es una necesidad moral y económica, sino una estrategia demográfica para fortalecer nuestra fuerza laboral ante el envejecimiento de la población.
Estas son luchas fundamentales que nos unen como demócratas y definen nuestros valores.
Pero además de estos compromisos compartidos, nuestra campaña aportó tres prioridades políticas urgentes y distintas:
Primero, lideramos con una propuesta de reforma migratoria—no solo como imperativo moral, sino como necesidad económica y fortaleza nacional. Propuse una vía a la ciudadanía para los Dreamers, que no conocen otro país que Estados Unidos. También defendí la permanencia legal para los beneficiarios del TPS de largo plazo, muchos de los cuales han vivido, trabajado y contribuido a nuestras comunidades por décadas. Presenté una propuesta legislativa integral para regularizar la situación de trabajadores esenciales y personas indocumentadas, reconociendo que la inmigración no es una carga: es una ventaja estratégica para el país.
Segundo, propuse reenfocar nuestra política exterior hacia nuestro propio hemisferio. Abogué por una estrategia ambiciosa de inversión en América Latina y el Caribe—no solo para estabilizar la región y contrarrestar la influencia de China y Rusia, sino para abordar las causas estructurales de la migración y fortalecer la democracia mediante el compromiso, no el abandono.
Tercero, propuse un Pacto Federal de Inversión para el condado de Fairfax y el norte de Virginia, con el objetivo de convertir nuestra región en un centro nacional de innovación inclusiva, emprendimiento y desarrollo de pequeñas empresas. Trazamos una visión para desbloquear recursos federales, apoyar a empresas de minorías e inmigrantes y cerrar brechas persistentes de oportunidad.
Nuestra campaña fue más que propuestas. La representación importa. En un momento en que las comunidades inmigrantes son atacadas—con crueldad y oportunismo político—era fundamental contar con una voz con experiencia real y autenticidad.
Durante el foro de candidatos, me dirigí directamente a los votantes latinos, en español, asegurándoles que no están solos, que sus derechos importan, y que yo estaba allí para representarlos con orgullo, respeto y compromiso. Ese mensaje tocó fibras profundas. Para muchos, fue la primera vez que vieron reflejada su identidad y sus aspiraciones en un candidato al Congreso.
También aportamos una comprensión clara y urgente de cómo enfrentar el autoritarismo—no en teoría, sino en la práctica. Habiendo vivido la experiencia en Venezuela, reconozco las señales de alerta. Y sé que no basta con defender las instituciones: hay que renovar la promesa democrática haciendo que funcione para todos. Eso implica resultados concretos: salarios dignos, acceso a oportunidades, apoyo al emprendimiento, reforma migratoria y movilidad económica. Si la democracia no se siente en la vida diaria de las personas—especialmente para quienes históricamente han sido excluidos—el autoritarismo gana terreno. Esa es una lección dura que aprendí luchando por la democracia en Venezuela.
En el foro también reflexioné sobre el rol de nuestro partido. El Partido Demócrata está en su mejor momento cuando defiende la democracia, lucha por la justicia económica y expande la igualdad de oportunidades. Pero también debemos hacer el trabajo: hacer campaña en todas partes, no solo en los bastiones azules, y jamás dar por sentada a la comunidad latina ni a ninguna otra. Ganamos cuando nos presentamos, escuchamos y lideramos con propósito. Y quiero decirlo claramente: es un grave error político que estemos ganando referéndums sobre los temas—como los derechos reproductivos o los salarios justos—pero perdiendo elecciones clave. Esa desconexión no es inevitable. Es consecuencia de una estrategia fallida, falta de alcance, y ausencia de autenticidad. Debemos hacerlo mejor.
Durante la campaña, hablé constantemente del liderazgo que creo necesario: no se trata de aparecer cuando todo es favorable, sino de estar presente en la tormenta, cuando la comunidad es atacada, cuando es impopular o arriesgado hacer lo correcto. Ese fue el liderazgo que llevé a esta contienda.
Sabíamos que las probabilidades eran difíciles. Competimos en una “primaria relámpago” contra el favorito del “establishment”, con poco tiempo y sin respaldo institucional. Aun así, en solo 23 días, recaudamos los fondos necesarios para construir una coalición de base sólida y motivamos a una nueva generación de votantes latinos e inmigrantes en el norte de Virginia.

Creo firmemente que, con más tiempo para conectar con los votantes, el resultado habría sido distinto. Pero incluso en una campaña acelerada, transmitimos un mensaje con impacto y dejamos bases sólidas para lo que viene.
Construimos un equipo extraordinario y articulamos una propuesta clara, basada en principios. Dimos voz—y orgullo—a la comunidad latina y a muchas familias inmigrantes que han sido injustamente estigmatizadas por un presidente cruel y autoritario. Somos resilientes, estamos preparados y hay mucho más por venir. Para ese futuro, cuento con el equipo y la red de apoyo que construimos.
Como escribió el gran poeta español Antonio Machado:
“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…”
Caminamos este trayecto con valentía e integridad. Y aunque no ganamos la contienda, abrimos un camino donde antes no lo había—un camino que otros ahora podrán seguir.
El camino continúa.