Hoy Caracas se entristece con la noticia de que Soledad Mendoza, la periodista, editora y diseñadora gráfica colombiana que hizo de Venezuela su hogar, partió dejando tras de sí un legado que resuena como un eco profundo en la memoria cultural de la ciudad. Su vida, un mosaico de palabras, imágenes y sueños, fue un testimonio de amor por una tierra que acogió a su familia y a la que ella respondió con una obra inmensa, venezolana hasta la médula, pero con el alma abierta al mundo.

Nacida en Colombia, Soledad llegó a Caracas junto a su familia tras el exilio de su padre, Plinio Mendoza Neira, tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948. En la capital venezolana, los Mendoza encontraron refugio y un nuevo comienzo. Soledad, junto a sus hermanos Plinio Apuleyo, Consuelo y Elvira, todos periodistas de talla, se integró al vibrante tejido cultural de la ciudad. Pero fue ella quien, con una sensibilidad única, decidió no solo habitar Caracas, sino retratarla, moldearla y celebrarla a través de su trabajo.

En 1964, Soledad fundó la Editorial Diagrama, una casa que publicó más de 50 libros de arte y textos, cada uno un testimonio de su pasión por el diseño y la narrativa visual. Su obra cumbre, Así es Caracas (1980), no fue solo un libro, sino un retrato vivo de una ciudad en ebullición, un valle de migrantes, sueños y contradicciones. Continuadora del proyecto iniciado por su padre en 1951, Soledad reunió a gigantes como Gabriel García Márquez, Augusto Roa Bastos, Salvador Garmendia y Tomás Eloy Martínez, cuyos textos, junto a las fotografías logradas con el equipo liderado por Roberto Loescher y las ilustraciones de Pedro León Zapata, capturaron la esencia de una Caracas mundana, caótica y profundamente humana. Como editora, su rigor era célebre: cada detalle, desde las leyendas de las fotos hasta el diseño en blanco y negro —un homenaje al libro original—, llevaba su sello de perfección. El libro, coeditado con el Ateneo de Caracas, se convirtió en un hito cultural, un “cuerno de la abundancia” que reflejaba la vitalidad de una ciudad que se alimentaba de la esperanza. Además, fue el comienzo de una saga que incluyó Así es MaracaiboAsí es BarquisimetoAsí es Venezuela, entre otros.

Soledad también dejó su huella en El Nacional, donde dirigió la revista Pandora, encartada los sábados, y se encargó de suplementos especiales que marcaron época. Su casa en Caracas era un faro de cultura, un punto de encuentro para escritores, artistas y pensadores. Por allí pasaron García Márquez y Mario Vargas Llosa, amigos cercanos, en noches donde la literatura, la política y la música se entrelazaban. Su generosidad era tan grande como su talento: acogió a exiliados como Irma dos Santos, a quien formó en el arte de la diagramación, y guió con mano firme pero cálida a fotógrafos y dibujantes para que sus visiones cobraran vida.

Como diseñadora gráfica, Soledad revolucionó el periodismo venezolano con su enfoque innovador. En Así es Caracas, lideró un equipo que transformó la publicidad tradicional en un arte sutil, integrado al relato visual sin opacar la narrativa. Su capacidad para conjugar texto, imagen y diseño dio como resultado un libro que, 41 años después, sigue siendo un documento imprescindible para entender la Caracas de finales del siglo XX, con sus mercados rebosantes, sus calles abarrotadas y sus jóvenes desafiantes.

Soledad Mendoza también editó memorias. Su trabajo en Así es Caracas y en proyectos posteriores como Así es Maracaibo y Así es Venezuela reflejó un país que, aunque hoy parece lejano, sigue vivo en sus páginas. Su amor por Venezuela, su segunda patria, se expresó en cada proyecto, en cada línea, en cada imagen que cuidó con devoción. Ganadora del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en 1983, su trayectoria es un puente entre Colombia y Venezuela, un símbolo de la hermandad que trasciende fronteras.

Soledad Mendoza nos enseñó a ver la Caracas de arriba y de abajo, la de los cerros y las torres, la que aún lucha por no perder su luz. Su obra permanece como un faro, recordándonos que, a pesar de las pérdidas, Caracas sigue siendo una ciudad de coraje, de sueños, de historias que piden ser contadas. Soledad murió, pero su obra la mantendrá siempre viva entre nosotros.

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