En el sexto inning del Juego 3 de la Serie Divisional de la Liga Nacional entre los Mets y los Filis, Sean Manaea – quien había estado brillante hasta ese punto – perdió el control. Manaea otorgó un boleto a Kyle Schwarber y caminó a Trea Turner. De pronto, tenía a dos rivales en base sin outs en la pizarra, en un juego de diferencia de dos carreras. Con 74 pitcheos, Manaea estaba a punto de enfrentar a Bryce Harper y Nick Castellanos por tercera vez.
La estrategia moderna de postemporada indicaba que el manager venezolano, Carlos Mendoza, tenía una decisión sencilla, contando con el lanzallamas Reed Garrett listo en el bullpen. El coach de la banca de Mendoza, John Gibbons, le recomendó recurrir a Garrett. El coach de pitcheo, Jeremy Hefner, estuvo de acuerdo. Pero Mendoza siguió pensando. Le gustaba el duelo entre Manaea y Harper. Confiaba en Manaea, quien había sido su mejor lanzador desde la segunda mitad de la temporada.
También sabía que si mantenía a Manaea en la loma y los Mets perdían el juego, tendría que rendirle cuentas al presidente de operaciones de béisbol, David Stearns, así como a los jugadores en el clubhouse, a la prensa y a una afición molesta.
Ir con Garrett hubiera sido la opción más sencilla. Pero había algo en esa situación que llevó a Mendoza a hacer lo contrario. Se fue con su instinto.
“Me la jugué”, expresó Mendoza. “Estoy aliviado de que haya funcionado”.
Manaea ponchó a Harper y obligó a Castellanos a batear para doble play, cerrando el inning. Los Mets terminaron ganando el Juego 3 y, eventualmente, el cuarto encuentro también, para asegurar su boleto a la Serie de Campeonato de la L.N., que comienza el domingo en Los Ángeles. ¿Y Mendoza? El venezolano busca seguir confiando en su instinto hasta la Serie Mundial, donde tendría la oportunidad de convertirse en apenas el sexto manager novato en ganarlo todo.
Ya es uno de los 16 managers novatos en llegar a la Serie de Campeonato de la Liga Nacional.
«Es una característica de Carlos: Un hombre que es tranquilo, sereno en situaciones de presión, toma las decisiones correctas, hace los movimientos correctos», expresó el jardinero de los Yankees Aaron Judge, quien conoció a Mendoza cuando el venezolano fue coach de los Yankees entre el 2018 y 2023.
Actualmente, existe la percepción en Grandes Ligas de que las decisiones en el terreno las toman cada vez más en la oficina principal. Que los juegos tienen un guión. Que los managers están en el dugout para seguir órdenes, no para darlas.
Mendoza puede tener la misma inclinación analítica que cualquier otro dirigente de béisbol, estando al tanto de los números y dispuesto a tomar decisiones diarias en función de ellos, pero también se siente cómodo dándoles la espalda si siente que la situación lo amerita, y Stearns le ha dado la libertad para hacerlo.
Esa tendencia apareció por primera vez durante un juego el 14 de abril contra los Reales, cuando Mendoza perdió la ventaja al permitir que Harrison Bader bateara contra el relevista derecho Chris Stratton. En lugar de recurrir al bateador emergente zurdo DJ Stewart en la octava entrada de un encuentro que estaba empatado, Mendoza eligió a Bader, quien es más orientado al contacto. El cañonero reivindicó a su manager al pegar un sencillo productor para la ventaja. Una noche después, en circunstancias similares, Mendoza puso de emergente a Stewart en lugar de Tyrone Taylor. El doble productor que resultó de esa decisión emparejó el encuentro para los Mets.
Estos son sólo dos ejemplos de movimientos que funcionaron, y Mendoza será el primero en admitir otros que no lo hicieron. Como todos los pilotos, ha recibido críticas a veces por su manejo del bullpen. Muchos críticos han discutido la construcción de su alineación. Tan recientemente como en el Juego 4 de la SDLN, Mendoza recibió críticas por llamar al puertorriqueño Edwin Díaz en la novena entrada de un juego de tres carreras cuando David Peterson estaba listo. ¿Su razonamiento? Díaz necesitaba lanzar, necesitaba sentirse bien dadas sus recientes dificultades. El cerrador finalmente logró los tres outs que necesitaba.
“Ha sido genial con todos nosotros”, dijo Díaz. “Todos lo respetan mucho, cómo se ha manejado todo aquí. No comenzamos la temporada como todos querían, pero él se mantuvo con nosotros. Confió en nosotros. Nos permitió seguir jugando y ahora está dando sus frutos. Creo que Mendy merece mucho crédito por eso”.
Durante toda la temporada, Mendoza ha demostrado una habilidad poco común para un manager novato, desde su decisión de mover al boricua Francisco Lindor a la posición de primer bate en mayo, por ejemplo, hasta su comprensión de la cultura en el vestidor. Mendoza suele adelantarse a los problemas, llamando a los jugadores a su oficina para explicarles sus posibles decisiones antes de tomarlas. También está dispuesto a dejar que sus jugadores tomen la iniciativa, como durante la famosa reunión que desencadenó la clasificación de Nueva York.
«Mendy probablemente debería haber conseguido un trabajo mucho antes de esto», comentó Stearns recientemente. «Somos muy afortunados de que no lo haya hecho».
Para el venezolano de 44 años, esta responsabilidad había tardado mucho en llegar. Su capacidad para tener éxito de inmediato ha sido un testimonio de los rasgos de carácter que llevaron a su antiguo jefe, el manager de los Yankees Aaron Boone, a llamarlo como “algo auténtico”.
También resulta algo muy personal para Mendoza, cuyos seres queridos lo han apoyado desde siempre. Hace años, la esposa de Mendoza, Francis, abandonó su carrera como dentista para que la familia pudiera estar junta mientras su esposo perseguía su sueño en los Estados Unidos. Tal vez en algún lugar de sus mentes, ambos imaginaron la escena que se desarrolló el miércoles en el Citi Field, donde Francis, sus hijos y los padres de Mendoza, recién llegados desde Venezuela, se abrazaron en el césped del infield.
«Esto es increíble», comentó Mendoza, después de posar para los fotógrafos con el grupo. «Nadie nos había visto ni cerca aquí… Qué historia».
LA/MLB
Foto:MLB