Crónica Viva | Por: José Luis Sotillo
Peculiaridades poco conocidas sobre el paisaje natural de Terepaima
A Campo Elías Rodríguez no solo le apasiona la magia que despierta la majestuosidad impresionante del Terepaima, también conoce palmo a palmo cada uno de sus ocultos recovecos y aspectos paisajísticos que realza su propia densidad. Áreas donde antiguamente eran transitadas por viejos pobladores, arrieros y nativos; justo donde el verdor inconfundible tiñe la geografía infinita de este santuario natural.
En su experimentado caminar por la fría serranía, Campo Elías Rodríguez pasa a proporcionarnos un inventario parcial de antiguos caminos que alguna vez sintieron y presenciaron la continua huella de quienes casi a diario transitaban por aquellos parajes.
Del casi desusado “Camino de la Fila de Chupadal”, reseña: “este comienza donde existió antiguamente la hacienda cafetalera del señor Miguel Méndez”; esto para mediados del siglo XX. Ubicada en la parte más alta de la Fila de los Colorados, concretamente a 1300 msnm, hoy en día se encuentra incluida dentro del Parque Nacional Terepaima.
Sobre lo dicho anteriormente, el camino tiene una pendiente baja hacia la parte más intrincada y boscosa de las nacientes de la quebrada de Agua Blanca, como a 1 km aguas abajo, donde desemboca la quebrada de La Danta, siendo uno de sus mayores afluentes.
En está escondida zona abunda gran diversidad de plantas, desde helechos variados, lianas o bejucos de diferentes formas y tamaños, cómo el Bejuco de agua, el cual al cortarlo emite agua, que incluso se puede tomar en momentos de algún incidente.
El Bejuco guarero que es verde, pero al tropezarlo se te engancha en la ropa e incluso en la piel.
Los arboles de Pepey según la tradición campesina de los más viejos, recalcan, que al cortarlos te pueden causar hinchazón en todo el cuerpo; en el caso del “Sangre de Drago o Sangre grao”, tiene propiedades medicinales, sobre todo para sanar o curar amigdalitis; además sirve cómo cicatrizante y desinfectante de las heridas.
El árbol de Tacamajaca, cuyo fruto puede ser aprovechado para untar y calmar los dolores articulares; así el Urape de muy buena madera para construir. Otros árboles más altos como el Trompillo, el Higuerón, el Combalombo y el Caimito, cuyos frutos son preferidos por los monos, araguatos , ardillas, lapas, venados, puercos de monte y una considerable cantidad de aves que se alimentan de ello.
En otro orden de ideas, nos refiere cómo en estos paisajes de gran convergencia natural, abundan las palmas de Albarico; por cierto muy buscadas por el oso frontino; el cual según ordenanza de símbolos de Palavecino, es el mamífero oficial del municipio.
La Macanilla y la gran cantidad de Helechos que crecen como árboles, llegando algunos a alcanzar los 15 mts; sin obviar la variedad de Orquídeas de inmensa vistosidad en esta parte particular de la encumbrada montaña.
Este conjunto de elementos detallados, y la amena reseña aportada por el buen amigo Campo Elías Rodríguez Parra, nos proporciona los sabios detalles existentes en la riqueza manifestada de la flora enaltecedora de las montañas de Terepaima.
@aguavivajose
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